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Lunes, 17 de agosto de 2009

CULTURA / ESPECTáCULOS › ARRáSTRAME AL INFIERNO, UNA BUENA DE TERROR

Sam Raimi llega al fondo de la fosa

 Por Leandro Arteaga

No haré más que hablar desde el apego inmediato que me provocó el film. Antes, durante y después. Y todo ello porque la banalización actual y norteamericana del género del terror no es más que un síntoma, otro de los tantos, que comunican los estertores de un cine lamentable, otrora glorioso. Por ello, por suerte, Sam Raimi al rescate.

Convengamos que, también, hay algo de deuda pendiente entre Raimi y su público. Porque quien haya visto esa trilogía -ya de culto que significan las películas Diabólico (The Evil Dead, 1981), Noche alucinante (Evil Dead II, 1987) y El ejército de las tinieblas (Army of Darkness, 1992), no ha hecho menos que preguntarse por qué el realizador no volvía, de una buena vez, a filmar algo de tono similar. (Y aún cuando la trilogía Spiderman sea, desde este entender, de lo mejor.)

Es así que, si el lector recuerda estos títulos, poco hace falta que le explique (y el que no, que corra al video club como señalara, alguna justa vez, Stephen King). Porque Arrástrame al infierno es Evil Dead en estado puro, desempolvado y vuelto a embrujar. Otra dosis de gore del bueno, de grotesco pleno y con sustos asegurados ya que, por fin, no son los efectos digitales los que priman sino la artesanía narradora.

Es así que serán las sombras, los sonidos y el fuera de campo los que se encargarán de llenarnos de un ánimo de angustia y de ganas de cine. Como en los buenos viejos tiempos, con diablos que son diablos, un auto cuadrado y grandote -circa '70 que mete miedo, fluidos viscosos, una vieja horrible y tuerta, videntes de feria, gitanos que saben de maldiciones, y todo eso que uno ha visto en cientos de películas y que la cinefilia de Raimi reelabora para el disfrute.

De modo tal que en Arrástrame al infierno estará citada tanto la sombra del Nosferatu (1922) de Murnau como la del Despertar del Demonio (1957) de Jacques Tourneur. Más ese toque de maldad que en El maleficio (Thinner, 1996) provocara una delgadez extrema, por obra y gracia gitana y de, como siempre, Stephen King. Todo conjugado por la fusión horrorífico humorística que nos devuelve la feliz reunión, así como en Evil Dead, entre Raimi y los efectos de maquillaje de Howard Berger y Greg Nicotero, artesanos ilustres del medio.

Y por último, la manera simétrica e inversa que el film tiene desde el retrato descarnado de esta niña (Alison Lohman, el rostro adolescente de Jessica Lange en Big Fish) apesumbrada por el nuevo puesto laboral postergado, la familia high class de su novio (y ella tan provinciana y sin familia), el oficinista trepador que la denigra, y la gitana que la maldice y pone en ridículo en tantos lugares (la sangre que brota de su nariz en medio de la rutina de trabajo es -atrevo a decir sublime). La pulsión enfermiza por el ascenso y su semántica triunfalista trae aparejado el descenso infernal para Christine. Más para arriba e, indefectiblemente, más para abajo. Christine tira de un lado y se hunde en el otro. Y en el medio nada parecido a cielo alguno. Qué buen film.

8 (ocho) puntos

Arrástrame al Infierno. (Drag Me to Hell). EE.UU., 2009

Dirección: Sam Raimi.

Guión: Sam Raimi, Ivan Raimi.

Fotografía: Peter Deming.

Música: Christopher Young.

Montaje: Bob Murawski.

Intérpretes: Alison Lohman, Justin Long, Lorna Raver, Dileep Rao, David Paymer, Adriana Barraza.

Duración: 99 minutos.

Salas: Monumental, Showcase, Village, Sunstar.

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El susto se asegura por la narrativa, más que por los efectos.
 
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