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Domingo, 4 de diciembre de 2005

FAN › UN PINTOR ELIGE SU CUADRO FAVORITO: GUILLERMO CUELLO Y EL BUEY DESOLLADO

Carne

 Por Guillermo Cuello

El buey desollado mantiene todo su vigor, toda su potencia. Es para mí una obra de una gran vigencia y actualidad. Me recuerda a una Humanidad capaz de las mayores atrocidades. La pieza (de 1650) tomó relevancia recién cuando fue adquirida para la colección del Louvre en 1857 y, afortunadamente, pude visitarla en reiteradas ocasiones durante mis estadías en Europa. Con esta obra, Rembrandt trazó una línea creando casi un género por donde incursionaron artistas de la talla de Delacroix, Daumier, Soutine, Gutiérrez Solana, comprometiendo también a Bacon (con sus vastas crucifixiones ateas) para llegar a nuestras latitudes en artistas como Berni y el inmerecidamente olvidado Policastro.

El buey nos sigue brindando el espectáculo de la temporalización de la materia y el de un poderoso dibujo de estructura abierta. Hay atmósfera y claroscuro color con sinfónicos semitonos y núcleos de luz intensamente saturados que confirman el giro copernicano que el holandés hizo respecto de sus antecesores, creando un objeto emisor de luz, un concepto que recién retomará Paul Klee en el siglo XX.

Desde la arista del cuerpo, me remite “al cuerpo caído a los niveles de la pura carne”. Abre desde allí el debate sobre el cuerpo de lo abyecto, el problema de la alteridad que sólo es aceptada cuando es sometida o masacrada sin más.

En un Occidente enfrascado en un peligroso y nada sutil maniqueísmo, donde se instala el imperio de las neoinquisiciones, creo que El buey desollado atraviesa tal estado de cosas, desafía nuestras lecturas y se transforma en una advertencia sobre lo que llamo el “Estadio Catatónico Urbano”, esos padecimientos en las grandes ciudades, congeladas y freezadas (en la acción y el pensamiento) por todas las formas del terror contemporáneo. Algo tímido he intentado con algo de eso en el marco de la ironía de esa obra Dialéctica Argentina, Represión-Hiperinflación-Recesión que se encuentra en la colección del Macla de La Plata...

Ciertas presencias debieran ser releídas, resignificadas para abrir las puertas a nuevas reflexiones sobre lo que deseamos y necesitamos ser. Este es mi deseo, una esperanza débil (y no tanto un pensamiento débil) que raya inevitablemente un borde de la utopía.

Espero que otro artista de nuestra época como Greenaway nos sorprenda pronto con su visión acerca de Rembrandt y nos dé algo en relación con su Buey que siempre nos estará interrogando acerca de la Condición Humana, tanto para aquel que tiene nombre y apellido, y es de carne y hueso en este aquí y ahora implacable, como para un destino colectivo, si es que esto último existe aún.

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El buey desollado (1655)
Oleo sobre lienzo, 94 x 69 cm, Louvre.

Rembrandt van Rijn (1606-1669) está considerado como el maestro holandés de la luz y la sombra, y un explorador de la “sustancia física del ser”; pero a pesar de la evidente carnalidad de esta pintura de mediados del siglo XVI, no se la suele ver como un cuadro representativo de su obra. Pintado más de veinte años después de La lección de anatomía del Doctor Tulp (uno de sus cuadros más famosos, el que lo consagró como retratista) y más de una década después de la muerte de su mujer Saskia (que marcó un período de dificultades en la vida del artista), no era el tipo de cuadros que le solicitaba su clientela, y se cree que lo realizó antes que nada para seguir explorando obsesivamente las variaciones de luz y color, experimentando a través de la iluminación que atraviesa al animal abierto y el volumen de la oscuridad que lo circunda.
Esta obra inspiró el cuadro Head Surrounded By Sides de Francis Bacon casi tres siglos más tarde.
 
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