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Sábado, 28 de septiembre de 2013

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De tóxicos y tratamientos

Las adicciones representan una nueva manifestación de la cuestión social, que interpela nuestra sociedad capitalista y el orden social vigente. Pone en manifiesto la fragilidad de las instituciones en diferentes niveles: familia, educación, salud, protección social y el Poder Judicial al fallar su capacidad punitoria. Bajo el paradigma del individualismo que se desenvuelve en un capitalismo competitivo, la unidad significante es un ser que satisface sus necesidades por sus propios medios, en un hedonismo que no prescinde de otro, sino que se consigue como producto del mercado.

Los tóxicos en cualquiera de sus variantes son respuestas a una demanda al dolor, existencia de un sujeto vacío de proyectos y esperanzas en una sociedad que se vende la libertad y la felicidad. Las drogas se han convertido en un modo de soportar la existencia en sociedad, siendo esta un analgésico y un refugio para apaciguar los descontentos de su condición. Este resulta como un factor sumamente cómplice para sostener el status quo y la reproducción de un orden social que no es interpelado por el descontento, ya que este es apaciguado por los nuevos mecanismos químicos paliativos. Debemos pensar qué lugar ocupa la sustancia en la estructura psicológica del sujeto, como también qué estructura social persiste con su anonimato y silenciamiento. A su vez, debemos pensar

qué lugar ocupan las drogas en la estructura política de la sociedad.

Así como los psicoactivos preservan la estructura psicológica del consumidor, no permitiendo realizar movimientos en beneficio de su autodesarrollo, las drogas apaciguan grandes poblaciones que son anestesiadas sus penas sociales impidiendo que sus quejas procesen cambios estructurales en el orden social. La toxicomanía es un placer que empieza y termina en uno mismo, no contemplando la alteridad ni tampoco la apuesta a un todo, a lo público. Por ello la ausencia de un sujeto, o desde la perspectiva política, la ausencia de un ciudadano.

Los modelos institucionales de atención pueden ser cómplices, siendo omisos del lugar político que ocupa la adicción y sus respuestas. En caso de la prevención, realizando medidas reduccionistas al poner como foco de atención el objeto y no en el vínculo, o en las instituciones tradicionales de atención al droga dependiente, que desde una lectura conductual, refuerzan otras estructuras alienantes.

Guillermo Ferreyra

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