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Viernes, 30 de marzo de 2007

DEBATES

La fe, en libertad

Desde su insustituible participación en las movilizaciones populares después del crimen de María Soledad Morales, Martha Pelloni no ha dejado de trabajar por la vigencia de los derechos humanos, especialmente de mujeres, niños y niñas. Instalada en Corrientes, denuncia desde allí las redes de trata y la complicidad política y también acusa recibo del “shock” que significó la última encíclica papal.

 Por Roxana Sandá

Para que de una vez por todas salga una ley contra la trata y el tráfico de personas con fines de explotación sexual, la política oficial tiene que ser transparente. Pero me pregunto si existe una decisión política real por parte del Gobierno para que esta ley pueda sancionarse.” La frase que espesó el aire de un prestigioso auditorio fue pronunciada con la sonrisa de quien acostumbra a desmerecer el miedo. Y su portadora, Martha Pelloni, conoce de sobra que algunas chicanas pueden encender caminos. “Hay que socializar la resistencia”, recita con un guiño que encierra buena parte de su pensamiento. Aunque por estas horas la amplitud de esa teoría choque de bruces contra la sordera judicial de su provincia, un compromiso social ausente y, sobre todo, contra los últimos atajos papales dispuestos a enfilar por el sendero más ortodoxo del catolicismo.

Participante de la Jornada de Trata y Tráfico de Personas que organizó el Ministerio de Relaciones Exteriores el lunes último, desde la Comisión de Equidad de Género del Consejo Consultivo de la Sociedad Civil (CCSC) –un espacio de diálogo integrado por otras 1261 organizaciones sociales–, Pelloni dejó sentado que “el problema del mercado de trata y tráfico es que es parte del lavado de dinero; políticos, jueces y municipios están apalabrados. Sin embargo, hay otro motivo que la demora, y es la subsistencia de la mentalidad machista: al cliente no se lo sanciona y la víctima siempre pasa a ser la victimaria”.

Muchas de las denuncias que desde hace años viene realizando en Corrientes dejan al descubierto esa mirada de la Justicia local.

–Tenemos el caso concreto de un profesor, abogado, que lo denunciamos por abusar de alumnos y alumnas durante 25 años, canjeando notas por sexo. En la actualidad, algunas de esas chicas están en la prostitución. Pese a esto fue sobreseído y hoy yo tengo que soportar una demanda civil. ¿Qué creen que pasó? La sociedad y la docencia correntinas no se expresaron, y los que denunciamos estamos solos en medio del desierto. Si la Justicia sigue siendo mugrienta e injusta, voy a tener que pagar una pena de servicio comunitario, como lo he hecho otras veces. Y eso es denigrante.

¿Por qué cree que en Corrientes, como en otras provincias, el silenciamiento es brutal?

–Porque es una sociedad conservadora, feudal y militarista, donde el silencio es la realidad cotidiana para muchos temas graves.

¿Cómo es posible acallar la problemática del tráfico de niños y la prostitución infantil, cuando Corrientes y la Triple Frontera son considerados puntos negros de la región?

–Porque la pobreza va en aumento y porque hay intereses políticos y de dinero muy fuertes. La corrupción no está erradicada: esto significa que las estructuras políticas siguen siendo corruptas. Sin ir más lejos, está la cuestión de la policía en Corrientes. Vivimos articulando redes y aun así tenemos apremios ilegales como en las mejores épocas de la dictadura. Contamos con la Subsecretaría de Derechos Humanos provincial y nuestro poder está allí, pero hay que andar haciendo presencia y exigencia constante, porque todavía la falta de compromiso social es muy fuerte. Desde los organismos exigimos al Estado que cumpla con lo que la gente necesita, ¿pero quién mueve al Estado? No podemos seguir siendo espectadores de lo que está pasando. Por eso muchos y muchas creemos en la construcción de movimientos como los de Evo Morales y Lula da Silva.

Y en el mientras tanto...

–Fundamos la Casa de Derechos Humanos de Curuzú Cuatiá hace cuatro años, donde trabajamos sobre prevención en violencia familiar y abuso infantil en talleres con equipos interdisciplinarios. Empezamos con un proyecto de Cáritas Alemania, investigando el tráfico de niños y la prostitución infantil, luego incorporamos el tema trata porque es el marco de toda la problemática, y a través de los talleres detectamos los casos de abuso y prostitución, que son tratados en grupos de autoayuda o en forma particular.

