“La ecología está de moda”, titulan los portales femeninos y hablan de cómo la ropa y la indumentaria se hacen eco de esa otra supuesta moda, con diseños sustentables. Aunque apoya esas movidas, la preocupación por la ecología no es nueva en Elena Roger: según cuenta, le apareció en su infancia, en Barracas, donde todavía vive.

–¿Por qué comenzó a interesarse en la ecología?

–Siempre adoré los animales. Y cuando tenía quince años, mi hermano se metió en un grupo que se llamaba Costanera Sur. Mi casa estaba cerca de la Costanera y de la Reserva Ecológica. Este grupo cuidaba la Reserva, que era tierra de nadie. Había muchos incendios. Esas tierras eran como un relleno. En la época de los militares habían tirado abajo casas para hacer la autopista, entonces ahí se podían ver azulejos... de todo. Parecía el apocalipsis. Mucha gente tiraba cosas, no estaba cuidada. Yo me sumé, hacíamos jornadas de limpieza y visitas guiadas, porque ahí había muchas aves. En todos esos años en que eso había quedado abandonado se había armado un ecosistema maravilloso. Aprendí mucho en ese momento. Por ejemplo, aprendí cómo era la matanza de zorros para sacarles la piel. Entendí que si comprás pieles, ese mercado siempre va a existir. Todo esto siempre estuvo en mi cabeza. En un momento levanté la bandera. Ya soy grande y no doy más el brazo a torcer.

–¿Y entró en contacto con organizaciones?

–No, esto es mío. No soy de nadie. Puedo ayudar a campañas de Greenpeace o de la Fundación Vida Silvestre, o manifestarme contra la minería en el norte. Pero no soy de nadie.

–Los desastres ecológicos tienen mucho que ver con los sistemas económico-políticos. ¿Le interesa la política?

–Esta es una especie de política. Pero no me interesa la política. Lo que puedo hacer desde mi lugar es decirle a la gente que no soy sólo una artista, que me interesan estas cosas. Es una elección de vida, una visión, mi viaje. No pretendo que nadie lo siga. Si a alguien le hace un click en la cabeza o lo ayuda en algo, buenísimo.