rosario

Martes, 15 de junio de 2010

CONTRATAPA

Otro muerto por abandono

 Por  M. Cristina Solano*

Los suicidios y las muertes de los veteranos de la guerra de Malvinas siempre actuaron como termómetros, parámetros, indicadores de lo que pasaba con ellos. Más allá de la dramaticidad que esto implica, o precisamente por ella es necesario hacer un análisis sobre esta cuestión. El suicidio es un no dar más, es el basta terminante, absoluto, después de él la nada. Es demostrar que todo intento personal o colectivo ha fracasado.

El suicidio es el fracaso de todo el entorno familiar, profesional, social, o por lo menos es sentido así. Nadie pudo hacer nada por él, sólo le quedó la muerte. Es la muerte siempre presente, si ella fue amenaza durante la guerra, hoy es buscada como aliada.

Es necesario reconocer que nunca se estudiaron seriamente las muertes de los soldados luego de la guerra, nadie sabe a ciencia cierta cuántos son, quiénes y dónde murieron, cuales fueron las circunstancias de cada caso para poder establecer parámetros. Sólo hay ideas, presunciones, cifras imprecisas. Es perverso pedirles a los veteranos que sepan sobre esto. Pero tampoco hay instituciones que hayan investigado la cuestión, como tampoco se ha estudiado el acontecer posterior de las familias cuyos hijos murieron en la guerra. Y hoy tampoco se estudia sobre los descendientes de los combatientes

Hay una experiencia que consideramos necesario rescatar. El INSSJP realizó una Investigación Acción Participativa sobre la salud de los ex soldados de Malvinas durante los años 1996 a 1998. Es necesario enunciar el título del trabajo pues quizá ahí esté la respuesta de los logros del mismo. Se investigó, sí, pero al mismo tiempo se actúo en cada caso que fue necesario y se fueron plasmando los pasos para continuar con el trabajo. Pero también fue participativa. O sea los objetos de estudios fueron sujetos del mismo, fueron sus protagonistas y responsables. En esos años se trabajó intensamente con las situaciones de crisis que iban apareciendo en los jóvenes. Y dio como resultado que sólo se suicidaron dos de ellos. Todos los demás posibles intentos habían sido solucionados, se había actuado antes. Pero también se actuó en la sociedad.

Concretamente, por qué creemos que los suicidios disminuyeron durante la investigación: Lo primero que se nos ocurre es reconocer que se trabajó sobre las situaciones críticas. Cada vez que hubo una alerta se acudió al lugar, y se implementaron los recursos posibles para sacar a la persona de una situación de riesgo. Para esto se utilizó lo aprendido por los veteranos en estas circunstancias: rodear al compañero, hablar de Malvinas, buscarle atención médica, procurar internación psiquiátrica, trabajar con la familia, entre otras medidas.

En segundo lugar, se puso el tema Malvinas en la agenda pública. En cada provincia que se visitó se hizo que se ocupasen del tema las autoridades, los profesionales y los mismos veteranos. Se dictaron cursos de capacitación. Se hizo un relevamiento de la población. Se los estudió, se les hizo análisis, radiografías, entrevistas psicológicas, estudios médicos, se les hizo recomendaciones. O sea, hubo un cuidado y una mirada profesional en cada uno de ellos. Es decir, Malvinas fue tema público, por unos días no se la pudo negar y si existía Malvinas, también existían los que lucharon allí. Y algunos estaban dispuestos a escucharlos.

Cuando la investigación se suspendió, y con ella todo el plan de salud, en sólo 6 meses, de enero a junio del 98, se suicidaron 10 veteranos. Quizá sirva esto, al menos, para pensar algo.

Estas muertes se debieron al abandono social y luego a su propio abandono. Los veteranos se matan porque están solos. Y solos implica que la guerra es un hecho particular.

Si cada suicidio habla de un fracaso de inserción social, de una imposibilidad de hacer nudo con un discurso social que te involucre, difícilmente alguien se mate si esta apoyado, acompañado, comprendido en una red continente. La posibilidad que han encontrado los veteranos es estar juntos, porque la guerra es un hecho particular, les sucedió a ellos. No hay inscripción social de ella.

