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Jueves, 6 de noviembre de 2014

CINE › SANTIAGO SEGURA HABLA DEL HUMOR, LA PROVOCACIóN, LOS LíMITES Y LA “CIENCIA FICCIóN POBRE”

“Es muy fácil pasarse y ofender al público”

El actor, guionista y director regresó a Buenos Aires con la flamante continuación de su exitosa saga de Torrente, el ex policía más desagradable e hilarante del cine español. “Es un humor muy negro, cabrón, irónico y muy cínico, y creo que eso gusta”, arriesga.

 Por Ezequiel Boetti

Vuelve el personaje más xenófobo, sucio, misógino, homofóbico y recalcitrantemente derechista del cine español. Vuelven las guarradas, las incorrecciones, el desubique constante, la mordacidad y las clásicas “pajillas”. Vuelve ese otrora reputado policía devenido en lumpen que es José Luis Torrente y, con él, el actor y director Santiago Segura a su querida Argentina. “Quería darle un premio a este público”, dice él ante Página/12 cuando recuerda la repercusión de Torrente 4 3D, debut de su personaje emblemático en las salas locales. Quizás así se explique por qué el futuro inmediato imaginado en Operación Eurovegas, que se estrena hoy, tiene a la Selección Nacional disputando la final de la Copa del Mundo contra... Cataluña: “Todos me decían que no, que tenía que ser España, pero yo estaba convencido de ir por la Argentina”. La elección del rival de Messi y compañía pone en primer plano la dimensión política de un film que dice bastante más que lo que sus puteadas y sinsentidos harían suponer.

Torrente fue, desde su debut en la pantalla grande en 1998, un personaje cargado de verdad, una suerte de conglomerado de lo peor de la idiosincrasia española que, para sorpresa de todos, incluso la del propio Segura, conectó rápidamente con el público, convirtiendo a las cuatro películas previas en rotundos éxitos de taquilla. “La verdad es que a mí también me llama la atención, pero creo que se da porque la promesa de diversión une mucho. Es un humor muy negro, cabrón, irónico y muy cínico, y creo que eso gusta”, arriesga el actor cuando se le pregunta por las razones del fenómeno. El tendal de guiños locales, las referencias y cameos de personajes de la cultura popular española y el carácter provocador de sus gags hacían de Torrente un producto difícil de exportar. Pero la rotación del cable y las descargas en Internet confabularon para expandirlo a gran parte del mundo, convirtiéndolo en uno de los máximos exponentes del humor grueso hispanoparlante. “He tenido suerte con los espectadores. Siempre digo que cuando ellos no quieran más dejaré a Torrente y haré otra cosa”, afirma Segura.

–¿Teme que llegue ese momento?

–Tanto como temer, no. Pero sí me daría mucha pena porque lo aprecio mucho y cuando como espectador me pasa eso, quiero seguir viéndolo en la pantalla. Ahora los fanáticos me escriben en Twitter diciéndome que están esperando la sexta, así que no puedo decir que sea el final, más allá de que no tenga una continuación en la cabeza y que considere que éste es un buen cierre. En España hay un dicho muy popular que dice: “Nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre”. Eso explica lo que pienso con Torrente.

–¿Cree que Torrente podría ser dirigido por otro director?

–Sí, estoy seguro de que cualquier idiota con una mínima experiencia podría dirigirlo. Pero como me levanto a las 5 de la mañana, prefiero tener tres sueldos: guionista, actor y director. Después de la primera película, pensé en hacer una serie de seis telefilms dirigidos por amigos: que Alex de la Iglesia estuviera en una, Guillermo del Toro en otra, Fernando Trueba y así. Que cada uno plasmara cómo ve al personaje, pero quedó en la nada. No es que la dirija yo porque crea que soy el más capacitado, sino porque pienso que nadie me querría de protagonista si no soy el director. No he hecho muchos protagónicos en mi vida, así que tengo que aprovechar. Con esta cara no me llaman mucho.

–Pero usted tiene una trayectoria interesante más allá de Torrente...

–Sí, pero muy casual. No es una carrera sólida, sino que básicamente me llaman mis amigos. No tengo cinco o seis guiones esperándome en la mesita de luz.

–¿Le gustaría incursionar en la dirección por fuera de este personaje?

–No me importaría hacerlo, pero escribir un guión, planificar un rodaje y hacerlo lleva más de un año de trabajo, y Torrente es como mi garantía de que ese tiempo estará invertido en una película que el público irá a ver.

