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Domingo, 5 de junio de 2011

La lucha contra la nada

Challacó. Hace unos años, un pediatra allegado a De Nevares tuvo la idea de levantar una cárcel abierta. El director, según el ideólogo del proyecto, debía ser un maestro. Los presos dispondrían de permisos para salir los fines de semana, encontrarse con sus familias y volver luego a la cárcel. “El paisano que chupado acuchilló a otro, difícil que vuelva a hacerlo”, opina el Nano. “Pero el proyecto fracasó. Hoy no se pide socialización sino castigo.”

Cruzamos camiones, petroleros en su mayoría. Los micros que pueden ir y venir por esta ruta, la 26, son El Petrolero y Cono Sur. A los costados del camino, aridez y esas bombas extractoras de petróleo que parecen picudos: “Más de una vez algunos cortan el alambrado que rodea la bomba y perforan el ducto para robar nafta. El riesgo del robo es considerable. Y alguno voló por el aire”. La extracción ha afectado la napa freática de estos territorios que son mapuches. Al sacar agua, los mapuches la dejan aquietar en el balde. Y si le acercás un fósforo, se produce el incendio. Estamos cerca de Cutral-Có. Con razón, en mapuche, Cutral-Có quiere decir “agua de fuego”.

El camino sube y baja. Cuando sube, pareciera que vamos a caer en el vacío. Por encima de unos cerros en el horizonte, unas nubes indican que debe estar lloviendo en Chos Malal. Estamos cada vez más lejos de Neuquén capital. Cada mucho, un caserío. “Son poblaciones que se van asentando en torno de un tráiler de maestros. Donde hay una escuelita, allí se da un asentamiento.”

“Por acá, hasta no hace tanto, se encontraban puntas de flecha”, dice el Nano. Y después: “Estas subidas y bajadas me van a dejar completamente sordo”, refunfuña. Y se toca el audífono que emite un zumbido agudo. Se lo quita. Habla en voz alta, como si el sordo fuera yo. Cuando le hablo, para entenderme, debe mirarme el movimiento de los labios.

“Hay un momento en que da la impresión de que el auto está detenido siempre en el mismo lugar, aunque el velocímetro del gasolero marca ciento cuarenta”, dice el Nano. De pronto tengo una certeza: la Patagonia puede ser un antídoto contra el angst.

Cuando el escritor y cronista Paul Theroux vino a conocer la Patagonia, antes lo visitó a Borges: “Usted está loco –le dijo Borges–. En la Patagonia no hay nada”. Más tarde, en su crónica, Theroux refutaría la apreciación. En la nada, la visión se vuelve más aguda, una flor que crece entre piedras puede convertirse en revelación. La inmensidad le devuelve a uno la conciencia de su dimensión escasa y su transitoriedad, la seducción del no límite, porque no hay límite que pueda fijarse a nuestro alrededor. También, la lucha contra esa nada que deja de serlo en esa lucha que es, en esencia, por la vida: un pibe chivero en el faldeo de un cerro lejanísimo. Estamos en otra dimensión. “Hay días que después de andar mucho por el desierto, al volver a mi departamento me encierro”, dice el Nano. “Es como una necesidad angustiante de recobrar los parámetros.”

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Escena de Huncal.
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