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Jueves, 27 de octubre de 2005

CINE

La ficha

Ignacio Rogers asume que la realidad de su vida adolescente, la de sus amigos de la misma edad, se coló en sus actuaciones en El adolescente, de Federico León, y en Como un avión estrellado, de Ezequiel Acuña. Traspasa a la pantalla esa realidad, esos tics, esa torpeza corporal, la dificultad para seducir, para expresarse, que asume en su propia vida. Se lo vio como líder de un grupo de jóvenes en el teatro, más dominado y opaco en la película, siempre a tono con los conflictos del que se niega a crecer demasiado rápido. “Pero no son documentales sobre mi vida”, se ve obligado a aclarar.
Santiago Pedrero es de esos a los que el tiempo no toca, eterna baby face que no se altera con nada. Se lo recuerda en Verano del ’98, impactando en el horario familiar de Telefe con el asomo de una historia gay adolescente, antes del destape. Luego, Ezequiel Acuña lo adoptó como uno de sus fetiches e hizo de amigo de... en Nadar solo y en Como un avión estrellado. Cada vez más duro, más outsider, con menos rasgos de esa criatura televisiva que inauguró su carrera y más del endurecido por la tragedia o la depresión, así como se lo ve en los films de Acuña.
Ezequiel Acuña filmó tres cortos y dos largometrajes, y en toda su obra es posible detectar la misma soledad en sus protagonistas. Sus tres cortos (Raro, Rocío y Tokyo) y sus dos largos (Nadar solo y Como un avión estrellado) siguen la vida de gente que llegó tarde o de gente a la que le cuesta empezar, siempre bajo el signo de ir a destiempo. Si Nadar solo deja aparecer cierta expectativa de una vida mejor, con un romance posible en la playa, Como un avión estrellado retoma una vida adolescente cuando la desesperanza es todavía mayor, cuando el amor no se concreta ni fugazmente.

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