Asumámoslo, la guerra de Malvinas ni siquiera fue oficialmente declarada como tal y así parece ser sentida, una guerra que no fue, que no existió.

Gastón, Juan, y todos los demás, posiblemente no pudieron ver que el mundo que los rodeaba los miraba, los reconocía, les agradecía de alguna manera el tremendo sacrificio dado en Malvinas. Algunos de ellos optaron por inventarse un mundo imaginario en el que sí eran héroes, importantes, convocados por sus conocimientos, por su lucha, o quedaron atrapados en otros mundos más crueles, que los lastimaron hasta morir.

Algo de lo que hemos aprendido. Llamémoslo Pedro, nació en un humilde hogar de un pequeño pueblo chaqueño, el servicio militar lo sacó de allí y luego lo envió a esas islas del sur del país de las que casi nada sabía. Uno de sus jefes les dijo antes de salir que iban a allí a luchar por la patria, y que esa patria era la familia, los padres, su pueblo, los compañeros que iban con él. Eso se le grabó a fuego, aprendió allí que es eso que dicen patria. Y lo respetó hasta el fin, en esa guerra incomprensible. Patria eran los compañeros que iban muriendo y quedaban en el suelo helado de Malvinas, y sentía que allí debía quedarse si era necesario, no debía abandonar a sus compañeros y volver solo. La guerra concluyó, Pedro regresó. Y a volver, debió aprender a vivir otra vez. Pero comenzó a sentirse muy solo, sin sentido, hizo lo que debía hacer, trabajar, casarse, tener hijos, pero esa soledad estaba ahí, siempre, fue y vino de su pueblo natal. Se afincó en otro y seguía con esa sensación tan extraña en medio del pecho, a veces para callarla o por lo menos para olvidarse que estaba, tomaba o se enojaba mucho, o deambulaba. Cómo hacer para sacársela del pecho si ni siquiera sabia que era, sólo dolor que no calmaba. A veces pensaba tonterías que lo asustaban mucho, no era bueno dejar a la familia sola, era de cobardes, pero no se aguantaba tanta opresión ahí justo en medio del pecho, al lado del corazón.

De pronto, comenzó a recibir ayuda, o por lo menos comenzó a darse cuenta que la estaba recibiendo. Sus compañeros veteranos armaron una movida importante en su pueblo para que de una vez por todas reconozcan y respeten a Pedro (el único héroe de verdad del lugar según algunos profesores). Dejó de ser un ente olvidado y criticado en el pueblo, y comenzó a ocupar el lugar que le correspondía, de pronto desde los chicos de las escuelas hasta los vecinos empezaron a preguntar sobre su vida, la guerra, los compañeros, y Pedro empezó a hablar, en público, en privado. Ya no era un resto innombrable de algo de lo que no se hablaba, era un héroe, un veterano de guerra, que estaba entre todos y que debía ser reconocido como tal. Pedro volvió a estudiar, fue ascendido en su trabajo, y milagrosamente ese dolor en el pecho se fue. Ahora se viste de gala y cuenta ante el pueblo que lo mira con respeto y cariño de su lucha y lo hace en nombre de los que ya no pueden hablar y de él mismo. A quien se lo pregunte, Pedro puede decirle que por fin es feliz.

Quizá esta historia, absolutamente real y actual, nos de algunas respuestas sobre tantas preguntas respecto de los suicidios de los veteranos de Malvinas. Pedro necesitó saber que su sufrimiento y la vida que los soldados habían dado por la Patria, hoy es reconocida por esa Patria.

*Psicóloga. Terapeuta de Veteranos de guerra de Malvinas.

Gastón Pina, veterano de Guerra, fue encontrado muerto el 10 de junio pasado, día de la Reafirmación de la Soberanía argentina en Malvinas, en su casa de zona norte. El presidente de la solidaria Asociación de Veteranos, Rubén Rada, contó que Gastón "había pasado muchas y muy feas", y expresó la desazón de todos sus compañeros por esta muerte.

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