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Sábado, 30 de abril de 2011

Magias parciales del cine

En un ensayo marginal de su vasta obra, Borges revela lo que para él era uno de los misterios del cine. “El querer ser otro” fue publicada en el diario El Litoral en 1933 y vuelve a incursionar en el tema de la identidad. Para Borges, el querer ser otro es la experiencia característica del espectador de cine y del lector de ficciones. El ensayo puede leerse como una continuación de uno de los textos clave de los años veinte: “Nadería de la personalidad”, incluido en Inquisiciones. En “El querer ser otro”, Borges descompone todos los elementos disímiles que forman el “yo” y muestra cómo hay una intensidad afectiva que antecede a la pobre experiencia del yo o de la persona.

Bioy, Victoria Ocampo y Borges en Mar del Plata, años ’30.

“Quisiéramos ser Goethe, dicen que dice alguna página de Eugenio d’Ors. Quisiera ser Alvear, dice el discutidor de tejemanejes políticos. Quisiera ser Joan Crawford, dice en cualquier platea o cualquier palco, cualquier voz de mujer. Sintácticamente esos tres anhelos se corresponden. Para el gramático, para el mero inexistente gramático, la misma locución quisiera ser obra con igual sentido en los tres. Para mí, no.”

Mientras el primero le parece una “canallada”, un acto soberbio de distinción, el segundo está movido sólo por el interés (querría tener las ventajas de Alvear...). El tercero, en cambio, es el que realmente le interesa porque, si bien puede haber un querer distinguirse y un interés (tener el dinero y la fama de la Crawford) hay algo más decisivo: “Quiere decir también Quisiera ser, cuerpo y alma, Joan Crawford. Ese deseo es el que más interesa en verdad: que B quiera ser N”. El milagro de convertirse en otro, que no está lejos del suicidio o del sacrificio, es imperceptible: si B fuera N, no se daría cuenta. Pero dado que la identidad no es algo íntegro ni sustancial, sino que está hecha de momentos –sensaciones y pensamientos– independientes, la conclusión lógica es falsa. “Vale decir –argumenta Borges– B, en determinados momentos, es N.” El razonamiento desemboca en la mística y no es casual que Borges haya prescindido primero del arte y de la literatura (Goethe) y después de la política (Alvear) para vindicar el cine, el arte con el que más se identifican los plebeyos.

Fragmentos de Borges va al cine, de Gonzalo Aguilar y Emiliano Jelicié, que Libraria distribuye por estos días.

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Imagen: El Ciudadano
 
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