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Viernes, 11 de agosto de 2006

TEXTUAL

Una vez, en una fiesta, borracho, le dije a un tipo al que despreciaba que Chile me había quedado chico. En vez de insultarlo directamente, insulté a su país, que también es el mío. En todos estos años en que he vivido fuera, rozándome con lo mejor y lo peor de los apátridas, he llegado a dos certezas: nadie se va de su país porque sí (la gente no se va, huye, escapa, corre), y cuando alguien se instala a hablar mal de su país de origen, es porque se odia a sí mismo y, muchas veces, ni siquiera lo sabe.

Doce años, sí. Más ese año de intercambio en ese pueblito John Cougar Mellencamp de Indiana. ¿El mejor año de mi vida? Puede ser, al menos, 1981, mi año favorito, fue el año en que más forniqué, lo que no es exactamente lo mismo, pero tampoco está mal. Además, era joven. Cuando uno es joven, ve las cosas de otro modo. En rigor, uno no ve nada. Uno siente mucho y hace mucho, pero no ve ni piensa. Las gringas me encontraban exótico, latino, cool. ¿Habré sido alguna vez cool? Yo era el Foreign Exchange Student, el juguete nuevo. Era mejor que estar en Tercero Medio en el Santiago ochentero. Just a young latinamerican kid living as hard as he can. Puta, cómo pasa el tiempo. Adónde se va. Por qué deja tan poco.

* Fragmento de Cortos (Alfaguara).

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