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Viernes, 25 de septiembre de 2009

JEFFERSON DREZETT, DIRECTOR DEL NúCLEO DE ATENCIóN INTEGRAL DE LA MUJER EN SITUACIóN DE VIOLENCIA SEXUAL Y ABORTO LEGAL, DE SAN PABLO; CONSULTOR DEL MINISTERIO DE SALUD NACIONAL E INTEGRANTE DE LA COMISIóN DE ABORTO LEGAL DE LA SOCIEDAD BRASILEñA DE REPRODUCCIóN HUMANA.

“El riesgo de muerte no existe cuando el aborto es legal”

 Por Luciana Peker

¿Cómo empezó su relación con la temática del aborto?

–Fue una convicción personal. A los 15 años, yo era muy muy católico y participaba de encuentros de jóvenes y el cura decía que si una mujer estaba embarazada y podía morir, Dios debía decidir si ella moría o no, pero ella debía seguir con el embarazo. Pero yo disentí con él y me empecé a distanciar de la religión. No se puede imponer un embarazo a la mujer, que tiene derecho a decidir, ni se la puede dejar librada a la muerte. Con la religión la relación termina cuando fui excomulgado –un gran mérito en mi curriculum– por trabajar en el más grande servicio de aborto legal del país, que tenemos desde hace 15 años. Hacemos 1 de cada 2 abortos legales en Brasil. En 1940 se aprobó una ley pero los servicios no hacían nada, recién se realizó el primero cerca de 1990.

¿En qué casos el aborto es legal en Brasil?

–Cuando la mujer corre riesgo de muerte o cuando el embarazo es producto de violencia sexual. En esos casos, no es un delito. Pero la ley brasileña no prevé abortos legales para casos de anencefalias o anomalías graves incompatibles con la vida (de los fetos). En estos casos, hace más de diez años los jueces brasileños permiten que la mujer lo haga, siempre que la mujer lo pida. Y se necesita la autorización judicial para que se interrumpa el embarazo.

¿No hay que pedir autorización judicial en todos los casos?

–Es un absurdo completo que si la mujer se está muriendo deba pedir autorización a los jueces porque la mujer va a morir antes. En los casos de violación, mucha gente cree que es necesaria una denuncia policial, pero no es cierto. No es obligatorio empezar un proceso en la Justicia. Es un tema de salud, por eso, no necesitamos la comunicación de la policía. Esta semana hicimos tres abortos legales, dos mujeres hicieron la denuncia y otra no. La mujer que no lo comunicó era porque el violador era un traficante que la amenazó de muerte si iba a la policía, entonces no había por qué pedirle ese requisito. En el 2005 sacamos el pedido de la denuncia policial, a través del Ministerio de Salud, y no es necesaria la denuncia judicial de la violación.

En la Argentina también hay casos de abortos inimputables, pero no hay ningún hospital o servicio especializado en abortos legales. ¿Usted recomienda el sistema brasileño para impedir las trabas?

–Aunque la ley no sea igual a la brasileña, son parecidas. Pero lo que pasa ahora en Argentina es lo que pasó en Brasil durante cincuenta años. La ley era clara pero por medio siglo los servicios de salud olvidaron la ley. Esto se cambió en San Pablo, en 1989, cuando se decidió hacer cumplir la ley. Ahora hay 700 servicios disponibles en todo el país para hacer abortos legales. Algunos todavía no tuvieron un caso, pero existen. No se puede esperar que todos los servicios vayan a hacer abortos legales: las mujeres no necesitan de 100 servicios en una ciudad, sino de uno que sirva de ejemplo para que otros lo hagan. Con esto, se empieza a crear fuerza y seguridad. Pero es muy difícil que en todos los hospitales se cumpla la ley y que todos tengan personal calificado y sensible. Es mejor que haya servicios estratégicos, pero calificados. Ahora, en todas las regiones hay algún hospital con personal calificado.

¿Cuántos abortos se practican en Brasil?

–Es un horror: se practican 1.200.000 abortos ilegales, según datos oficiales. Pero los legales –como hay restricciones– son muy pocos. En nuestro servicio, hacemos entre 90 y 100 abortos legales por año y en el país, 250 o 300 abortos legales por año. En el Nordeste hay una mortalidad materna muy alta y en el sur muy baja. En Amazonas o Bahía el aborto es la primera causa de mortalidad materna, por eso es un reflejo de la desigualdad social y regional.

