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Domingo, 28 de abril de 2002

RESEÑAS

Cómo escribe una mujer

ANA M. 1945
María Gabriela Ini
Beatriz Viterbo
Buenos Aires, 2001
444 págs., $ 15

Por Jorge Pinedo

Un minotauro copula con una mujer cuya melena cae en una cascada acaso sin fin mientras otras tres mujeres en trozos dan a suponer tajos, tal vez heridas. Estallan los ocres, el rojo y el musgo en la pintura cuyas líneas se fugan con levedad hacia la izquierda, en tanto el ritmo del acoplamiento se desliza para la derecha. Cuadro atribuido a Ana Miller (1920-1956), que no sólo ilustra la tapa de la novela de María Gabriela Ini (Buenos Aires, 1967) sino que se multiplica en otros supuestos lienzos que ilustran el fragor de plenitud en el que se le escabulló la vida a la artista.
Juego de transposiciones que a veces arranca en un sueño –o pesadilla-, en la historia mundial (lo temporal de la trama abarca de la Segunda Guerra Mundial al golpe que derrocó a Perón), en la amistad, en el sexo, a veces en el amor; se hace poesía, diario íntimo, lujuria, deseo, melancolía, tragedia. Las escenas de los cuadros se hacen textos literarios y éstos a su vez cobran formas plásticas que no admiten cánones de géneros ni esteticismos académicos.
Suerte de Madame Bovary al revés, en lógica simétrica e inversa, la potente escritura de Ana M. 1945 narra con implacable belleza el estructural desencuentro de la pintora amante con el fotógrafo amado, furtivo, escurridizo, casi inventado. Sin lirismos que edulcoren, la prosa de Ini alcanza un romanticismo tan estremecedor como contrario al canon: “Hay una abyección que me grita. Que desnuda mi hambre. Que ilumina el corazón de la noche”. Accede, no sin costos, a una poética que trepa al modo de la ola que arrastra su cresta desde el Africa para reventar en la costa americana: “Crece en mí el odio/ como la mandrágora/ cuando la riegan con sangre de inocentes/ crece en mí la furia/ ante la injusticia/ del desollamiento cruel/ de la obsidiana,/ crece en mí la ira/ como sangre convulsa/ por el desvelo irracional de/ su partida,/ crece en mí la cólera).
Durante el transcurso de esta travesía, Ana Miller ama, pinta, procrea, viaja, goza y sufre. Acciones comunes que encuentran una vibración que las torna únicas al ser atravesadas por Matisse y Marguerite Duras, por Ieronimus Bosch y Caetano Veloso, por Robert Desnos y Bruegel, por René Crevel y Magritte, junto a Eurípides, Séneca, las hermanas Bronte, Éluard y esa vieja antropología que le otorga a la autora no menos desprendimiento que rigor metódico en la sucesión de las escenas. Armada a la manera etno-histórica, la ficción de María Gabriela Ini manipula fuentes, epistolarios, entrevistas, testimonios, bibliografía surtida, diarios, sobre el tamiz de una fecunda posición ideológica y la zaranda de una judeidad ecuménica. Dotada, más aún, posesa de un erotismo sin tapujos, espanta la maqueta femenina a fin de instalar una mujer en verdad, buscando luz entre la sombra que proyectan lo verosímil y lo verdadero.
No es en absoluto improbable que esta novela caiga bajo las garras del purismo libresco, impotente de encajarla en el molde políticamente correcto. De idéntico modo no faltará quien procure resucitar cierta polémica en torno a la existencia de una literatura femenina: camino que desemboca en el abismo. Unos como otros han de soportar a una mujer queescribe, una literatura producida por una mujer que desde allí escribe, como no podía ser de otra manera. Sin reivindicativismo ni apología, carente de obviedades y redundancias, corrida de las imposturas del género tanto como de la oratoria que hace del sexo, clase. Escritura al ciento por ciento.

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