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Viernes, 7 de septiembre de 2007

INUTILíSIMO

Destetando al niño

Entre los múltiples problemas que se deben superar en la primera etapa de la maternidad, sin duda el destete ocupa un lugar destacado. Es decir, “el abandono del régimen lácteo por parte del niño alimentado al pecho, aunque esa palabra se aplique por extensión al que se haya nutrido con leche animal”, según advierte Alejandro Lamas en Maternología. Guía para la crianza, higiene y educación física, moral e intelectual de los niños en la primera infancia, Barreiro y Ramos Editores, Montevideo, 1913, 4ª edición.

El doctor Lamas, que no es pediatra sino cirujano dentista, pero también catedrático de Fisicultura, cita a los doctores Comby, Fonssarive y Trousseau, quienes responden a la crucial pregunta de cuándo se debe destetar: “Algunos médicos –son raros– aconsejan destetar por completo muy temprano a los niños: entre los 10 y los 13 meses. Pretenden que una criatura mantenida mucho tiempo con el pecho termina por debilitarse, por rehusar de la alimentación más sustanciosa que se le presenta”. Los facultativos arriba mencionados reconocen que madres y nodrizas, cuando se aproxima el duodécimo mes, empiezan a fatigarse o no tienen suficiente cantidad de leche y además ésta se empobrece. De modo que, efectivamente, si la criatura es alimentada únicamente con leche hasta el año o más, su nutrición sería insuficiente, “aunque conserve su buen aspecto, tendrá las carnes flojas, los huesos débiles, caminará más tarde, carecerá de fuerzas”. Por eso, nadie medianamente sensato indicaría la lactancia exclusiva durante tiempo tan prolongado: todos los doctores coinciden en que alrededor del octavo mes es preciso apuntalar a la nodriza y darle al niño, “sin privarlo por eso del seno”, un suplemento adecuado: leche vacuna, sopas, papillas, etcétera.

Con este régimen, pues, se evita el destete precoz que puede ofrecer serios inconvenientes, a saber: “Se priva a un niño quizá delicado de un alimento incomparable, de un recurso precioso para los buenos y los malos días, sobre todo en caso de enfermedad”. Porque la leche de mujer –sea de la madre o de nodriza contratada– conviene al niño más allá de los doce primeros meses, ya que ejerce una influencia benéfica todavía durante el segundo año: ayuda a tolerar y a digerir los alimentos sólidos (“es en cierto modo la salsa que hace comer el pescado”, nos ilumina el doctor Lamas).

Al parecer, la mayor parte de los médicos consultados por el autor de Maternología está de acuerdo en desaprobar el destete en verano, estación en que los alimentos “están propensos a la fermentación, lo que puede perturbar la digestión”. Y por cierto, esta separación del seno debe ser gradual, reduciendo poco a poco el número de mamadas hasta llegar a administrar una por día. Claro que hay que enfrentar momentos incómodos, porque en general “las criaturas se rehúsan obstinadamente a despedirse del seno, lloran ante la sola vista de la nodriza”. Por eso, cuando llegue la hora del destete total, conviene alejar a la persona que amamanta, y “si el niño recibe el pecho de la madre y ésta no consiente en separarse unos días, se lo destetará mojando el seno con una sustancia amarga (solución de aloe, quinina): cuando la criatura haya probado este sabor tan desagradable, no insistirá en volver al seno”, nos garantiza el doctor Alejandro Lamas. Por ventura, ¿a alguna de nuestras lectoras se le ocurre un sistema pedagógico más eficaz, más contundente?

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