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Domingo, 26 de junio de 2011

> ZAIRA NARA Y LOS NUEVOS GALANES

El botín de oro

 Por Mariana Enriquez

El fenómeno apareció con todos sus rasgos perfectamente definidos en la primera década de este siglo. El jugador de fútbol como marca, modelo publicitario, símbolo sexual, ídolo de hombres multiedad y codicia de las mujeres bellas y ambiciosas. No de todas: siempre generalizando, existe un tipo particular de mujer que los prefiere futbolistas y que los futbolistas prefieren. En Argentina se las llama despectivamente botineras o sospechosamente vedettes. En Inglaterra suelen ser “glamour models” y luego WAGS (Wifes & Girlfriends; novias y esposas). En muchos sentidos, estas mujeres son el equivalente femenino del deportista: de vida útil breve, de cuerpos trabajados hasta la obsesión –cuerpos de alto rendimiento–, muchachas de gimnasio y de gustos populares, chicas que vienen de la clase media, de la televisión, de los concursos, de los realities. Es el tipo de pareja más popular y visible, que deja atrás a la del rockero y la modelo fashionista o la actriz. Entre ambas hay una distancia de clase: si los rockers y sus it girls son la pálida aristocracia rica y distinguida, los futbolistas y sus chicas voluptuosas son burgueses bien comidos de gustos caros pero no extravagantes; puro cuerpo al sol, al aire, a las fotos.

Esta aproximación queda mucho más clara con ejemplos: en un rincón, Pete Doherty y Kate Moss, Jack White y Karen Elson, Ricardo Mollo y Natalia Oreiro, Chris Martin y Gwyneth Paltrow; en el otro, Maxi López y Wanda Nara, David Beckman y Victoria, Irina Shayk y Cristiano Ronaldo. No compiten: son las últimas parejas las que están en las tapas de las revistas de mayor tirada, las que venden las fotos de sus bebés por cifras de infarto, las que, cuando se separan, pueden rendir cuatro meses aproximadamente en la crónica periodística. ¿Cuánto lleva ya el matrimonio frustrado de Zaira y Forlán?

Nunca antes existió una especie de hombres tan jóvenes, en tan buen estado físico y tan ricos. Tan ricos. Pases de cincuenta millones de euros más contratos publicitarios por montos similares, todo antes de los veinticinco años y solo con ser estrella: una superestrella, como Messi, gana un millón al mes solo en ingresos del club. Además, gracias al control férreo de los clubes que cuidan su inversión, hay muy pocas posibilidades de que se patinen el billete, salvo que les acontezca una lesión gravísima. La era de Diego con tapado de piel en Nápoles quedó atrás. Ahora es el chapuzón en el yate después de rodar la publicidad para Nike.

Una enumeración de las nuevas parejas poderosas puede resultar vertiginosa, pero allá vamos, empezando por las parejas más famosas. Posh y Becks, claro, que van por cuarto hijo y se mudaron a EE.UU. para tratar de entrar al gran mercado. Cheryl Cole, de Girls Aloud (unas Spice Girls menos exitosas), chica de clase obrera de Newscastle, y Ashely Cole (Chelsea): están divorciados desde 2006 pero ella conserva el apellido, es jueza de The X Factor (el American Idol británico) y cara de L’Oréal. Shakira y Gerard Piqué, del Barcelona: ella renovó su imagen, ahora más atlética y se sumó puntos de loba saliendo con un hombre mucho menor que ella y dejando en el olvido al aburrido Antoñito. El, de la mano de la colombiana, dejó atrás –un poco– los rumores acerca de su homosexualidad. Francesco Totti (Roma) e Ilary Blasi, que le vendieron su casamiento a Sky TV y tuvieron un millón de espectadores. Sara Carbonero e Iker Casillas, con el beso tras el campeonato mundial; y entre nos, Nicole Neumann y el Poroto Cubero –ella dejó a su marido modelo por el hombre de Vélez–, Sergio Romero (AZ Alkmaar y arquero de Selección) y la escultural Eliana Guercio, que abandonó su carrera por seguirlo a Holanda; Mauro Zárate (Lazio) y su mujer, Natalie Weber, ahora embarazada; Evangelina Anderson y Martín De Michelis (Málaga) –ella vuelve al Bailando por un sueño a veces, lo mismo que la obviamente feliz Wanda Nara, que en su matrimonio con Maxi López (Catania) parece haber obtenido un modesto paraíso botinero–.

El mundo de las estrellas populares es asombrosamente democrático en su noción de belleza: con una imagen poco convencional es posible ser un personaje incluso más cotizado y cotizable. Muchos deben conocer un chapista que se parezca a Carles Puyol, pero seguramente no tendrá una novia como Malena Costa, una belleza apabullante que cada noche se saca una foto en Custo; Mesut Özil (alemán–turco del Real Madrid; en el mundial fue estrella) sale con una venezolana pasmosa, Aida Yespica, ex Miss Amazonia; Carlitos Tevez es un galán tremendo, desde Brenda Asnicar hasta su actual pareja Vanesa, que también es preciosa. Y Peter Crouch, del Tottenham, aquel flaco descarnado, dientudo y de rodillas más anchas que sus muslos, delantero muy competente en la selección inglesa, está casado con Abbey Clancy, una rubia hermosa que, además, es rica. No hay que seguir buscándole chicas de madrugada a Messi con tontas historias de desayuno y Playstation. El mejor jugador del mundo, y posiblemente uno de los más ricos, se las va a arreglar solo.

Y también se va a arreglar bien Zaira Nara. Con su encanto, su parecido a la supermodelo Adriana Lima y sus espléndidos 22 años puede elegir lo que quiera entre los planteles del Barcelona, el Real Madrid, el Milan y el Manchester. Tranquila Zaira: quien perdió en esta es Diego Forlán que, por más botín de oro mundialista y fortuna que parece mezquinar (¿por qué diablos sale su padre a decir que Diego es “austero”? ¡Que gaste o se va ir con millones a la tumba!), tiene 32 años, cara de bruja Cachavacha y un cuerpo fabuloso, pero igual de fabuloso que el de miles de otros. Atento Forlán, la vida es cruel. Piense en Christian Vieri, que cuando se puso grande y terminó su carrera en el modesto Atalanta, fue abandonado por su novia Elisabeta Canalis que se fue con George Clooney. Capaz se puede rever ese contrato matrimonial, eh.

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Zaira Nara antes del Mundial, en una campaña para Dunlop.
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