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Jueves, 1 de mayo de 2003

MANU, DE UNA PALIZA RACISTA A LA FAMA TELEVISADA

Los pros y los contras de vivir en la Argentina

Uno de los Mambrú sufrió hace tres años un violento episodio de discriminación, denunciado en este diario. Luego, llegó a la tele, se convirtió en un popstar y todo quedó más o menos en el olvido. Hasta ahora.

 Por Mariano Blejman

Sería un chiste obvio decir que el popstar Emanuel Ntaka (Manu de ahora en adelante), uno de los cantantes de Mambrú, tiene un pasado oscuro imposible de olvidar. Sería un chiste, si no fuera porque hace tres años, cuando era un desconocido guitarrista y trompetista de piel negra y dreadlocks, fue apaleado por un grupo de skinheads y su caso se convirtió emblemático. El hecho quedó registrado por Página/12 e ingresó en el informe anual del 2001 del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales). Pero detrás de aquel entredicho que lo dejó con moretones y autoestima en baja, hay una historia de marginación “por ser negro” que ahora empieza a ser borrada, claro, por la fascinación de la fama televisada. “En el barrio no nos quisieron nunca”, le contó al No Madoda Ntaka, hermano mayor de Manu, abogado recibido en la UBA y defensor de refugiados políticos, ahora junto al CELS.
Manu debería haber hablado para esta entrevista. Pero el popstar, según las reglas, no debe hablar solo (hablan los cinco Mambrú juntos) y jamás responder sobre su vida “anterior”. Según los rectores de la carrera de Mambrú, Madoda Ntaka (28 años) tampoco debería hablar sobre su hermano menor (25), ni contar frivolidades como que él vive con su novia. Como sea, Gustavo Yankelevich, mentor del “Popstars” argentino, les ordenó específicamente que no hablen de política, de religión, ni de nada que pueda hacerle perder alguna porción de mercado. Por eso, al fin, habla Madoda, quien no firmó ningún contrato: “En ‘Popstars’, mi hermano pudo canalizar su talento y recibir todo lo que la música le da. El programa es un envión importante para demostrar su faceta artística, pero su vida no es más suya. Las entrevistas, las publicidades, de lo que puede hablar o no, todo pasa por la productora”.
Paradoja: el poder sanador de la tele convirtió la discriminación que alguna vez sufrió Manu en una redención por el éxito. El padre de Manu y de Madoda –y otros tres hermanos– nació en Lesotho, un país que sólo limita con Sudáfrica porque queda en el medio de él; y llegó aquí intentando alejarse del apartheid. Manu nació en Buenos Aires en 1977, fue a una escuela pública y “si bien tuvo un grupo fuerte, cercano, unido, se notaba la discriminación por docentes y el director del colegio”, cuenta Madoda. El, en cambio, no pudo ingresar al mismo colegio que su hermano porque el director decía que “no había vacantes”. Era 1982. La familia Ntaka vivió en Villa Urquiza. “Eramos lieros como todos los chicos, pero en el barrio nos gritaban siempre: ‘¡Negros sucios! ¡Báñense! ¡Vuélvanse al Africa!’. Eso marca tu autoestima en la infancia, cuando uno es absolutamente vulnerable. Por eso, los negros se automarginan”, dice Madoda. La primavera alfonsinista encontró a Manu haciendo Tae Kwondo, hockey sobre patín y algo de música. “El siempre fue dinámico, como piden ahora en las empresas. Estaba mucho con nuestro padre, que falleció.” Manu hizo el secundario en el colegio Vicente López, de donde lo echaron en tercer año. “La vicerrectora lo perseguía porque era negro”, dice su hermano. Se fue entonces al Conservatorio de Música Juan Pedro Esnaola en Chacarita para aprender a tocar la trompeta, aunque tocaba la guitarra desde los once.
Trabajaba de barman en Azúcar, una disco de salsa cerca de Cabildo y Monroe. Una mañana de abril del 2000, al salir del trabajo, estaba comiendo un pancho en la puerta de un quiosco cuando apareció un grupo skinhead y le dio una paliza. “Nadie dijo nada, nadie se movió para ayudar a un negro”, sostuvo él a este diario, hace tres años. Los skinhead le había gritado: “¡Volvete a tu país, negro de mierda!”. Pero su país era éste. Volvió a su casa con la cara destrozada y marcas en los ojos. Durante una semana no se animó a presentar la denuncia. Después, su caso ingresó en la Justicia, aunque –tal vez por miedo– él nunca ratificó nada. “Cuando llegué a mi casa y lo vi ensangrentado, me dio una impotencia tremenda. Fue durísimo verlo golpeado. La policía siempre lo perseguía y él terminaba en algún calabozo sólo por negro”, cuenta Madoda.Según él, Manu contó el episodio en la selección de “Popstars”, pero eso nunca salió al aire. “No quieren tener ningún compromiso con nadie. El contrato es por cinco años y tienen cinco más de opción para el sello. Dentro de la poca libertad, él trata de mantenerse como es”, cuenta. Madoda duda, sin embargo, sobre una hipótetica situación: ¿ahora los skinheads lo tratarían de otro modo? “La fama es muy rara”, concluye como si fuera un pensamiento en voz alta.

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