¿Qué diferencias hay entre un aborto clandestino y un aborto legal?

–Inmensas. Las mujeres que experimentan un aborto clandestino siempre se arriesgan a la posibilidad de que sean inseguros y se convierten en sobrevivientes. Las mujeres son capaces de superar el impacto psicológico del aborto, pero las afecta sentir que hicieron algo ilegal y se sienten delincuentes. Eso es lo peor para las mujeres: la sensación de vergüenza. En cambio, las que pueden recibir atención médica y psicológica calificada tienen resultados completamente distintos. Nosotros les preguntamos a las mujeres cómo está su pareja, su vida, su trabajo, su amistad, su sexualidad después de dos o diez años de un aborto legal y las mujeres están muy bien. Superan el embarazo no deseado y el aborto. Les preguntamos si están arrepentidas y todas dicen: “No, no estoy arrepentida. Si estuviera en la misma situación lo haría nuevamente”. No existe ninguna mujer que se arrepienta de haber realizado el aborto, como dicen los fundamentalistas. Sí, por supuesto, lo más difícil no es la superación del aborto, sino de la violación. Lo más importante es la reparación emocional. De cada cuatro mujeres que sufren violación, una intenta el suicidio. Pero cuando puede recibir una atención calificada la diferencia es sustancial.

¿Qué nivel de mortalidad materna o de lesiones tienen registrados en los abortos legales?

–Nada. Cero. ¿Qué más querés que te diga? Yo trabajo hace 15 años con un equipo de dos ginecólogas más e hicimos 900 abortos legales en total.

¿Nunca se murió una mujer?

–¿Morir? ¡Jamás! Nunca un aborto en nuestro servicio tuvo una complicación, ni pequeña, ni mediana, ni grande.

¿Ni un caso de infertilidad post aborto?

–Nada, de nada, ni quirúrgica, ni clínica, ni anestésica, infecciosa, posoperatoria, nada. Y la mitad de los casos son de abortos hasta 12 semanas y la otra mitad son abortos entre 13 y 20 semanas que son más tardíos y más complejos.

¿Qué método usan?

–Hasta las 12 semanas usamos el método manual (AMEU), pero se puede hacer el aborto medicamentoso, con misoprostol. Yo prefiero lo que la mujer prefiere. Nosotros la ayudamos a elegir lo que ellas prefieren. El 99 por ciento elige la aspiración porque dura cinco minutos y se vuelven a su casa caminando. Es muy seguro y muy rápido. Las que tienen más de 13 semanas se quedan en el hospital y les damos misoprostol en dosis variables hasta que expulsen el embarazo. Tenemos 97 por ciento de efectividad con el uso de misoprostol y hay un 3 por ciento de casos muy complicados, que hacemos un aborto por una incisión y abrimos el útero. Son casos extremos porque la efectividad del misoprostol es muy alta. Pero, de todos modos, ninguna mujer se va embarazada de nuestro servicio si no lo quiere.

¿Qué pasa cuando llega una adolescente embarazada o una mujer que no tiene medios económicos para no tener un hijo?

–¿Y no hay violación?

No.

–No puedo hacer nada diferente de lo que dice la ley. Si los daños para su salud la ponen en riesgo de muerte lo puede hacer, pero, si no, la ley no me lo permite. En general, la mujer viene a buscar consejería preaborto con nosotros. No le puedo dar indicaciones porque sería ilegal y tendría muchos problemas con la Justicia, pero voy a intentar que lo haga de una manera segura. Pero todos los servicios tienen que tener servicios post aborto de la más alta calidad. Es inadmisible que se le diga a una mujer: “No te voy a atender porque te hiciste un aborto clandestino”. Es ilegal y discriminador.

¿Ustedes atienden a una mujer que llega con una hemorragia?

–Sí, seguro. Pero además estoy claramente a favor de la despenalización del aborto.

¿Cómo le afecta firmar un certificado de defunción de una mujer cuando sabe que la muerte por aborto es evitable?

–La muerte materna es una tragedia evitable, siempre. No te puedes poner indiferente a la muerte de una mujer. Si la muerte de una mujer no te duele como médico hay que pensar en jubilarse.

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Imagen: Juana Ghersa
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