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Viernes, 1 de julio de 2016

ESCENAS

La palabra del hijo

Seré tu madre tranquila: teatro en primera persona donde la actuación utiliza la biografía como un campo lastimado de ficciones.

El formato de conferencia permite darle a ese pasado de la narración una actitud directa con el público. Allí, en ese lazo que lxs actores instalan como otra posibilidad dramática, aparece el presente de una invocación que nunca se aleja de ese rol del hijo.

Nacer implica recibir con la sangre todo un imaginario de afectos. El hijo ya fue ideado por la madre mientras la infancia hacía de las suyas en el terreno de la invención. Entre el mito de un parto a la hora de la cena aparece una avidez que no sólo se engolosina con las novelas de Alberto Migré, lo que Ariel toma para sí de esas mujeres que su madre trae al escenario familiar, es algo que no tiene materialidad en sus acciones ni en sus palabras y que él asume como poesía, como una interioridad a la que le otorga una letra encantada, facultad de un escritor que comienza a verlas como personajes. Es una mirada que no se asimila a los hechos sino que encuentra una enunciación más expositiva, como fenómenos del orden del recuerdo que el hijo lleva a una puesta en escena donde los objetos hablan de un mundo desmembrado, que se recompone con ciertas reticencias porque ir hacia lo vivido es una tarea borrosa, llena de imposibilidades, donde lo real se vuelve ajeno.

La actuación no se ampara en una idea de identificación. Fernanda Pérez Bodria asume a todas esas mujeres que hacen de la identidad un lugar siempre frágil a los cuerpos de madres y amigas. La interpretación es un procedimiento narrativo porque siempre interviene desde un lugar autoral. Pérez Bodria muestra a esos seres mientras Ariel los describe. Los personajes pasan a ser examinados, su lugar en la historia personal del dramaturgo y director devino en escritura, en el trabajo macizo de tratar de conocerse a partir de una feminidad que lo surcaba.

El pasado familiar se transforma en elemento arqueológico, una trama que el hijo no integra de un modo realista. El efecto de representación distrae de la empatía. La simulación del teatro es la posibilidad de convocar lo real sin la ilusión de transparencia. El recuerdo es una opacidad pero también un modo de ser contado. El punto de vista necesita del micrófono y de una voz que atenúe un poco los actos, que le dé a los hechos esa ambigüedad que derriba toda ambición de autoridad.

El relato de Ariel siempre parece estar armado a partir otros testimonios, como si él solo fuera el recopilador de todo aquello que resuena en una familia. Su madre y los desprendimientos femeninos que la constituyen como personaje, buscan poner en duda el idioma que ese hijo les arranca como un aprendizaje y que se tropieza siempre con la necesidad de separarse de ellas. De ser distinto.

En Seré tu madre tranquila la emoción, que parecía abandonada, casi enemiga entre tanto dato bizarro, entre tanta caracterización farsesca de los lugares comunes familiares, sorprende cómo un resultado teatral, como la artimaña en la que el ejercicio de la evocación se revela como una trama por la que el público transita casi como doble de los personajes. Sí se trata de una forma teatral que no se propone desarrollar una peripecia sino referirse a un mundo común al espectador que será necesario reestablecer como discurso, es porque ese inventario de sucesos familiares requieren de un aquí y ahora que cuestione su sentido pero que también lo muestre como piezas extirpadas de las estructuras que le dieron su condición de existencia para ser analizadas en una escena que alienta una voluntad reparadora, como la auténtica acción dramática que moviliza el espectáculo .

El pasado como un fuego que siempre camina con nosotrxs, a veces como cobijo y otras como un incendio que nos desmorona en cenizas.

Seré tu madre tranquila, escrita y dirigida por Ariel Gurevich, con las actuaciones de Fernanda Pérez Bodria y Juan Gabriel Miño se presenta los jueves a las 21.30 en el Camarín de las Musas.

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