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Miércoles, 10 de mayo de 2006

DISCOS › “DEMON DAYS LIVE”

Los cuatro dibujos que tocan en vivo

El DVD de los shows en Manchester prueba que Gorillaz también impacta en escena.

 Por Eduardo Fabregat

¿Cómo llevar un invento, una banda virtual compuesta por cartoons que se dieron el lujo de vender millones de discos, a la experiencia en vivo? Ese fue uno de los primeros interrogantes que surgió a partir del éxito de Gorillaz, el disco de 2001 donde Damon Albarn, Dan “The Automator” Nakamura y el artista plástico Jamie Hewlett le dieron imagen y vida musical a 2-D, Russell, Murdoc y Noodle: cuatro cartoons que, lejos de estar dibujados, reventaron todo a caballo de los hits Clint Eastwood y 19-2000. Cuatro años después, Demon days significó la partida de The Automator y el ingreso del productor Danger Mouse, responsable de ese capítulo imperdible del mash up llamado Grey Album. El nuevo disco, aún mejor que el anterior, demostró que Gorillaz era algo más que una idea trasnochada. Pero, más allá de una aparición televisiva junto a Madonna y alguna performance puntual, el interrogante del principio seguía en pie. En las bateas argentinas, al fin, está la respuesta: el DVD Demon Days Live testifica la presentación del grupo en el Opera House de Manchester y con un batallón de músicos e invitados muy lejos de la virtualidad.

Registrado en noviembre de 2005, el show sirve entonces para demostrar cómo se muestra en vivo a los personajes de Hewlett/Albarn. Con la banda entre las sombras (aunque es imposible no reconocer el perfil del líder de Blur, sentado al piano) y una serie de pantallas oficiando de medium entre el cuarteto dibujado y el público, el show recrea el mismo orden de temas que el segundo disco, con el agregado de los bises Hong Kong y Latin Simone. Y lo hace por todo lo alto: al grupo base de “Mike Smith” (es decir Albarn, en teclados y voz), Simon Tong, Simon Jones (guitarras), Cass Browne (batería), Morgan Nicholls (bajo), Karl Vanden Bossche (percusión) y Darren Galea (bandejas) se suma una bruta sección de cuerdas y un coro de cuatro voces. Como si fuera poco, deben sumarse las apariciones de personajes como Neneh Cherry (en Kids with Guns), De la Soul (Feel good Inc.), el prócer Ike Turner (Every Planet we Reach is Dead), Martina Topley Bird (All alone), Shaun Ryder (Dare), un Ibrahim Ferrer también virtual (Latin Simone), el Manchester Gospel Choir y el coro de niños de dos escuelas de Manchester, que revisten a Dirty Harry de una impensada épica en vivo.

Viendo semejante experimento, aun en la tranquilidad del hogar, terminan resaltando dos curiosidades: por un lado, cómo semejante andamiaje de músicos y posibilidades, tan en la frontera del posible caos, se conjuga de un modo formidable. El show termina ganando una cohesión casi inesperada, y el tan cuestionado vivo de Gorillaz posee una naturalidad que convierte a aquel interrogante en una anécdota. Por otro lado, Demon Days Live reaviva cierto debate alrededor de la figura de Albarn: si en Blur la partida de Graham Coxon dejó el timón plenamente en manos del cantante, en Gorillaz sucedió algo similar con Nakamura. Esto no sólo habla de lo difícil que debe ser Albarn puertas adentro: también permite considerar a Gorillaz cada vez más como un proyecto solista de Damon. Y sin embargo, el muchacho brit pop de los ojos azules consigue dos resultados igualmente sorprendentes. Por un lado, Gorillaz sigue sonando como un asunto donde la colaboración de varios músicos es clave. Y por otro, hoy por hoy tiene mucha más sustancia, originalidad y capacidad de impacto que el mismísimo Blur. Y todo por cuatro dibujitos.

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