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Martes, 26 de octubre de 2010

PLASTICA › MUESTRA EN BELLAS ARTES A CINCUENTA AñOS DEL SURGIMIENTO DE LA NUEVA FIGURACIóN

Medio siglo después del big-bang

La muestra organizada por el Museo Nacional de Bellas Artes permite asomarse a los ecos de aquel big-bang de la pintura que significó el grupo integrado por Deira, De la Vega, Macció y Noé entre 1961 y 1965.

 Por Fabián Lebenglik

“La ‘Otra Figuración’ nació de la tensión de esa época, de la ferocidad, de la ferocidad de lo subyacente, de la premonición –en el medio del ruido– de lo que iba a pasar y también de la compartida esperanza de que no pasara lo que después pasó. La violencia que se reprochó por aquella época a la neofiguración y a sus adyacencias ya no se ve como una moda, sino como una premoción.”

Esto escribía Miguel Briante cuando organizó en 1991, como director del Centro Cultural Recoleta, la anterior retrospectiva de la Nueva Figuración en ese centro, cuando se cumplían treinta años del nacimiento del grupo.

Ahora, como entonces, los ecos del estallido siguen siendo intensos. Libertad e intensidad se perciben con fuerza a partir de la energía, colores, texturas, formas y planteos de aquellos cuadros.

Con curaduría de Mercedes Casanegra y diseño de montaje de Gustave Vásquez Ocampo, la muestra ofrece una relectura de la obra del grupo a casi medio siglo del surgimiento.

El guión curatorial busca “poner de manifiesto dos objetivos principales: exhibir las líneas personales de desarrollo de cada uno de los artistas –búsquedas y encuentros de sus lenguajes individuales e identidad propia de sus discursos–, de manera paralela a la puesta en evidencia del fuerte cuestionamiento que los planteos artísticos de los cuatro integrantes hicieron a la institución pintura y al estado de las artes visuales en la Argentina en el momento previo al surgimiento rupturista de fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta. Se optó por un desarrollo secuencial y cronológico de cinco núcleos principales que constatan la vertiginosa evolución del recorrido artístico y conceptual de estos cuatro artistas, que al congregarse en grupo cambiaron la historia de la pintura argentina”.

Cuando la Nueva Figuración nacía, el capítulo del arte informalista estaba terminando, pero con un final muy potente. Y es precisamente ese cruce de tensiones, entre lo que se iba y lo que llegaba, lo que en parte provoca la ruptura que significaba la utilización libre de la figuración por parte de Deira, De la Vega, Macció y Noé.

Erwin Schrödinger, un científico y matemático vienés que ganó el Nobel de Física en los años treinta gracias a su elaboración del “principio de incertidumbre” que rige las partículas subatómicas, postuló que “la tendencia natural de las cosas es el desorden”. Tal vez este principio podría enunciarse también para los procesos artísticos y creativos. De modo que el informalismo, con sus gestos de violencia metafórica, embrionaria y conceptual, suponía una materialidad posible para combatir la herencia ya un poco insípida de las vanguardias históricas. Los informalistas mostraban su desapego de la figuración y de la herencia geométrica a través de un juego con la materia, del espesor de la pintura, los grafismos, la espontaneidad de la expresión y la puesta en escena de un vértigo muy cercano al propio presente de cada obra.

Pero en 1961 el informalismo ya era canónico. La experimentación artística comenzaba a tomar los caminos que pronto conducirían al pop, el conceptualismo, el arte político, el arte de acción, la figuración y la geometría.

Si, como cita la curadora, para Ernesto Deira “desde la Segunda Guerra Mundial había habido un estallido de la pintura”; para Noé, ese preciso momento de la historia del arte del siglo XX fue el final del “strip-tease de la Diosa Pintura”.

“Esta divinidad –según dice Casanegra– representaba para Noé la tradición de la pintura desde el Renacimiento, con sus atributos de perspectiva centralizada, espacio ilusionista, tratamiento volumétrico de las formas, el dibujo que marcaba el límite de los volúmenes y el color subordinado a todo ello. La deconstrucción de aquella convención –o el citado strip-tease– comenzó con el Romanticismo, a principios del siglo XIX, y terminó a mediados del siglo XX, cuando la sola pincelada y el gesto que la operó gritaban su evidencia: ‘¡La Pintura está desnuda!’, según el mismo Noé. La Argentina –sigue la curadora– no había tenido ni un artista como Marcel Duchamp ni un movimiento como el dadaísmo, que hubiesen producido una revolución interna dentro de la institución arte, lo cual incluye la correspondiente noción de antiarte. Los acontecimientos se dieron en cadena y los neofigurativos cuestionaron sucesiva y profundamente la institución pintura. El objetivo del grupo fue buscar una nueva imagen de los seres humanos (del hombre, dijeron en aquel momento) con su contexto. Conjugaron los elementos más diversos a partir de aquel ‘estallido de la pintura’.”

La Nueva Figuración de Deira, De la Vega, Macció y Noé, como parte de un clima local e internacional, consolidó la irrupción de una nueva forma de representar en pintura, en la que abstracción y figuración se potencian y complementan. Y ahora, casi cincuenta años después, puede apreciarse intacta la fuerza de estas obras en su apuesta liberadora.

MNBA, Libertador 1473, hasta el 16 de enero.

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El espejo al final de la escalera, 1963. Oleo, tela, plástico y pedrería, de De la Vega.
 
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