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Viernes, 5 de enero de 2007

CIENCIA

Coca madre

Aun cuando la Iglesia Católica se ocupó durante la conquista de erradicar la planta de coca por considerarla “aliada del diablo” y aun cuando la Organización Mundial de la Salud la anotara en la lista de sustancias prohibidas, el uso de la hoja sigue presente en América y nuevos descubrimientos antropológicos sitúan esta tradición ligada con lo femenino desde al menos diez mil años antes de Cristo.

 Por Analia Bernardo

Estatuillas de sacerdotisas y chamanes coqueando con las típicas protuberancias en ambos cachetes, algunas del 2500 y el 1500 AC, fueron presentadas por María Estelina Quinatoa con el orgullo de quien ha buscado mucho y por fin encontró su tesoro. Antropóloga y curadora de la reserva arqueológica del Banco Central de su país, Ecuador, Quinatoa ha publicado numerosas investigaciones sobre los pueblos andinos y el uso que daban a la planta de coca. Es que para esta académica quichua –que suele vestir el traje tradicional de su pueblo– es una pérdida para el patrimonio cultural de su país que la misma planta que ha perdurando como alimento, medicina y ofrenda sagrada en ceremonias entre los indígenas de Colombia, Perú, Bolivia, el norte de Argentina y Chile, haya sido directamente “extirpada” de Ecuador desde la época colonial, cuando la Iglesia Católica condenó a la planta como satánica.

“Lamentablemente, a comienzo del siglo XVI la coca es extirpada de la población indígena ecuatoriana, no así en la Amazonía, donde su uso pervive; allí no se la cultiva, se la recolecta. Pero la población indígena de los Andes en mi país no conoce ni utiliza la coca. Nos sacaron este conocimiento y lo que estamos haciendo es despertar la conciencia junto con la recuperación de nuestra historia antigua donde la coca ocupa un importante lugar. Queremos que las prohibiciones legales que existen en mi país y en otros dejen de asociar la coca madre con la cocaína”, expresa María Estelina. “Queremos recuperar este patrimonio religioso que hemos tenido durante 11.000 años y que nos han prohibido en estos últimos 500 años.”

La antropóloga otavaleña afirma que durante la colonia la Iglesia Católica cobraba un diezmo al comercio de la coca. Pero cuando los sacerdotes comenzaron a coquear aparecen las bulas papales que prohíben terminantemente la agricultura, comercialización y uso de la coca porque la vincularon con el diablo. Por otra parte, “en el Ecuador no había las grandes minas que justificaran el uso de la coca para resistir el duro trabajo de explotación y para el siglo XVIII ya no se la conocía, siendo que el Ecuador había sido una alta zona productora. Tenemos sitios arqueológicos con terrazas donde fue cultivada”.

La diosa verde

Hablar de esta planta llamándola coca madre o mama coca revela su condición femenina y sagrada. “Así es”, explica sencillamente Quinatoa. “En el mundo andino cada elemento de la naturaleza –plantas, animales, mares, árboles, montañas, el sol, la luna, los seres humanos, etc.– está sexuado y tiene su propio espíritu. El ser humano no es el dominador de la naturaleza, no se ubica por encima de ella, sino que forma parte de ella, de la Pachamama. Y sabemos qué papel cumple cada uno para mantener el equilibrio de la naturaleza. Cuando alguno no está en equilibrio sobreviene el caos. Este conocimiento, en los últimos 500 años, ha sido visto como idolatría y así lo han mantenido ciertas mentalidades dominantes. Pero ahora las ciencias exactas están demostrando que teníamos razón, que no hay seres inertes, que todos tienen energía y están relacionados. Con estos códigos entendemos la vida, el mundo y nos entendemos a nosotros mismos. Con esta cosmovisión se desarrollaron pueblos que han llegado hasta la actualidad, con representaciones arquetípicas femeninas que siguen presentes, por eso, hablamos de la Madre Agua, de la Madre Luna, de las Madres Arboles, las Madres Plantas, de la Madre Montaña, la Tocatachi en mi país junto a Taita Imbabura, el Padre Montaña.”

Fotos: Sandra Cartasso

Venus morenas

Las “Venus de Valdivia” representan un gran descubrimiento arqueológico en península de Santa Elena, Ecuador. Se trata de estatuillas femeninas desnudas (casi no hay masculinas), las cerámicas más antiguas de todo el continente americano –las primeras fueron creadas hace 6 mil años, aunque continuaron produciéndose–. “Se han elaborado las teorías más diversas en torno de esas figuras que al principio fueron modeladas en piedra y luego en arcilla cocida y que aparecen en la sociedad sedentaria más antigua encontrada y la primera que trabajó la cerámica en toda América. Yo adhiero al estudio de una investigadora de mi país que las analizó desde una perspectiva matrilineal y descubrió que las figuras mostraban el paso de la infancia a la adultez. Algunas figuras son de niñas calvas o con poco pelo y a medida que las figuras aparecen con cuerpos más desarrollados, de mujeres adultas, tienen más cabello hasta llegar a importantes cabelleras, largas hasta la cintura. Algunas están embarazadas, otras no. Algunas son abstractas o muy estilizadas. Hay figuras con una pierna rota por motivos rituales. Otras que se usaron como colgantes, o son sonajas chamánicas como las que se usan en la curación y el sonido que emiten es casi imperceptible, sólo lo percibía la persona que era sanada... Todas tienen modelada la vulva.”

Quinatoa no las considera imágenes de deidades femeninas –porque, entre otras razones, las deidades eran representadas con formas zoomórficas– pero sí importantes representaciones que exaltan el papel de las mujeres en el desarrollo de las sociedades precolombinas. “Está comprobado etnográficamente que la cerámica precolombina es una actividad de las mujeres. He podido acompañar a las mujeres del pueblo Suar del Amazonas cuando van a un yacimiento escondido y le piden permiso a la diosa Nunguí para extraer arcilla y ellas producen una cerámica con la misma técnica que se usó en Valdivia hace tanto tiempo atrás. Las Venus no parecen imágenes de una diosa como Nunguí, más bien parecen ofrendas ceremoniales para ella, para la Madre Tierra.”

“Creo que la parte femenina fue más importante en esas épocas tempranas por la capacidad de la mujer para tener hijos, crear alimentos, saber de plantas sanadoras para curar a sus hijos y familias y el nexo con el clan, con el pueblo. Estas cualidades fueron más importantes que saber, por ejemplo, quién era el padre”, afirma Quinatoa. Cualidades femeninas que en la cosmovisión indígena tienen un sentido muy distinto a “las cualidades femeninas” occidentales, al destacar la presencia activa de las mujeres en los ámbitos públicos y privados de los pueblos precolombinos. Para la antropóloga es posible imaginar a las ceramistas de Valdivia como mujeres conscientes de sí mismas al expresar en las estatuillas el proceso transformador de niña a mujer en sus vidas.

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