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Domingo, 7 de abril de 2013

> IRVING PRESENTA EL LIBRO

BI

 Por John Irving

Personas como yo trata sobre un joven bisexual que se enamora de una mujer trans mayor que él, Miss Frost, que trabaja en la biblioteca pública de Vermont. El joven bi es el personaje principal, pero las heroínas de la novela son dos mujeres trans –en el sentido de que estos dos personajes son los que mi narrador bisexual, Billy Abbott, más admira–.

Billy no soy yo. El personaje nace de imaginarme cómo podría haber sido sido yo de adolescente si hubiera actuado según mis más tempranos impulsos. La mayoría de nosotros no hacemos caso a las primeras fantasías sexuales. De hecho, la mayoría prefería olvidarlas –yo no–. Creo que la afinidad con los otros surge, en parte, de la habilidad para recordar nuestros sentimientos –de ser honestos con lo que de verdad queríamos hacer–. Ciertamente, la tolerancia sexual nace de la honestidad con nosotros mismos respecto de nuestras fantasías sexuales.

Esos adultos que se la pasan prohibiendo cosas a los niños y jóvenes, bueno, no deben haber tenido niñez ni adolescencia (o han olvidado convenientemente cómo eran cuando eran jóvenes).

Cuando era chico me imaginaba teniendo sexo con las madres de mis amigos, con chicas de mi edad, y sí, también con algunos chicos más grandes del equipo de lucha. Acabaron gustándome las chicas, pero el recuerdo de mi atracción por las personas “incorrectas” nunca me abandonó. Lo que digo es que el impulso hacia la bisexualidad era muy fuerte; mis primeras experiencias sexuales –más importante aún, mis primeras fantasías sexuales– me enseñaron que el deseo sexual es mutable. De hecho, en mi caso –en mis años de mayor formación–, la mutabilidad sexual era la norma. Lo que me hizo escritor fue, definitivamente, una combinación entre lo que leía y lo que imaginaba –especialmente, la imaginación sexual–.

Billy conoce a la bibliotecaria transgénero, Miss Frost, porque llega a la biblioteca buscando novelas sobre “enamoramientos con las personas incorrectas”. Miss Frost lo inicia con las hermanas Brontë –específicamente, Cumbres borrascosas y Jane Eyre–. Expresa menor confianza en Tom Jones, de Fielding, que también le da a Billy para leer. Como dice ella, “si podemos contar las aventuras sexuales como uno de los resultados de los enamoramientos”.

Después, cuando Billy se convierte en un lector ávido y regresa a la biblioteca confesando su deseo por un chico más grande del equipo de lucha, Miss Frost –que antes le había dado novelas de Dickens y Hardy– le da La habitación de Giovanni, de Baldwin. (Este es el día en que lo seduce.)

“El deseo nos forma”, nos dice Billy en el primer párrafo del primer capítulo. Y agrega: “Yo deseaba convertirme en escritor y tener sexo con Miss Frost –no necesariamente en ese orden–”.

Más adelante en la novela, Billy descubre lo siguiente sobre su persona: “Sabía que nadie podía rescatarme del deseo de acostarme con hombres y mujeres”.

Mis novelas en primera persona son historias confesionales sobre tabúes sexuales. Doble pareja trata sobre el intercambio de esposas. El narrador de El Hotel New Hampshire está incestuosamente enamorado de su hermana. A Johnny Wheelwright, el narrador de Oración para Owen Meany, le dicen (a sus espaldas) “un homosexual no practicante”; su amor por Owen Meany está reprimido. Siempre vi a Johnny como un homosexual que nunca saldría del closet. Personas como yo es una novela mucho más corta que Owen, y Billy es una primera persona más fácil de narrar –Billy es muy extrovertido–.

Billy dice: “Quería parecer lo suficientemente gay como para que otros chicos y hombres gay me miraran dos veces. Pero quería desconcertar a las chicas y las mujeres, que ellas también me miraran dos veces. Quería conservar algo provocadoramente masculino en mi apariencia”. Billy recuerda cuando hizo de Ariel en La Tempestad, y Richard (el director) le dice que el sexo de Ariel es “mutable”. (Richard le dice que el sexo de los ángeles es mutable también.) Después Billy dice: “Supongo que estaba intentando lucir sexualmente mutable, para capturar algo de la sexualidad no resuelta de Ariel”. Concluye: “No hay una sola forma de lucir bisexual, pero ésa era la imagen que buscaba”.

Billy no es tan seguro de sí mismo al comienzo. “Eres un hombre, ¿verdad?”, le pregunta a Miss Frost cuando descubre que solía ser un hombre. “¡Eres un transexual!”, le dice, acusatorio.

Miss Frost le habla con dureza: “Mi niño, por favor, no me pongas etiquetas; ¡no me conviertas en una categoría antes de conocerme!”.

Como Billy entiende –en parte, por ser bisexual– el sexo y la orientación, no nos definen. Somos mucho más que nuestra identidad sexual, pero la identidad sexual importa.

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