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Sábado, 14 de marzo de 2015

CONTRATAPA

La palabra grieta

 Por Miriam Cairo

Toda realidad es onírica.

Cada célula de la realidad es una sugestión hipnótica, nos hace ver árbol donde hay árbol, nos hace sentir frío cuando hace frío, nos hace caer al fondo cuando abre un abismo.

Y nosotros la seguimos.

Hechizadamente.

Obedientemente.

Satinadamente.

Toda realidad se abrirá camino por entre la sintaxis de las cosas hasta hundir los muslos en el pantano untuoso de las flores.

Es, sin duda, una falla en el riguroso imperio de la certeza.

La realidad es una falla.

Y se está dentro de esa grieta.

Por fuera de la grieta, la realidad no alcanza su plenitud.

No falla.

Afuera de la grieta hay ciudades, movimiento continuo, árbol cuando hay árbol, frío cuando hace frío, caída cuando hay abismo.

Dentro de la grieta, hay cosas que la realidad no había planeado nunca.

Adentro de la grieta, la realidad me propone decir cosas que jamás habría podido decir fuera de la grieta.

Cada célula de la grieta me sueña conscientemente, me pide que diga dragones retozando en el fango con las estrellas lucíferamente.

Desde la plena consciencia molecular de la grieta digo ángel y aparece la palabra ángel, digo pez y aparece la palabra pez,

digo la palabra hombre y aparece una criatura bípeda de sombras apiladas, digo mujer y aparece la palabra.

La aparecida.

No importa lo afuera que esté de la grieta, la realidad necesita a la aparecida para desatarse el nudo que tiene en la garganta.

Sin la palabra, (esa aparecida desde la grieta) la realidad sería el imperio de la evidencia.

Alguien de afuera siempre propone denunciar el caos de la grieta.

Movimientos de tierra.

Consejos consultivos.

Concursos literarios.

Poetas en huelga.

Libros famélicos.

Entonces, alguien de afuera, propone poner en la entrada de la grieta un cartel de advertencia: que caiga el que quiera caer.

¿Y quién cae?

¿Quién se abisma en la palabra grieta?

Bajo campanas muertas la realidad pide altura.

Llega la noche y pide lo mismo.

Se hace el día y pide lo mismo.

Y allí hay una.

Una grieta.

La palabra grieta se abre esperándola.

Todas las letras de la palabra grieta lo dicen más de una vez:

te estamos esperando te estamos esperando.

Y la realidad se pregunta ¿lo hago todo?

Los perros de la realidad ladran y le muerden el ruedo de la pollera negra.

Un apuro.

Una urgencia.

Un sucesivo descarrilar de infinitivos, un exceso de constatación y de datos que se precisan por miedo a caer en el centro de la palabra noche que está en el centro de la palabra yo que está en el centro de la palabra grieta.

Dentro de la palabra grieta una se siente tentada de negar la palabra realidad, pero la abarca, la abraza y la consuela.

Explicar la palabra grieta sería como explicar la poesía.

Explicar la palabra noche sería como explicar la palabra yo.

Explicar la palabra.

Nada más satinado y anochecedor que la palabra grieta rasgada sobre la palabra yo que se nutre de la palabra noche para crear la otra realidad de la palabra.

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