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| Hoy
Sábado, 29 de marzo de 2003
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Pese a la explícita prohibición de los entes de preservación, sin permiso de obra a la vista y sin cuidar su templo, el vicario general porteño demolió la histórica casa parroquial de la iglesia de San Miguel. Era una obra de 1860 de alto valor histórico y urbano.
Por Marcelo Magadán
El Arzobispado de Buenos 
Aires demolió la casa parroquial de la iglesia de San Miguel, en la esquina 
de Suipacha y Bartolomé Mitre. El edificio construido en 1860 por Nicolás 
y José Canale desapareció: apenas quedan la planta baja de la 
fachada y el lateral que da al atrio, con sus aperturas tapiadas con ladrillos 
y ya cubierta con bases de chapa para poner carteles de propaganda. Adentro 
hay un nuevo baldío.
El atrio de San Miguel tiene una resolución particular ya que está 
totalmente integrado al espacio urbano, como un ensanche de la vereda, sin ningún 
tipo de reja, desnivel u otro elemento arquitectónico que lo separe. 
Ese espacio está cerrado por el lado este por la casa cural, que data 
de 1860 y es un elemento que le genera al templo un adecuado acompañamiento 
ambiental y paisajístico, con una adecuada escala. 
La casa estaba abandonada y una parte mínima de sus entrepisos se había 
derrumbado por la putrefacción de algunas vigas de madera. Sin embargo, 
estaban presentes todos los elementos necesarios para facilitar su restauración. 
Incluso los muros originales se encontraban en perfecto estado de conservación. 
Los anteriores intentos de demolición piloteados por el obispo Rubén 
Zamboni, en carácter de párroco, responsable del abandono y el 
cierre del templo y la casa parroquial, habían sido rechazados por la 
Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, 
con argumentos como éstos: 
“La Comisión Nacional de Monumentos reitera su planteo conceptual... 
respecto del significado de la relación espacial de la Iglesia con su 
edificio parroquial que a través de 120 años ha adquirido una 
particular identidad. Máxime en una esquina a la que confluyen el edificio 
recuperado de la que fuera Tienda San Miguel y el que ocupa la esquina nordeste, 
hace no mucho reciclado como sede bancaria, ambos con una altura de planta baja 
y dos pisos.” La situación legal y administrativa del edificio también 
ha sido aclarada por la Comisión: “Si bien la casa parroquial no 
forma parte de lo declarado Monumento Histórico Nacional, su importancia 
como entorno del mismo es responsabilidad de la Comisión Nacional”. 
Ante los intentos de Zamboni de demoler la casa parroquial, organismos y especialistas 
se interesaron por el asunto. Según una consulta efectuada con personal 
técnico de la Dirección General de Urbanismo e Interpretación 
Urbanística del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el edificio tiene, 
además, protección a nivel local como APH (Area de Protección 
Histórica).
Metro2 estableció que la demolición no está autorizada 
ni por la Dirección porteña ni por la Comisión de Monumentos. 
Internamente, dentro de la propia Iglesia, los responsables de la conservación 
del patrimonio y los asuntos culturales (el Comité para la Conservación 
de los Bienes Culturales de la Comisión Arquidiocesana para la Cultura) 
no estaban enterados. Por sus propias palabras, se pudo establecer que la decisión 
había sido tomada por Joaquín Mariano Sucunza, vicario general 
de la Arquidiócesis, a cargo de la misma en estos momentos por ausencia 
del cardenal Jorge Bergoglio, quien se encuentra en Roma.
Sucunza había dado la orden porque tenía una intimación 
del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (que no supo decir de qué organismo 
había partido y a qué lo intimaba). Agregó que sabía 
que el edificio se caía y cerró abruptamente el diálogo 
aclarando que estaba muy ocupado y no tenía tiempo para seguir debatiendo 
sobre un tema que para él era menor y estaba cerrado. 
La demolición 
y un proyecto abortado:
 Ante el abandono y la pérdida patrimonial de San Miguel y la pasividad 
de los responsables del conjunto arquitectónico, un grupo de especialistas 
en conservación del patrimonio cultural trabajó honorariamente 
durante cuatro meses para presentar, con la anuencia de la Iglesia, pedidos 
deapoyo en el exterior para su conservación integral. El equipo profesional 
estuvo integrado por Teresa Gowland de Frías (restauradora de pintura 
mural y de caballete), Cristina Lancellotti (restauradora de arte aplicado), 
Mercedes de las Carreras (restauradora de policromía en madera), Nadina 
Reusmann (restauradora de rocas ornamentales), Marcela Cedrola (especialista 
en deterioro de materiales) y Pablo Subirats (restaurador de vitrales). La coordinación 
fue realizada por Marcelo Magadán (arquitecto y master en restauración). 
El equipo contó además con el apoyo de Susana Ferrari, hija del 
arquitecto Augusto Ferrari, autor de la última modificación del 
edificio y de la mayor parte de las obras pictóricas que se encuentran 
en su interior, que datan de la década de 1920.
El proyecto planteaba desarrollar un modelo integral de gestión patrimonial 
y acción, aplicable en principio a otras iglesias antiguas de Buenos 
Aires, cuya recuperación habría de permitir la conformación 
de un circuito que ligara lo religioso con lo simbólico, lo histórico 
y lo turístico. En octubre de 2002 el edificio fue visitado por Norma 
Barbacci, directora de Programas del World Monument Found, organización 
internacional que ha trabajado en más de 400 proyectos en 80 países, 
con un presupuesto de 57 millones de dólares, y que desde el año 
1995 lleva a cabo un programa de concientización y conservación 
llamado “World Monuments Watch”. El programa organiza campañas 
de sensibilización hacia patrimonio cultural en peligro y ofrece apoyo 
económico para proyectos de conservación prioritarios. 
El pedido de inclusión de San Miguel en la lista 2003-2004, acompañado 
del informe técnico preparado gratuitamente por los especialistas locales, 
fue enviado a Nueva York pocas semanas más tarde, con la firma –curiosamente– 
del vicario Sucunza. En enero, también con la firma del vicario, se hizo 
lo propio con el Getty Grant Program, cuyas autoridades acababan de comunicarle 
que el proyecto podía ser elegido, para lo cual solicitan se les envíe 
la información técnica complementaria antes del próximo 
10 de abril.
En medio de esto, sin que mediara aviso alguno, sin cartel de permiso de obra, 
sin razón aparente y sin tomar la menor precaución para que las 
vibraciones no deterioren la nave de la iglesia, se realizó la demolición. 
 
 
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