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Rosario está, literalmente, agujereada.

Aguas Provinciales parece haber lanzado dos proyectiles muy potentes en calle Moreno entre Mendoza y San Juan; otro tanto en Dorrego yendo hacia 3 de febrero.

Catamarca e Italia recibió un misil, a cada paso una batalla al vacío, un acopio de ceros impactando veredas, adoquines. Y el hormigón armado hecho trizas.

El Hormigón armado.

¿Es necesario romper: tanto, para arreglar: algo?.

El antiguo miedo a pisar una baldosa floja se ha transformado en terror por caer al abismo pues en cada uno de estos cráteres caben autos, niños, motos y carritos del súper llenos de mercadería, un albañil, la producción entera de una planta de alfajores, etcétera. Incluso podría llegar alguien a habitarlos. Tienen un corralito a modo de reja de entrada y en sí se asemejan a un living en forma y tamaño.

La Epe otro tanto, encima advierte que podría "haber tensión", uno entonces esquiva este accidente geológico hecho por obreros trabajando pero no se alcanza a comprender hasta cuándo vivir en suelo minado y destruido.

¿Quién es el comandante de semejante batalla contra el transeúnte común, el de alpargatas y suela de goma, que necesita llegar a un colegio, un almacén, y para ello debe saltar, sortear o sucumbir en estos pozos ciegos?.

Perdón, querría saber si esto es para el bien de la ciudad, porque, si en el afán de tenerla mejor la están perforando y penetrando de este modo creo que el porvenir es áspero y ha de propagar a una Rosario de pavor hacia sus callecitas.

Quiero saber si para arreglar sus venas es imprescindible realizar estas operaciones a corazón abierto y empobrecerla de residuos o darle aspecto de cirugía interminable donde todos corremos riesgo de catástrofe. O terapia intensiva.

Las empresas parecen de otra city, señores que vinieran con exceso mental de martillo y decididos a no fallar.

Uno camina mirando el piso de esta urbe para no perder la sandalia, pero va perdiendo, día a día, su indiscutible belleza.

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