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Jueves, 20 de marzo de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › EL CONCIERTO DE BOB DYLAN EN EL HIPODROMO

Noche histórica en Rosario

A lo largo de dos horas, no sólo ratificó su talento sino que sorprendió al reinventar canciones que perduran en el tiempo.

 Por Claudio Socolsky

Fue la historia, que en poco menos de dos horas, pasó en una noche espléndida por el Hipódromo del Parque de la Independencia. Atónitos aún por la presencia de la leyenda, en una ciudad que se autopromociona como una cuna de artistas; Bob Dylan, la persona que condensó como ninguno el concepto de artista ﷓comprometido, lúcido e inconformista﷓ dejó a los casi cuatro mil espectadores con la boca abierta y el corazón contento. Es cierto, pocas veces se habrá presenciado un recital donde había que realizar el ejercicio insólito de reconocer los temas. Con la excepción de los que interpretó de su último disco (Modern Times), la excelente banda que acompaña al hombre nacido en Minessotta, hace ya 66 años, se encargó de demostrar que cada nueva presentación de esa gira que nunca termina, es un buen motivo para reinventar canciones que continúan perdurando en el tiempo. La foto del final, la que quedará impregnada en las retinas de los que vivieron una noche histórica, con el músico alzando los brazos, rodeado de su banda, fue la única "pose" de un artista que nos regaló durante un par de horas un poco de su talento.

* La mano. Puede decirse, sin temor a exagerar, que Luciano Abiad, de la productora local MA, fue el único rosarino que tuvo el privilegio de compartir unas horas con Bob Dylan mientras estuvo en la ciudad. Desmitificando la imagen cimentada alrededor del músico, Abiad dijo a Rosario/12 que "me sorprendió que le preparamos tres camionetas para ver en cuál quería llegar al Hipódromo, pero nunca se quiso bajar del colectivo en el que viajaba con los músicos. Una vez que el colectivo llegó hasta la puerta del Hipódromo, también había tres camionetas para llevarlo hasta los camarines; pero se bajó, con la ropa que iba a usar en la mano, y fue caminando hasta el escenario". Entre las anécdotas, Abiad contó que en el viaje desde Buenos Aires, "Dylan se bajó a tomar un café en una estación de servicio de San Nicolás y habló con todos los que se le acercaron y le deseaban suerte para el concierto, y además contestó todo lo que le preguntaron". En relación a la mala predisposición del músico hacia la gente, Abiad piensa que se trata más "de un circo de los que habitualmente lo rodean. Después de todo lo que me habían dicho sobre su personalidad, me pareció una persona con muy buena onda". Abiad señaló que Dylan en su estadía en Rosario finalmente no pasó por ningún hotel. Cuando terminó el show se fue directamente al aeropuerto y lo dejaron al lado del avión. Al consultarlo sobre si tuvo posibilidad de hablar con alguien del entorno de Dylan, en relación al impecable show que brindó en la ciudad, Abiad manifestó que el músico "quedó enloquecido con el público. Te digo más, el jefe de seguridad me comentó algo muy cierto: es el primer show que antes de irse levantó una mano. Para ellos el detalle no es menor ya que no lo hizo en ningún lado".

El show. Arrancó 16 minutos más tarde de lo previsto, con los acordes de "Cat's in the well", y terminó antes de los bises ﷓que comenzaron a las 22.58﷓ con una increíble versión de "Like a rolling stone", con el público de pie, que se quedó esperando por la mítica "Blowin' in the wind". De todas maneras, las versiones de "Masters of war", cuando Dylan se instaló en los teclados, y una furiosa de "Highway 61 revisited", con las luces encendidas a pleno, fueron el regalo más preciado que los fanáticos esperaron por tanto tiempo.

His band. A la derecha de Dylan se ubicó Denny Freeman, un guitarrista impecable que sorprendió a más de uno con sus punteos. En la otra punta del escenario estaba el guitarrista rítmico, Stu Kimball. Tony Garnier se encargó del bajo y el contrabajo. Donnie Herron tocó piano, violín, banjo y steel, y George Receli la batería. Con un profesionalismo pocas veces visto, la banda que acompaña a Dylan ﷓que tocó un par de temas con una Fender Stratocaster y después no abandonó el teclado﷓ tuvo, sencillamente, una perfomance extraordinaria.

El público. Sin mayores inconvenientes, los espectadores se fueron acomodando en las sillas prolijamente dispuestas en el Hipódromo. Músicos, políticos, funcionarios y (muchos) periodistas se mezclaron con los padres de más de 40 quienes, en un buen número, llegaron con sus hijos adolescentes. Se disfrutó en familia, pocas veces visto.

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Casi 4 mil personas vieron el show.
 
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