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Viernes, 13 de agosto de 2004

MONDO FISHON

Adorables pioneros

Que pantalón se escriba con minúscula y que su uso como sustantivo se remonte a unos cuantos siglos no quiere decir que detrás del nombre de esta prenda –como de tantas otras– no se oculte una persona hecha y derecha que cuenta con el ignoto honor de haberse inmortalizado sólo por lucir por primera vez un modelito particular. En el caso del pantalón, símbolo de la libertad femenina a principios del siglo XX, lo que hay detrás es un veneciano viejo y avaro llamado Pantaleón que en la comedia italiana era representado con calzones tan largos que llegaban hasta el piso. El famosísimo e infaltable cardigan –ese saquito tejido que puede contar con un delicado ribete de piel–, que Coco Chanel convirtió en básico, tiene un origen menos glamoroso: era la prenda que usaban los soldados británicos al mando de un tal conde Cardigan durante la guerra de Crimea. Y de esta misma guerra –muy fashion, por cierto–, nació la manga raglan, esa que es tan difícil de tejer (hay que descontar puntos hasta conseguir una diagonal) y tan cómoda para usar. Es que lord Ranglan, comandante británico fallecido en 1855, inventó ese tipo de sisa para disimular –la elegancia ante todo– la pérdida de un brazo amputado en la batalla de Waterloo. ¿Y el encantador muchacho de la foto? Se trata de Don Jules Léotard, trapecista francés de mitad del siglo XIX que sin miedo al prejuicio ni a las habladurías machistas calzó la cómoda prenda, ahora llamada leotardo, y se dedicó con plena libertad a sus piruetas. Ni lerdo ni perezoso, su competidor en las arenas circenses, monsieur Malliot, corrió a un fabricante de medias y mejoró las mallas que todas hemos usado alguna vez, igual que a sus herederas, las clásicas panties.

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