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Miércoles, 30 de julio de 2008

CONTRATAPA

En cada casa hay un Odradek

 Por Gary Vila Ortiz

Para muchos (no exageremos, para unos cuantos que son muchos) el Odradek, como Kafka, son inventos de Borges. Para otros también Borges es un invento y el Odradek es solamente algo escrito por la pura fantasía de alguien que rondaba la locura. Están aquellos que sostienen lo que más se aproxima a lo que llamaremos la verdad: la página fue redactada por Kafka y Borges la recogió en El libro de los seres imaginarios. Son varios los libros en que se encuentran textos de Kafka, y entre ellos está el Odradek. Muchos en realidad suponen que tanto el Odradek como el Snark de Lewis Carroll o el Monte Análogo de René Daumal, son productos de la imaginación de esos dementes que escriben y no se sabe bien qué quieren decir. Sobre todo en el caso del Odradek. Este ser existe y, en las líneas de Kafka, la mayor preocupación del señor de la familia es si será mortal o no. En el último párrafo podemos leer que "evidentemente no hace mal a nadie, pero la suposición de que pueda sobrevivirme me resulta casi dolorosa". ¿Cómo es, al fin y al cabo, un Odradek? Se asemeja a un carrete de hilo, chato y en forma de estrella y, en efecto, también parece que tuviera hilos arrollados; por supuesto, sólo son trozos de hilos viejos y rotos, de diversos tipos y colores, anudados y enredados entre sí. "Pero ﷓aclara el narrador﷓ no es solamente un carrete, porque en medio de la estrella emerge un travesañito y sobre éste, en ángulo recto, se inserta otro. Eso le permite erguirse en dos patas...".

Ahora me toca a mí descubrir (aun cuando es posible que haya otros que ya lo descubrieron antes) que todas las casas de todo el mundo tienen su Odradek, siempre o casi siempre escondido mientras repite las únicas palabras que (según Kafka) puede decir: cómo se llama y que su domicilio es desconocido. Suele reír, una risa (escribe Kafka) de quien no tiene pulmones y que por eso suena más o menos como el susurro de las hojas caídas.

El Odradek es por naturaleza bueno y si alguien se atiene a lo que pueda decir en su lenguaje de carrete de madera (porque, y esto quizá Kafka no lo sabía, el Odradek puede decir, a veces, más que su nombre y que su domicilio es desconocido), llegará a descubrir cosas sorprendentes sobre la vida que tenemos. Observador de nuestro tiempo, acaso desde el principio de la aventura humana, ese ser cuya risa es otoñal (lo que nos complace) sabe bien cómo somos y también que es un poco difícil que podamos hacer algo para evitar las atrocidades que cometemos y seguimos cometiendo. Sabemos (él nos lo ha contado) que estuvo cercano a Sócrates cuando tomó la cicuta, y que lloró con ese llanto que parece un chubasco de primavera. Nos contó además de su amistad con Gregorio Samsa y que tuvo intervención (ignoramos cuál fue) en la invención de los heterónimos de Fernando Pessoa.

El buen lector, o aquel que gusta mucho del cine y la pintura, o de la música, entiende la presencia no explícita del Odradek en ciertos libros, algunas películas, bastantes pinturas, y hasta en composiciones musicales. Las mismas personas de siempre, que anhelan certidumbres que no existen (y si hay algunas, no sirven demasiado), nos exigen que seamos precisos. Que enumeremos las obras a que hacemos referencia. Eso haremos, ya que nuestro propio Odradek, que ha salido de su escondite entre los libros (que lee de una forma diferente de la nuestra), parece decirnos que no cuesta mucho dar algunos ejemplos. Aquí anotaré una breve lista, entonces.

En música hay uno que pienso es el más significativo: el de la obra de John Cage para piano titulada 4'33'', en la cual el intérprete se sienta al piano pero durante ese lapso de minutos y segundos no toca ninguna nota. Mi Odradek asegura que él y sus amigos pueden escuchar con claridad lo que escribió Cage, pero que para los oyentes comunes resulta imposible, que no escuchan nada. Tengo una versión realizada por Frank Zappa, y cuando la pongo mi Odradek la escucha con deleite y sufre ciertas transformaciones que me alegran. Yo, por supuesto, solamente escucho el silencio.

En pintura los ejemplos son unos cuantos: abundan en Klee, en Miró, en Tapies, en Jackson Pollock y en Max Ernst, aunque sé que hay otros.

En lo que hace a la literatura, los Odradek están en los relatos de Henry James, por supuesto que en la obra de Beckett, en la poesía de E.E. Cummings, en los cantos de Ezra Pound, en las "voces" de Antonio Porchia y también en James Joyce, pero mi Odradek (soy posesivo en el decir, porque los Odradek no pueden ser poseídos) dice que encontrarlos en el "Ulises" resulta hasta difícil para ellos mismos.

En el cine, la presencia de los Odradek es más complicada de entender. Están en muchas películas y, aunque nunca podemos verlos, suelen intervenir en los párrafos de algunos guiones, en algunas de las tomas que hizo Orson Welles para El ciudadano y en Harvey, donde el conejo invisible que acompaña a James Stewart es en realidad un Odradek.

Los Odradek no habitan solamente las obras de la creación artística. Se encuentran en todas las casas, desde un lujoso departamento en la zona más exclusiva de Nueva York hasta una mínima casilla de una villa miseria de Rosario.

Como dice Borges, del Unicornio no sabemos cómo es, no tenemos sino vagas ideas de cuál es su forma. Por lo cual puede ser que alguna vez estemos frente a un Unicornio, que hasta tengamos una cierta amistad, pero nunca sepamos que hemos estado con uno de ellos. Lo mismo me parece que puede ocurrir con los Odradek. Tal vez nos hemos encontrado con algunos de ellos, hemos hablado por un largo rato, hemos compartido simpatías y diferencias, y aún así no sabemos claramente que se trataba de uno de ellos.

Por mi Odradek (otra vez el indebido uso del posesivo) sé que todos los Odradek tienen una particular repugnancia por la violencia, sufren por las guerras, por aquellos que mueren de hambre, por las enfermedades terribles que nos matan sinuosamente. Pero no se esconden de esos hechos que les resultan dolorosos. Tienen una especie de don que les permite estar próximos al que sufre y hacer que ese sufrimiento sea menor. Por eso y por otras cosas (que no contaré hoy) siento cariño por los Odradek. Aunque jamás llegaré a conocerlos.

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