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Jueves, 19 de febrero de 2015

La máquina de follar

 Por Stephanie Zucarelli

”El consumidor de juguetes ya sabe lo que quiere”, sentencia Mariana Rincón, de Buttman, mientras explica entre gestos la funcionalidad de los productos. “Las mujeres más pequeñas buscan la parte de cosmética erótica, aceites, lubricantes. Les gusta innovar mucho. Las más grandes llevan mucho todo lo que tenga que ver con juguetes, anillos peneanos, estimuladores clitoreanos. Y vibradores en todos sus esplendores: diverso tamaño, motor y diseño.” Los que reciben menos amor son aquellos con forma de pene en color piel; la mujer los prefiere en otros diseños, quizá porque es mucho más fácil ocultarlos del ojo chismoso.

El hombre busca masturbadores con formas sacadas a molde de actrices porno y, a pesar de la vergüenza, comenzó a indagar en las mil y una formas de estimularse analmente. Como un gran clásico, las muñecas inflables siempre están, pero más androides y compañeras que nunca: totalmente recubiertas en cyberskin, tienen una estructura de hierro que a veces pesa alrededor de 50 kilos, y traen dos termómetros para imitar la temperatura corporal. El chiche es una curiosidad de alrededor de 40 mil pesos y el año pasado se vendieron seis, dos de las cuales se despidieron del local en diciembre y fueron seguramente un autorregalo clavado en pos de la Navidad.

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