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Miércoles, 17 de agosto de 2005

DISCOS

Lanzamientos

9-Mahler: Sinfonía Nº 8
Kent Nagano. Harmonia Mundi, 2005
El nombre “de los mil” es, por supuesto, engañoso. No tanto porque la genial octava sinfonía de Gustav Mahler, estrenada en 1910, suela hacerse con menos gente como por el hecho de que rara vez suenan todos juntos y la obra es un dechado de sutileza orquestal. Esta versión, donde Kent Nagano conduce el Rundfunkschor de Berlín, el Coro MDR de Leipzig, el de niños de Windsbacher y la Detches Symphonie-Orchestre de esa ciudad, logra toda la delicadeza necesaria en lo delicado y toda la potencia en lo potente.
D. F.


9-Beyond the Sound Barrier
Wayne Shorter Quartet. Verve, 2005
Wayne Shorter fue el único saxofonista surgido en los ’60 bajo la influencia de John Coltrane y capaz de lograr un estilo propio, tanto en sus propios discos para Blue Note como junto a los Jazz Messengers de Art Blakey y con Miles Davis. Después vino Weather Report y más tarde algunos proyectos no muy felices (como el dúo mpresionista con Herbie Hancock). Su nuevo cuarteto, con el que llegará este año a Buenos Aires, es un retorno a las fuentes. Danilo Pérez, John Patitucci y Brian Blade son sus compañeros de ruta ideales.
D. F.


8-Greatest Hits
Megadeth EMI, 2005
Eclipsada por Metallica en la batalla dialéctica del heavy metal de los ’80 y ‘90, finalmente Megadeth resistió los embates del mercado y de la vida con más dignidad que la banda de Hetfield. Los metaleros ortodoxos ven en Dave Mustaine al héroe que no se vendió (tal vez los excesos no le permitieron pensarlo mejor). De cualquier modo, siempre es bienvenida una recopilación de Megadeth. Dosificando la medida, un poco de In My Darkest Hour, Angry Again y Peace Sells ayuda a encarar la jornada con un extra de adrenalina.
F. D.


8-Manos a la obra
Juan Falú Epsa, 2005
El músico tucumano reúne aquí buena parte de sus composiciones originales para guitarra. Más allá del abordaje casi musicológico que acompaña el recorrido de tres décadas de creación y recreación folklórica, hay en toda la obra de Falú un tono y un despojo esenciales, como si quisiera prescindir de las estridencias criollistas que abundan en el género. Canciones instrumentales, aparentemente “inocuas” en su buen gusto, que esconden una posible interpretación de la argentinidad, si es que esto es posible.
F. D.

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