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Viernes, 27 de febrero de 2004

¿Un mercado paralelo de óvulos?

Por Ana Maria Vara *

Cuando se habla de clonación aparecen fantasías como la de Los chicos del Brasil, es decir, las derivadas del uso de la clonación reproductiva: la técnica para hacer personas idénticas, “gemelos” separados por los años. Hacer ese tipo de clon está mal, muy mal: podríamos revivir a Hitler, se apresuran a alertar algunas voces. Aunque sabemos que no es así, porque Hitler –como cualquiera de nosotros– no fue sólo sus genes.
El problema del cuco de la clonación reproductiva, sin embargo, es que tiene el efecto de saturar la imaginación moral. Así, obtura la discusión sobre la otra forma de clonación, la que no busca obtener una persona sino sólo unas pocas células, que serían destinadas a la investigación con fines terapéuticos: se podría terminar con la diabetes o el Parkinson y permitirnos obtener tejidos para transplantes perfectamente compatibles con el receptor.
Pero este otro tipo de clonación tampoco está exento de dilemas morales. En primer lugar, para realizar cualquier tipo de clonación se necesitan óvulos, que no son cualquier célula. A diferencia de los espermatozoides, los óvulos son escasos y difíciles de obtener: el procedimiento requiere estimulación hormonal, ultrasonido para comprobar la maduración y una pequeña cirugía. Además, los óvulos envejecen: cada mujer nace con alrededor de cuatrocientos mil, y éstos no se multiplican.
Por esta razón, la empresa Advanced Cell Technology, que fue la primera en ensayar la clonación terapéutica, ofreció 4000 dólares a cada donante de óvulos. Con esta recompensa consiguieron apenas 19 óvulos. Aclaremos que, en los Estados Unidos, este tipo de transacción es aceptable: rutinariamente, distintas clínicas de fertilidad publican avisos en los diarios convocando a donantes de óvulos para fertilización in vitro, ofreciendo unos 7000 dólares. De tanto en tanto, además, alguna pareja decide hacer la búsqueda por su cuenta, eleva los requisitos y llega a ofrecer hasta 50.000 dólares.
Los investigadores coreanos –según informaron– obtuvieron 242 óvulos, de apenas 16 donantes, que los cedieron gratuitamente. De ellos, seleccionaron 176, a los que les extrajeron su núcleo, para reemplazarlo con el núcleo de otras células tomadas de las mismas mujeres. Ensayaron 14 “recetas” de clonación diferentes. Esto confirma que, por ahora, la clonación es meramente una técnica, una suerte de artesanía: no se sabe por qué una receta funciona y otra no.
Así, obtuvieron 30 embriones que alcanzaron el estadio de blastocisto, que es la etapa de maduración de la cual se pueden extraer células madres. Y de esos 30 blastocistos, obtuvieron 20 grupos de células madres. Sólo uno de esos 20 grupos de células se convirtió en una línea celular establecida, es decir, un cultivo de laboratorio que se puede sostener y multiplicar, y con el que se puede hacer investigación.
En resumen, se necesitaron 242 óvulos para obtener una sola línea de células madres. Este derroche de recursos irreemplazables ya resulta cuestionable. Y abre las puertas a un posible mercado de óvulos. La clonación terapéutica tiene muchas facetas cuestionables que habrá que analizar y sopesar, ahora que se ha convertido en una realidad.

* Periodista científica e investigadora en temas de ciencia y sociedad del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia “José Babini”, de la Universidad Nacional de General San Martín y egresada del Master of Arts in Media Ecology - Studies in Communication, New York University.

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