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Martes, 13 de febrero de 2007

PLASTICA › EXPOSICION DE PINTURAS Y FOTOS EN EL TEATRO AUDITORIUM DE MAR DEL PLATA

Desnudos subiendo la escalera

Una muestra de diferentes épocas, técnicas y estilos se exhibe en Mar del Plata, a metros del mar.

 Por Fabián Lebenglik
desde Mar del Plata

Resulta del todo coherente con la imagen de una ciudad balnearia, donde la mirada se habitúa a (y se especializa en) ver cuerpos exhibidos al sol, presentar una muestra sobre el desnudo; y la coherencia continúa con el lugar de exhibición, porque la exposición se realiza en el foyer del Teatro Auditorium, a pocos metros de la playa popular. Se trata de una exposición de treinta y seis obras, entre pinturas, grabados y fotos, seleccionados por Verónica Tell, provenientes del patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes.

La exposición no pretende teorizar sobre el género del desnudo, sino proponer una incitación a la mirada del espectador a través de ciertos desnudos, elegidos con gran sensibilidad y con explícita diversidad.

“Miradas al desnudo –dice la curadora– invita a detenerse en dos sitios, vinculados entre sí pero a la vez bien diferentes. Por un lado, mirar un desnudo supone poner el foco en el objeto visto u observado. Allí están los cuerpos, congelados en un gesto o postura para mirarlos el tiempo que se quiera. ¿Pero qué implican esas miradas? ¿Qué es lo primero que ponen al descubierto? Seguramente la intención del que mira, que saca a la luz la desnudez del modelo.”

Hay desnudos eróticos y desnudos ascéticos. Están los que revelan tensión sexual y obsesión amorosa. Y aquellos cuya desnudez no implica necesariamente erotismo. Hay desnudos parciales y totales, como los eclipses, de modo que el cuerpo desnudo a veces se muestra completo y a veces semioculto. Los hay apenas sugeridos. Hay desnudos propiamente dichos y otros en que los cuerpos exhiben su desnudez como parte de una escena donde la desnudez resulta anecdótica. La mayoría son desnudos femeninos, aunque algún desnudo masculino y también desnudos andróginos, en los que la figura propone una indecidible ambigüedad.

Cuando el desnudo se asocia al erotismo, éste surge en la mirada –del modelo o del artista–, en la actitud, el gesto, el clima, la sugerencia, la luz, el tratamiento de la imagen y así siguiendo.

La imagen erótica es por definición una imagen que no busca el escándalo, sin embargo el grado de erotismo y su posible relación con el escándalo dependen de claves culturales y de época: tanto la argentina Annemarie Heinrich como el norteamericano Robert Mapplethorpe –de quienes se pueden ver fotografías en esta muestra (dos de A.H., una de R.M.)– han causado escándalos en su momento –debidos en gran parte a la mirada censora de los elementos más conservadores de las sociedades de sus épocas–. Los componentes estéticos y culturales se transforman de modo que aquello que se configura como erótico en un momento dado puede dejar de serlo en otro. Del mismo modo que aquello que era considerado obsceno ya no lo es. Y esto resulta muy interesante de observar y medir en la exposición.

En relación con las fotografías de Heinrich y Mapplethorpe, Américo Castilla, director de Patrimonio y Museos de la Secretaría de Cultura de la Nación, escribe: “A la distancia, y bombardeados como estamos por la publicidad que quita al cuerpo su misterio, parece absurdo pensar que esas imágenes puedan lesionar el pudor colectivo. Por el contrario, las obras que se exhiben invitan a reflexionar sobre ése y otros aspectos límites de la cultura de nuestro tiempo, una cultura que deseamos tolerante y profundamente comprensiva”.

Los límites muchas veces ambiguos entre erotismo y pornografía son continuamente redefinidos, de modo que en una muestra donde conviven erotismo y desnudez a través de distintos momentos de la historia, se ponen en sincronía imágenes que a lo largo del tiempo han provocado las más diversas miradas y reacciones. Erotismo, obscenidad, perversión, toda una gama que en buena parte se juega en las tensiones entre el autor y el receptor de la imagen. Y también debe tenerse en cuenta el arco que va de lo individual a lo social y que toda imagen supone como marco contextual mayor en el cual se inscribe.

De algún modo, cada obra construye o implica una mirada y así podría decirse que junto con un recorte puntual del desnudo pictórico y fotográfico como el que aquí se aprecia, se podría armar una historia de la mirada implícita que supone cada imagen. Como gestos que se combinan, convergen o se cruzan, la mirada del espectador y las intenciones del artista producen los más productivos intercambios, tanto esperados como inesperados.

Desde algunas obras nos miran modelos desafiantes, mientras que en otras las figuras que posan resultan neutras desde el punto de vista de su erotismo.

Las piezas aquí exhibidas suponen una gran variedad de épocas, soportes y estilos y una amplísima combinación de intenciones, deseos y actitudes...

Si el célebre Desnudo bajando la escalera que Duchamp pintó en 1912 dio por simbólicamente cerrado el género del desnudo pictórico, aquí en el Auditorium puede verse una módica aunque valorable reedición del desnudo, subiendo la escalera. (Boulevard Marítimo 2280, Mar del Plata, hasta el 25 de febrero. Entrada gratuita.)

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