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Martes, 25 de febrero de 2014

PLASTICA

El artista y la institución

 Por Fabián Lebenglik

Carlos Páez Vilaró logró meterse con su arte en todas partes y ser un artista popular, una marca registrada del Uruguay. Aunque muchas veces se consideró un artista del medio del Río de la Plata por sus vínculos, trabajos iniciales y su etapa inicial de residencia y trabajos en Buenos Aires.

Sus influencias fueron la música popular de acá y de allá: el tango, la murga, el carnaval. La vida en las calles, el sol –muy presente como símbolo y metáfora en sus obras–. Y entre sus muchas influencias “cultas” se destaca la de Pedro Figari (18611938), genial artista tardío que comenzó a pintar después de los cincuenta años y realizó pinturas de una belleza y una modernidad extraordinarias, donde la mancha se imponía sobre la línea, y el uso del color y la fuerza de la pincelada lo colocaron al borde de un abstraccionismo anticipatorio. El impacto de Figari sobre Páez fue enorme. De allí también le vienen a Páez Vilaró las imágenes de los bailes en las calles y su pasión artística por la negritud. Pero mientras Figari pintaba lo popular y la cultura afro desde el recuerdo, Páez Vilaró buscó hacerlo desde adentro, con los pies en el barro.

En sus muchos viajes se relacionó con Pablo Picasso, Salvador Dalí y Giorgio De Chirico.

De lo culto a lo popular sin divisiones, a mediados de los años cincuenta fue director del Museo de Arte Moderno de Montevideo, y a continuación, a fines de esa década, estuvo a cargo del Centro de Artes Populares del Uruguay.

Los motivos y quehaceres múltiples de Páez Vilaró, artista visual, promotor cultural, realizador de Casapueblo, una “escultura habitable”, vivienda, museo y paisaje esteño (como traducción uruguaya de las extrañas formas de Gaudí), transformaron a este creador en un artista de todos los estratos sociales. Sus realizaciones pasaron de la pintura al dibujo y del dibujo a las artes del fuego (ceramista), al cine y a la escritura. Tanto realizó miles de piezas –entre cuadros, dibujos, cerámicas y esculturas– cuanto murales (alrededor de una veintena) y también pintó el fuselaje de los aviones de Pluna o los patrulleros de policía o el fondo de la pileta del hotel Conrad. Fue un artista que gracias a su trabajo se transformó en una institución.

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