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Domingo, 19 de enero de 2014

LOS AÑOS SESENTA

 Por Juana Bignozzi

Para mí Gelman fue una etapa muy luminosa de mi juventud. Cuando lo conocí yo tenía veintiún años y él veintiocho. Fuimos muy amigos en esos primeros años, muy amigos, de vernos todos los días. Lo conocí en el diario La hora y él me llevó al Pan Duro. De esa época recuerdo muchas cosas. Lecturas en barrios, en comedores de casas. Lo que quedó fue esa antología que publicó La Rosa Blindada, de José Luis Mangieri, con una ilustración del Negro Díaz en la tapa. Había poemas muy buenos, estábamos los centrales del grupo: Harispe, Gelman, Rosario Mase, Héctor Negro, Julio César Silvain, yo. Para la parte inicial de los ’60 es muy importante esa antología.

Los primeros libros de Gelman impactaban. De Gotán y Velorio del solo recuerdo poemas e incluso versos de memoria. Fueron muy importantes estos libros. El cambió para siempre la forma de leer y decir de la poesía. El emblema de los ’60 es Juan. De esta década en poesía siempre se destaca la parte política y no es eso lo central. Eso no es lo mejor de los ’60. La poesía política es muy difícil, si bien Gelman ha logrado algunos poemas excepcionales como ése sobre la entrada de Fidel en La Habana. Digo que con él se va la década del ’60 –si bien después podemos hacer análisis más profundos– porque veníamos de los ’40 y los ’50, que era La Poesía con mayúscula. Juan terminó para siempre con esa división entre la lengua hablada y la lengua escrita, ese pensamiento de que ciertas palabras no se podían usar. Entonces, haber roto esa división terrible, donde en una vereda estaba la poesía y en otra el mundo... Tuñón había hecho eso pero muchas décadas atrás y él a su vez tenía un lenguaje particular que no era el común, el que hablaban todos. Pero Gelman sí habla como todo el mundo. No es alguien que vos empezás a leer y decís: oh, yo voy a leer poesía, no voy a entender nada. Entrás en los poemas. Eso lo hemos hecho mucho, pero con él empieza. Esa marca suya no se borró más. Todos somos deudores de eso, aun los poetas jóvenes que no lo leen.

Gelman publicó mi primer libro, Los límites. Nunca vi a los editores, ni nada, él me pidió el manuscrito y a los dos meses vino con el libro editado por Estilograf. La solapa es de él, si bien no está firmada. Me dijo: “No necesitás que nadie te avale”. Con él se va mi juventud.

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