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Sábado, 24 de enero de 2009

CONTRATAPA

Poesía en el poder

 Por Miriam Cairo

Dice el maestro Eco, que hay poderes inmateriales, no mensurables, que tienen peso propio. Esos poderes inmateriales no se limitan al mundo espiritual, religioso: "un poder inmaterial es también el de las raíces cuadradas, cuya ley severa sobrevive a los siglos y a los decretos, no sólo de Stalin sino también del papa". Dentro de esos poderes, incluye Eco a la literatura, cuyos textos han sido y siguen siendo creados "no con fines prácticos, sino más bien 'grata sui', por amor a sí misma, y que se leen por placer, elevación espiritual, ampliación de los conocimientos".

Pero Obama, con su clara sonrisa, con su predisposición heroica a ser el presidente negro de la democracia blanca, quiere hacer entrar a los empujones a la poesía en la casa de gobierno. Algún funcionario fanático quizás obligue a leer a Bukowski a los señores del Pentágono.

Días antes de la asunción, en los distintos blogs se anunciaba que poco después de que Barack Obama pronunciara su primer discurso, Elizabeth Alexander, escritora estadounidense de 46 años saldría "de las sombras del enrarecido mundo de la poesía contemporánea y, ante millones de personas en Washington y en el mundo, recitaría un poema compuesto especialmente para la investidura del primer presidente negro de Estados Unidos". Alguien pudo haber tenido la inoportuna sospecha de que tan enrarecido no habrá de ser el mundo de esta poetisa que es profesora de estudios afro﷓estadounidenses de la Universidad de Yale, bien alimentada, bien acogida, bien casada. Menos enrarecido aún si su libro más reciente América Sublime fue finalista del premio Pullitzer de 2005. Enrarecido habrá sido el mundo de Bukowski, de Carver, de Hilda Doolittle, de Kerouac. Y a nadie se le habría ocurrido que ellos pudieran hacer un poema por encargo.

Los comentarios despectivos en los distintos blogs, antes de conocerse el poema, no se hicieron esperar. Sin embargo, un buen internauta encontró Arte poética #100, buen poema de la autora, y lo puso en la red a disposición de los usuarios. Todos los alumnos de talleres literarios que hayan leído los comentarios habrán hecho un curso acelerado de análisis poético. Y tendrán terror de dar a conocer sus propios poemas. Es que las leyes de la poesía son severas. Más severas que las de las raíces cuadradas. E inasibles. Todo lo que se le endilga como pobre a Arte poética #100 puede ser un hallazgo superlativo para otro poema. Pero además, hay que tener muy en claro que los lectores de poesía son malditos. Tan malditos como los verdaderos poetas. Y no los amedrenta que la escritora del poema sea la elegida por el nuevo señor bueno del imperio malo: si lo escrito no alcanza, no alcanza y ya.

Los memoriosos recordarán aquel Festival Latinoamericano de Poesía en que el prestigioso novelista Juan José Saer leyó sus poemas. El público, impiadoso, le brindó un tibio y condescendiente aplauso a su investidura, pero no a sus versos. En la misma mesa, poetas ignotos fueron ovacionados. No hubo ni siquiera piedad por haber nacido en la misma tierra. Por encima de las nacionalidades, los libros vendidos, las medallas ganadas, está la poesía.

Por eso resulta extraño al público maldito, fuera de lugar, incluso, que una poetisa escriba un poema de ocasión, como si la poesía fuera un bien utilitario o un detalle que se debiera hacer combinar con el precioso vestido de Michelle. Para las ocasiones ¿no están los discursos de ocasión? ¿Por qué hacer encajar en el protocolo a la poesía?

Finalmente se conoció el poema. Los severos lectores vieron en él un pastiche entre los versos de Whitman y William Carlos Williams. Otros, le reprocharon la connotación profético﷓religiosa (que, según dicen, es réplica del aspecto más débil del discurso de Obama).

Pero antes de estas apreciaciones estilísticas e ideológicas, lo inexplicable es que la poetisa no sepa, u olvide, que la poesía va donde quiere, que "ningún decreto celestial, ni político, ni académico puede detener su camino y hacerla desviarse hacia situaciones que pretenden ser óptimas", según hemos aprendido del maestro Eco, para citar sólo a uno de tantos que se expresan en consecuencia respecto de la literatura. La poesía es por naturaleza anti﷓institucional para no caer bajo la rueda del mercadeo poético de las escuelas, los juegos florales, las generaciones, las academias, dijo Vallejo.

Entendida la poesía como funcional, en una sociedad cuya actividad preponderante es la industria y el consumo, nos asalta el temor a la producción en serie de versos para la formación de buenos ciudadanos. Inmediatamente recordamos aquellas reflexiones de Octavio Paz en el discurso inaugural del Congreso Internacional de Escritores en Valencia, el 15 de junio de 1987: "La libertad de expresión está en peligro siempre. La amenazan no sólo los gobiernos totalitarios y las dictaduras militares, sino también en las democracias capitalistas, las fuerzas impersonales de la publicidad y el mercado".

En los diarios estadounidenses se comenta que el gesto de Obama augura que la poesía y la cultura tendrán un lugar en el poder, tras ocho años de desperdicio cultural. Stephen Young, director del programa de la Poetry Foundation (Fundación Poesía) dijo a AFP que la poesía "renueva nuestra atención al lenguaje y al poder del lenguaje" y que "puede ayudarnos a entender las cosas nuevas y a que renovemos la comprensión de las cosas que considerábamos ya sabidas".

Es imposible no estar de acuerdo con las primeras aseveraciones, pero cuánta inquietud generan las segundas.

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