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Miércoles, 29 de marzo de 2006

TELEVISION › BACKSTAGE DE ESCENAS DE AMOR GAY, UN TEMA RETOMADO DESPUES DEL EXITO DE “SECRETO EN LA MONTAÑA”

Viaje al corazón de la escena sexual entre gays

La película Secreto en la montaña dio el envión final a la inclusión de escenas sexuales entre hombres en la tira El tiempo no para y en el unitario Al límite, en etapa de grabación: productores, actores y técnicos develan la trastienda del sexo gay, una temática que ya tiene su recorrido, pero que la televisión retoma.

 Por Julián Gorodischer

A la misma hora en lugares distintos de la ciudad, dos parejas de hombres están teniendo su primera aproximación sexual: es sólo para sendos programas de TV. ¿Acaso son secuelas tardías de la irrupción de Secreto en la montaña? Los involucrados dirán que “nada que ver”. Pero lo cierto es que, en el 2006, después de que Ennis del Mar (Heath Ledger) y Jack Twist (Jake Gyllenhaal) vivieran un romance apasionado en las colinas del medio oeste norteamericano, facilitando la conversión del añejo cowboy a nuevo héroe light, la tira El tiempo no para (por Canal 9, de lunes a viernes a las 22) y el unitario Al límite (en grabaciones, de la productora Endemol para Telefé) incorporaron a sus tramas el affaire sexual entre varones. Si hasta ahora el cupo de gays y travestis contemplaba arquetipos realistas (Luis Machín en Padre Coraje), amanerados caricaturescos (Nicolás Scarpino en Sin código) y travestis sin ejercicio de su sexualidad (Florencia de la Ve en Los Roldán), la novedad en el 2006, tal vez gracias a los permisos que brindó la candidatura de Secreto... a los premios Oscar (la integración de la pareja homosexual a la alfombra roja), es incorporarlos a la escena sexual.

Cuestión de marketing



El sexo gay televisado en Al límite, de Endemol, prevé un affaire sexual entre Florencio (Nicolás Cabré) y Fernando (Juan Gil Navarro), que se vinculan en una fiesta privada y, pronto, se retiran a un cuarto aparte. Ellos están comprometidos en una relación, y hasta allí no hay más novedad que la que convierte al galán para teens (los dos aludidos) en personaje gay. Saben, los dos, que ese affaire cotiza al actor joven (Gyllenhaal es uno de los actores mejores pagos de Hollywood, post-Secreto...) y hasta aceptan lo que les proponen: “Nunca plantearon una resistencia –asegura el director del programa, Diego Palacio–, siempre y cuando la escena esté justificada dramáticamente. No hay reparos. Tampoco tengo demasiado en claro, a priori, cómo va a estar planteada la relación: una hora antes de grabar me siento con los dos actores y hablo. Les propuse que uno de los dos (Cabré) lleve al otro y que el otro (Gil Navarro) se deje llevar”.

Para Pablo Culell, productor general de El tiempo no para, “en el 2006 hay una mayor apertura hacia el sexo gay. El público argentino es más abierto de lo que parece. Si bien estas historias de amor se vienen contando más allá del prejuicio o la burla desde Zona de riesgo II, Buenos Aires tiene hoy una mejor predisposición que otras ciudades de Latinoamérica. Hasta desde el marketing viene bien. Las historias homo dan rating: por morbo o identificación, son tramas que llaman la atención y que gustan. En ninguno de los casos se trata de hacer escenas de sexo gratuitamente”. En el estudio de El tiempo..., Quiroz y Di Santo no manejan los tics de la sobreactuación, ni enfatizan el apasionamiento, ni tampoco son demasiado parcos o elusivos a la hora de besarse o tocarse ante cámaras.

Cómo hacerlo



Si Quiroz tiene amplia experiencia en la interpretación de personajes gays (desde el excelente Son o se hacen, guionado por Constanza Novick, la misma de El tiempo...), recién en el 2006 concibe a la escena sexual como un momento no tachado por la elipsis. “Me gusta que el director no desdeñe la violencia implicada en el tema –dice–. Y que tenga algo de la energía de Happy Together, donde se cruzan el deseo y la violencia. Me interesa un tono como el de Querelle, jugando a los dados en el cabarulo, decidiendo por azar a ver quién se va a trincar al otro, y de pronto se para ahí, se baja los lienzos, hace muecas de cómo le duele y se la banca. Pero a la vez no quiero violentar al público; quiero que mi papá lo vea y se entere.”

