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Lunes, 3 de marzo de 2014

FúTBOL › EL PARTIDO QUE JUGó RAMóN DíAZ AL COSTADO DEL CAMPO DE JUEGO

Con la mirada puesta en el banco

El técnico vivió el partido con intensidad y el resultado lo sacó a flote. Especialmente porque fue más dulce que de costumbre.

 Por Juan José Panno

“Ojalá que los hinchas de River reciban a Ramón como los hinchas de Boca recibieron a Bianchi”, dijo en la semana Enzo Francescoli, que viene a ser como el alter ego del presidente del club, Rodolfo D’Onofrio.

“No hay ningún plazo, el plazo es el contrato de Ramón Díaz. Tiene todo nuestro apoyo”, había declarado el titular del club, aunque no se privó de aclarar que “si las cosas no funcionan, Ramón se daría cuenta y dirá ‘hasta acá llegué’”. O sea, “te respaldamos en la medida en que los resultados acompañen”.

Los hinchas de River no le prestaron mucha atención a Francescoli. Cuando el equipo salió a la cancha, entonaron tres cantitos diferentes con River como eje y recién entonces, y por algunos segundos, cantaron aquello de “Oioioioioio, es el equipo de Ramón”. Apoyo con restricciones, como el de los dirigentes y sus asesores. No fue como había sido con Carlos Bianchi, cuando Boca jugó con Estudiantes, ni por asomo. Al final del partido, eso sí, con la chapa puesta del resultado y con la satisfacción de un triunfo merecido que llegó a través de una buena actuación, el “oioioioio...” sonó un poco más fuerte.

Y así como la semana pasada causó sorpresa que el entrenador sacara de la cancha a Teo Gutiérrez (y se lo cuestionó por ello), esta vez se lo elogiará y se dirá que le dio una buena lección al colombiano reemplazándolo, y que lo estimuló para que se pusiera las pilas, convirtiera un gol y protagonizara otras jugadas de peligro frente al arco de San Lorenzo. Algo parecido a lo que había hecho Bianchi con Sánchez Miño en Boca, si se trata de seguir las comparaciones entre los dos grandes.

River le ganó a San Lorenzo y ahora se analiza como un gran acierto que el técnico pusiera a Augusto Solari, que no es lateral, marcando la punta para armar la línea de cuatro. Del mismo modo que se interpreta que fue muy inteligente la inclusión de Rojas y del Lobo Ledesma en el mediocampo, y la exclusión de Ponzio. No es difícil deducir qué se hubiese dicho si River no hubiera disfrutado de todas las ventajas que le dio San Lorenzo, especialmente en el primer tiempo, en el que casi no pateó ningún tiro al arco.

Ramón Díaz vivió el partido con intensidad. Sabía que si los dirigentes le pedían a la gente que apoyara es porque se está caminando sobre los límites. Una derrota contra San Lorenzo, otra actuación como las cumplidas contra Godoy Cruz y Colón, lo hubiera dejado al borde del abismo. Por eso gritó más que otras veces, se enojó con el cuarto árbitro en algunas jugadas discutibles (nota al margen: ¿qué ganan los entrenadores que le protestan al árbitro suplente por las supuestas fallas del titular?) y estimuló a los jugadores cuando alguna jugada salió bien.

La victoria tiene un gusto mucho más dulzón si se traza un paralelo con la actuación que cumplió Boca contra Vélez, porque ya se sabe lo pendientes que están unos de otros. Y eso hace que se duplique el valor de los logros propios si al rival de siempre le va mal. Así se dio –a la inversa– la semana pasada, cuando Boca venció a Estudiantes y River perdió en Santa Fe.

Más allá de lo que digan o sugieran los directivos de Boca y de River, más allá del humor de los hinchas, Ramón Díaz y Carlos Bianchi tienen claro que les conviene formular declaraciones de respaldo al colega y de repudio a las presiones que se reciben. De algún modo saben que están hablando de sí mismos: están defendiendo sus puestos de trabajo.

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Carbonero, de muy buen partido, remata ante la mirada de Valdés y Cavenaghi.
Imagen: Julio Martín Mancini
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