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Miércoles, 7 de noviembre de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › "TROPOFONÍA", LA TIERRA DONDE TODO ES POSIBLE

Más que locos por las letras

Son un grupo de estudiantes, ex estudiantes y amigos que se encontraron en la pasión por el saber. Allí nació una propuesta radial que va los jueves a las 23 por la AZ 92.7.

¿Qué pueden tener en común Friedrich Nietzche, Olga Orozco y Pappo? Si bien en principio uno podría suponer que nada, o casi nada, existe un lugar, un espacio--temporal ucrónico, una dimensión desconocida, un resquicio en el dial de la frecuencia modulada, donde todos ellos conviven en armonía. O al menos todos juntos, que no es lo mismo pero es igual.

"En la cima del Himalaya, a 8500 metros sobre el nivel del mar, nació un lugar llamado Tropofonía. En aquél espacio, la atmósfera despertaba nuevos sentidos entre sus habitantes, los momofónicos, seres extraños y deformes en constante estado de curiosidad, que combatían el frío con una sola herramienta: la imaginación. Aficionados al arte de contar, pasan sus días recitando poemas, parafraseando cuentos, transmitiendo sus saberes entre todos los nativos".

Mimetizados con el entorno, festejando el saber por el saber nomás, haciendo de la radio un espacio no radial, los momofónicos se encuentran cada jueves a las 23, en el espacio--temporal de una frecuencia modulada, la AZ 92.7, para contar historias, intercambiar saberes, leer poesía, hacer teatro y hasta escuchar algo de música. Es decir, explorar la sonoridad.

"Nos conocimos en el ciclo de lecturas de poesía de La Muestra", cuenta Gervasio Monchetti --locutor nacional y uno de los mentores del proyecto-- señalándolo a Sebastián Moreno, un porteño ex estudiante de Arte que encontró en el ciclo un inmejorable lugar para el proceso de adaptación. A partir de allí, mitin tras mitin, la idea de un programa con lecturas y reflexiones fue cobrando forma. Y adeptos. Cuando hicieron el primer programa, el 15 de febrero de este año, ya sumaban media docena. Eso, a pesar de la metodología creativa.

"Nos reunimos después de correr. Salimos a correr a las cinco de la mañana y cuando terminamos nos juntamos a desayunar. Ahí se arma la tormenta de ideas. Es el único momento del día en que podemos estar todos", explica Sebastián.

A tono con la propuesta, los momofónicos no responden a casi ninguno de los cánones que se podría suponer como a tono con la función. No estudiaron Letras, ni Filosofía, alguno quizá Historia o Psicología. No son demasiado jóvenes ni demasiado viejos: se podría decir que tienen entre 20 y 40. No son nerds ni fanáticos de los autores que tratan --en algunos casos apenas los conocen--; y sí, si tienen otras cosas que hacer. "Algunos trabajan, otros estudian. Hay de todo, como en el programa", apunta Gervasio risueño.

Así, inclasificable, Tropofonía es, además de ecléctica y trasnochada, básicamente la tierra de lo posible. Escuchar a Dostoievsky leído en su lengua natal, entablar una charla posible con Julio Cortázar --merced a las bondades del MP3--, preguntarle a Abelardo Castillo acerca de sus influencias, o hablar con un Mario Benedetti trucho pero de lo más voluntarioso.

Un apartado merece la música. De Debussy a La Bersuit, de Discépolo a Maslíah, en Tropofonía hay lugar para todo. "La consigna era, básicamente que nos gustara --explica Ludmila Morabito Bauk--. Después, si se puede, le buscamos alguna relación con el autor visitado, o con el entrevistado".

Con idéntico criterio se eligen los autores a tratar en cada programa. "Al principio hicimos una lista con los autores que nos gustaban, sobre los que queríamos hablar --dice Sebastián--. Después se fue haciendo tan grande, que empezamos a pensar en que se podían agrupar por temáticas: poesía, teatro, etc. Por ejemplo, este mes está dedicado a lo fantástico". Así, el primer jueves de noviembre estuvo dedicado a Edgar Allan Poe. Mañana será el turno de Horacio Quiroga, la semana que viene será Julio Verne y la siguiente Max Aub.

Para cada programa, el equipo encara una investigación no siempre formal, que desemboca en un guión de veinte páginas que luego se vuelca en vivo en la radio. "Obviamente ha habido algunos autores que por su complejidad, y lógicamente, por nuestra inexperiencia, al principio nos requirió más de un mes de trabajo. Es el caso de Pizarnik o Borges.

Desde luego, resultaría extraño que en un programa de estas características no hubiera lugar para la improvisación. Sobre el final, rayando el nuevo día, la invitación es a la experimentación. "Una de la sesiones que hacemos es la de tropolenguaje, que es unos minutos de improvisación en un no--lenguaje. La gente se prende muchísimo con esto. En el último programa que hicimos, al final éramos más de quince personas haciendo tropolenguaje".

Y como todo programa de radio que se precie, en Tropofonía hay un momento para el concurso. Con consignas casi metafísicas, del tipo de "¿Y ahora qué?, o "¿Cuál es?", los momofónicos afirman que el público "es donde más se prende". "No importa qué le pidas, la gente quiere participar. Y participa por el gusto mismo --explica Guillermo "Mono" Albertosi--. El otro día llamó una señora que quería hablar. Después que grabó su mensaje le dijimos que con eso entraba automáticamente en el concurso por un libro. Se enojó; no quería ganarse ningún libro, solo quería hablar en el programa".

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No son nerds ni fanáticos de determinados autores.
 
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