La casa no está en orden

El aspecto de por sí satírico del personaje adquiere aún más matices en este film debido al tono políticamente crítico de su marco narrativo. Definida por su creador, protagonista y guionista como una película de “ciencia ficción pobre”, Torrente 5: Operación Eurovegas arranca en 2018, justo después de la liberación del ex policía de prisión, y transcurre en una España expulsada de la Unión Europea y de la Zona Euro, con la peseta nuevamente circulando de billetera a billetera y Mariano Rajoy aún en la Moncloa. “Lo que quería era, como siempre, hacer algún comentario sobre la realidad, e irme cuatro años adelante me daba la posibilidad de reírme de lo que está pasando ahora. Es una especie de ejercicio de Nostradamus en el que se predice cuál será el estado del país en un futuro cercano”, dice el comediante.

Es en ese contexto que un acaudalado mafioso paralítico –interpretado por ¡Alec Baldwin! (ver recuadro)– convoca al protagonista y a su troupe de subnormales con el objetivo de atracar el único casino construido en lo que en la vida real quiso ser la meca del juego del viejo continente: el Eurovegas del título, proyecto finalmente cancelado a fines de 2013 debido al rechazo del gobierno a las peticiones económicas del grupo inversor. Las ruinas del despilfarro ibérico no terminan allí, ya que la locación elegida para el desenlace es el faraónico aeropuerto de Ciudad Real. Construido en los ’90 a poco más de 200 kilómetros de Madrid con el objetivo de descongestionar la terminal de Barajas, hoy es un elefante blanco de 1100 millones de euros, con la pista más ancha de Europa y sin operaciones comerciales desde 2012. “Aquí la faceta política es más evidente, pero no fue intencional”, aclara Segura. “Ahora estoy contento porque me gusta mucho la película, pero siento que de aquí a tres o cuatro años puede envejecer peor, tal como les pasa a todas las historias coyunturales que hablan de cosas muy concretas. Aunque es cierto que lo importante de la sátira social es que haga reír en el momento”.

–¿Cómo es el proceso creativo? ¿Cómo se da cuenta de qué es lo que haría reír en un determinado contexto?

–Básicamente, tengo que sentir que hay una historia para contar y que me permita llenar dos horas con diversión. También tengo en cuenta la separación de las películas, porque si no saturaría al espectador. Entre la 3 y la 4 pasaron seis años en los que me dediqué a otros proyectos, y mientras tanto apuntaba en mi servilleta e iba pergeñando ideas, hasta que me dije que ya estaba lo suficientemente maduro como para hacer una película divertida. Para eso es muy bueno no tener una multinacional detrás que me presione diciéndome que sí o sí tiene que ser cada dos o tres años.

–Además, perdería toda la libertad...

–Sí, totalmente. En las últimas películas me di cuenta de que podía hacer lo que quisiera. Soy muy feliz; soy como un niño con divirtiéndose con juguetes carísimos y haciendo lo que le dé la gana.

–¿Sería viable Torrente sin esa libertad?

–No creo, no me imagino a alguien diciéndome “esto no es gracioso”, “esto es desagradable” o “esto no va a gustar”. Escucho mucho a mi entorno y a mis amigos, pero me gusta ser el último responsable. Sería insoportable que el que tome las decisiones finales no sea yo. Por eso me considero muy afortunado. Cuando veía la 4 pensaba: “Dios mío, cómo me atreví a hacer esto”. Eran cosas bastante desagradables, pero me gusta forzar la máquina y ver hasta dónde puede llegar el humor. Es muy fácil pasarse y ofender al público; nunca se sabe hasta dónde se puede tirar de la cuerda.

–En ese sentido, hace unos años usted hablaba de su interés no por provocar sino por divertir. ¿Cuál es el límite?

–Muchas veces la diversión viene a través de la provocación, y el límite para mí es cuando deja de ser divertido. Uno puede hacer una broma hasta que deje de ser graciosa. Es importante saber hasta dónde puedes estirar la cuerda, y hay gente que tiene mucho más feeling para darse cuenta. Uno puede hacer una broma en un funeral, y si se es un tipo con gracia y ángel, los demás sonreirán. Pero eso mismo dicho dos minutos más tarde o de forma diferente pierde sentido. Es como un ejercicio de alquimia.

–¿Por eso se dice que la comedia es uno de los géneros más difíciles de hacer?

–Me parece un género complicadísimo, además del más inmediato: hay 500 personas en un cine y, si nadie se ríe, has fracasado. En una película de terror no sabes cuántas se han asustado, al menos que las chicas chillen; en un drama es imposible saber cuántas se han conmovido. La risa es más evidente. Aquí fue increíble con Torrente 4 porque se reían en todos los gags. Incluso algunos que no habían funcionado en España aquí generaron muy buenos efectos.

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“Estoy seguro de que cualquier idiota con una mínima experiencia podría dirigir Torrente”, bromea Segura.
Imagen: Pablo Piovano
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