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Domingo, 14 de octubre de 2007

TERRIBLEMENTE FELICES, ANTOLOGíA DE CRISTIAN DE NáPOLI

Un carnaval de narradores

Una antología hecha con criterios sólidos contribuye a seguir transitando un camino recientemente abierto en Argentina: el conocimiento de la nueva narrativa brasileña.

 Por Mauro Libertella

Terriblemente felices
Antología de Cristian De Nápoli
Emecé
284 páginas

Esta nota tiene dos comienzos posibles, uno pesimista y otro optimista. El pesimista: señores, el destino de la literatura brasileña en español es trágico. Se traduce poco y nada. Nuestras librerías rebasan de novedades, pero invariablemente se desatiende al país vecino, históricamente uno de los grandes productores de literatura moderna. El optimista: en los últimos años, cualquiera lo puede comprobar, las novelas brasileñas fueron colándose como esquirlas rebeldes en los estantes de las bibliotecas y en las páginas de los suplementos. Adriana Hidalgo, Beatriz Viterbo e Interzona fueron algunas de las editoriales que apostaron a autores brasileños “nuevos”, como Joao Gilberto Noll, Miguel Sanches Neto, Daniel Galera, Milton Hatoum y Sergio Sant’Anna, así como a clásicos de la talla de Guimaraes Rosa. Si a esto le sumamos los libros de poesía brasileño-argentina, como Puentes, revistas como Grumo y la antología de nueva narrativa Terriblemente felices, las cosas están mucho mejor.

Podemos pensar que, como toda antología, Terriblemente felices es, además de un puñado de cuentos, un mapa. Y tratándose del vasto terreno de las letras brasileñas, los mapas y las brújulas nunca están de más. El recorrido que propone la antología, a cargo de Cristian De Nápoli, tiene como vértices a un autor del ’75 y a otro del ’41. 34 años en los que las taras y los vicios de una literatura nacional se pueden arraigar o desaparecer para siempre. Y el tiempo suficiente para que un autor cambie, se reescriba, mute. Ese es uno de los aciertos clave de esta antología: de cada autor hay por lo menos dos cuentos, promoviendo así una lectura en profundidad de la poética y la escritura de cada autor. De Nápoli: “Se trata de privilegiar la sumersión por encima del zapping, la intensidad por encima del vistazo. Y, salvo en los haikus, la intensidad no viene en sachet”.

Sería difícil, por no decir suicida, sacar conclusiones respecto del estado de una literatura nacional a partir de treinta relatos. Pero sí se pueden pensar coordenadas, tradiciones que se retoman y que se evitan a la hora de encarar la escritura. Están entonces los escritores que prefieren la prosa desbocada, que lo incluya todo, más cercana a la poética de Guimaraes Rosa. Están también los ascéticos, como Miguel Sanches Neto, que buscan en la escritura un ejercicio de la transparencia. Sin embargo, y este es un corte claro del antologador, todos los relatos parecen proponer algo nuevo, una renovación, un giro. Por lo pronto, la literatura brasileña nunca se caracterizó por el convencionalismo. Es como si los brasileños, excéntricos por derecho propio en un continente de habla castellana, hubieran entendido desde el comienzo que esa marginalidad de lengua puede ser un plus para llevar a la literatura un poco más allá.

Si bien una antología es en sí una selección, un recorte que pretende dar cuenta de lo mejor o lo más representativo de una o varias líneas literarias, cada complicación tiene a su vez sus puntos más altos, sus cumbres. Cuentos como “Cabellera”, de Miguel Sanches Neto, “Algo, urgente”, de Joao Gilberto Noll y “La clase”, de Sergio Sant’Anna, pueden leerse como culminaciones posibles de tres estéticas. El primero jugaría con la idea de lo familiar a través de un lenguaje seco y directo, libre de metáforas. El segundo sería un puente: de un lenguaje algo más experimental, pero haciendo contrapunto con una historia que exige la narración. Y el tercero es la consagración del juego literario, con un alto poder especulativo y una prosa rápida y neurótica.

Hay preguntas que ante esta antología se pueden responder, y otras que no. ¿De dónde vienen estos autores? por ejemplo, es una pregunta cuya respuesta requiere la inmersión en un agitado torrente de libros, pues estos cuentos destilan un vasto uso de la tradición. ¿Hacia dónde van? por otro lado, es una pregunta cuya respuesta puede ser únicamente conjetural, y para cada autor habrá que imaginar un nuevo derrotero. Por lo pronto, los libros brasileños seguirán llegando y, reformulando apenas las palabras de Charly García, la alegría no será sólo brasileña.

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