Actores, director y productores consultados adhieren al manual para una escena sexual entre varones que propone el británico Charles McDougall, director de la serie Queer as Folk, de reciente visita al Festival de Mar del Plata: “Hay que homologarla –dijo a Página/12– al encuentro heterosexual, sin pruritos ni ostentación añadidos”. Y agregó algunos trucos para mantener un equilibrio entre los reparos de la corrección política y los efectismos del discurso publicitario. McDougall enumeró: a) pedir a los actores que desplieguen fantasías personales y recuerdos para enriquecer la composición; b) no respetar un sentido común de lo mostrable, sino ir un paso más allá de los permisos que se dan las propias audiencias: luego de Queer... o Sex and the City –dice–, gays y mujeres liberaron sus hábitos sexuales.... “Nunca hay que limitar la interpretación a la conciencia de estar haciéndolo entre dos hombres: es una escena sexual como tantas. Apunta a un todo”, coincide Walter Quiroz.

–Para hacerlo bien –explica Ludovico Di Santo, ex Jagger en Frecuencia 04–, todo tiene que ver con cómo te llevás con tu compañero. Trabajar con Walter es como pasar de jugar con los amigos al fútbol a jugar en Primera División.

–Pactamos entre nosotros –sigue Walter Quiroz– estar tranquis con el otro. Por suerte el equipo hace el aguante, y no está todo el tiempo diciendo eh, eh, eh. Vamos a ganar el terreno, sintámonos cómodos. Nos dimos cuenta de que, al hacerlo delante de la gente, no hacía falta tocarnos. Estamos en sintonía, jugando, conectados. Una vez que eso sucedió, nos dimos cuenta de que lo sustancial no era el contacto físico.

Dame otra piña



La trastienda de la escena sexual de El tiempo no para incluye a los dos actores tirados uno casi encima del otro, besándose, en una cama de dos plazas de las que abundan en este estudio de Palermo. Como si fuera un mix entre el Doble vida de los exaltados sexuales (2005, América) y el más lejano Verdad/consecuencia que coqueteó con sexualidades alternativas, El tiempo... se ve obligado a respetar un cupo: historia de varones (Quiroz-Di Santo) y entre mujeres (una que vendrá, con Julieta Cardinali). Mostrar, sin embargo, tiene sus límites. “En la escena de sexo no acabamos en cámara –asume Quiroz, que en la ficción es un treintañero iniciador–. En general aparecemos un poco antes o después de que pasó todo.” Sobre Secreto en la montaña como elemento inspirador, Quiroz agrega: “Tomemos un caso como el de Secreto en la montaña: no me pasa nada con la escena sexual en particular (en la carpa, una noche). Sí con la película y con cómo está abordado el tema. Si tuviera que pensar sus influencias, diría que me gusta que el director no desdeñe la violencia implicada en el tema, que la escena tenga esa cosa de lucha”.

Ludovico Di Santo: –En algún sentido, grabar estas escenas tiene algo que ver con el contacto con los amigos, con esa cosa latina que promueve el abrazo y el beso.

Walter Quiroz: –Que no me vengan con un beso, que no me pidan que le enrede el rulito. ¿Qué te pasa? Lo hacemos o no lo hacemos. Si eso está, ¡garpa!

“Empezamos a habituarnos al sexo gay viendo Queer as Folk –dice Diego Palacio, director de Al límite–. Hay momentos y coyunturas para que ciertos temas estén en la cabeza de la gente y alguien se atreva a contarlos.” Dice que el romance entre Nicolás Cabré y Juan Gil Navarro es un vínculo conflictivo porque para uno de los dos es la primera vez, y que cualquier persona que toma una decisión de esta naturaleza, aunque sólo la motive la curiosidad, la vive con cierta incomodidad. Como director, no sintió esa incomodidad: ya lo había hecho en Historias de sexo de gente común, y entendió que contaría la escena sexual entre varones del mismo modo que a la escena heterosexual. “Lo raro –sigue– es que por lo general la intimidad se comparte con poca gente, y éste es un espacio de intimidad expuesta.”

Para Pablo Culell, “cuando un chico dice a otro que lo quiere, lo tiene que querer realmente. No tiene que ligarse a una cuestión morbosa. Mi posición es: que sea como el beso entre hombre y mujer; si se muestra el cuerpo, que sea igual a lo hétero, que sea de verdad. Queer as Folk le gusta mucho a Sebastián Ortega; yo prefiero la mirada que aparece en una serie como Six Feet Under”. La fuente de Palacio, al dirigir, es la miniserie Angels in America (HBO, con Emma Thompson y Al Pacino), por cómo se contaron allí historias de gays (Al Pacino) como si la elección sexual fuera apenas una anécdota. “Su senador es, a la vez, gay y operador de la política conservadora... Me sirvió para complejizar el conflicto, para que no se trate de saber sólo si se acuesta o no con alguien sino sobre qué pasa cuando decide girar sobre su deseo y atreverse a acompañarlo.”

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Walter Quiroz y Ludovico Di Santo, amantes en El tiempo no para.
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