¿Cómo abordan la problemática del abuso?

–Estamos trabajando sobre el “acogimiento familiar”, que sobrepasa a la familia biológica. Es la familia social, en la que articulan el municipio, el juzgado, la salud pública y la ONG. Toda la sociedad se compromete a cuidar de esa niña que no tiene la contención de su familia biológica. Podría pensarse que es muy utópico, pero hemos logrado ubicar a algunas chicas. Por supuesto, tratamos de obviar a la policía, porque primero habría que formarla.

¿Los jueces son sensibles a este proyecto?

–Cuesta mucho llegar al juez y convencerlo de que trabajemos juntos, porque además de ese machismo emergente, son corporativistas de la Justicia. En la mayoría de los casos que tuvimos de abuso y violencia familiar tendieron a culpabilizan a la mujer. Al hombre no se lo toca. Los jueces de Corrientes ensayan siempre las mismas fórmulas con las mujeres que llegan a sus despachos: la del “algo habrás hecho”, el “qué le hiciste a tu marido para que haya reaccionado de esa manera” o si no les pegan cuatro gritos y la mandan para sus casas.

BENEDICTO

El anuncio del Sacramentum Caritatis, la controvertida exhortación sobre la eucaristía rubricada por Benedicto XVI, significó para la hermana Pelloni “un shock muy grande”, y la inquietud se le agrava cuando advierte que las reconvenciones papales forman parte de un proceso encarado con carácter de “urgencia”, según admitió el propio Vaticano.

“Era de esperar que el Papa fuera coherente con lo que siempre ha escrito y fundamentado, salvaguardando la ortodoxia de la doctrina católica”, concluye. “Pero para nosotros, los latinoamericanos, esto fue un shock muy grande, porque a partir del Concilio Vaticano II que sedimentó en los documentos de Medellín y Puebla, se habían dejado atrás muchas cuestiones, y con la Teología de la Liberación tuvimos una renovación en todo aquello que no es dogma y es modificable dentro de las estructuras de la Iglesia latinoamericana.”

Con las recomendaciones sobre el celibato sacerdotal, el planteo de que los divorciados no pueden participar de la eucaristía y la celebración en latín de las liturgias internacionales, el tablero pastoral termina por disciplinarse en la línea del pensamiento papal.

–No creo que ahora la formación de los seminaristas tenga como objetivo poder celebrar en un futuro misas en latín; sería un retroceso para nuestras culturas. La fe debe convertirse realmente en una proyección de respuesta de vida de mujeres y hombres, y esto no puede lograrse si no hay una encarnación en la propia cultura. Son los avances que dio la Teología de la Liberación: tratar de despejar en el hombre todo aquello que lo aparta de Dios.

¿Qué opinión le merece la notificación del Vaticano al teólogo Jon Sobrino, a quien se condenó por considerar que no está en conformidad con la doctrina de la Iglesia?

–Todos estos actos han producido un desequilibrio en nuestra Iglesia y generaron una gran polémica. El mismo Sobrino solicitó compartir con Benedicto XVI sus reflexiones, pero éste dice que el teólogo ha restado valor a la divinidad de Jesús, resaltando demasiado su condición humana.

¿Esta exacerbación progresiva de los guardianes de la ortodoxia trae aparejado un alejamiento de católicos y católicas?

–Es un punto clave el vacío que se va produciendo en la Iglesia Católica, por lo menos en la Argentina, y sabemos que en Europa pasa lo mismo, frente al gran avance de otras religiones cristianas que tienen una dimensión de liberación de las mujeres y los hombres mucho más amplia que la nuestra. Debemos tener cuidado de los dogmatismos fuertes con un sentido de custodia. Aunque no quiero creer que eso esté sucediendo con nuestro catolicismo, porque nos llevaría a un fundamentalismo cerrado, y ya tenemos sectores ultraconservadores como el Opus Dei y Comunión y Liberación.

En este contexto, ¿qué pueden esperar las mujeres católicas de su Iglesia?

–Más allá de que yo esté de acuerdo o no, la Iglesia ha dado su palabra respecto de la moral sexual. Pero creo que la mujer de hoy pretende una respuesta más amplia, que la libere de muchos cánones. Las mujeres están buscando una vivencia más libre dentro de nuestra fe.

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