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Jueves, 14 de mayo de 2015

PSICOLOGíA › EL BULLYING Y EL CIBERBULLYING EN LA éPOCA DEL NIñO GENERALIZADO

Cuando nadie es responsable

El ciberespacio trastocó las categorías de lo íntimo, público y privado. Además, los chicos reproducen imperativos como el culto a la estética, ansiedad de reconocimiento y satisfacción inmediata. Pero hay otra arista a considerar.

 Por Sergio Zabalza*

El bullying es el acoso o agresión que sufre una persona en el ámbito laboral, educativo o familiar, a manos de sus pares. Consiste en un hostigamiento que supone, no solo violencia física o verbal, sino toda manipulación o abuso de poder que redunde en la discriminación, denigración, exclusión, o cualquier otro daño u ofensa moral que atente contra los derechos humanos y la dignidad de una persona.

Conforme a los tiempos que vivimos, el on line recrea nuevas modalidades de afección entre las personas, por ejemplo, el cyberbullying: jóvenes adolescentes ubicados como blanco de ofensas y denigraciones virtuales. Ahora bien, en muchos casos, la agresión se desata a partir de fotos que los propios damnificados suben a la red en poses o actitudes que atentan contra los más elementales criterios de pudor y autopreservación. ¿Cómo se explica esto?

Es verdad que el imperio del ciberespacio ha trastocado las categorías de lo íntimo, público y privado, también que los chicos reproducen los imperativos que los adultos sostenemos en la vida cotidiana: culto a la estética, ansiedad de reconocimiento y satisfacción pronta y asegurada. Pero hay algo más.

Freud definía a los adolescentes como "seres aún inmaduros a los que no hay derecho a impedirles permanecer en ciertos estadios aunque sean desagradables". De allí que bien podría considerarse que, cuando todo es vértigo y aceleración, la autopreservación se sostenga en el instante previo a presionar "publicar". Sin embargo, pareciera que hoy los chicos pasan de la previa espacio íntimo y privado a la entrega pública y total sin solución de continuidad.

Es que nada más urgente que La angustia. En el seminario homónimo, Lacan define con el término turbación al momento de máxima inhibición en el movimiento que para escapar a la angustia termina precipitando actitudes desconcertantes o escandalosas; en definitiva, mostraciones en las que el sujeto se da a ver para que el adulto se haga responsable y asuma su lugar. Por eso, quizás hoy deberíamos hablar de cyberacting cada vez que un chico mediante una foto escandalosa o una información no conveniente aprieta "publicar" con un mensaje desviado, aunque con un indirecto pero certero destino.

El acting es una patología del acto. En criollo: una dramatización inconsciente que aparece cuando un conflicto en ciernes no alcanza a ser tramitado por la palabra y el monto de angustia se hace intolerable. Se trata de una mostración a la que un sujeto apela para llamar la atención y, de esta manera, hacerse un lugar en el Otro, en este caso, el mundo adulto.

De allí que, durante la adolescencia, el acting out suela ser el patético y muchas veces bizarro llamado para que los mayores se hagan cargo de su condición de tales. Se requiere mucho equilibrio y autocrítica para estar a la altura de las circunstancias.

Para Jacques Lacan, el acting tiene que ver con un duelo mal resuelto. ¿El del joven? Nos inclinamos por otra opción. En efecto, antes que nada lo que está en juego es el duelo del adulto por aquel lugar privilegiado que la admiración del niño le otorgaba. No en vano durante el Congreso sobre psicosis infantil que organizó Maud Mannoni en 1967, el famoso psicoanalista francés denunciaba la época del niño generalizado. Concepto que aúna la irresponsabilidad y tilinguería de muchos adultos con la desmesurada exigencia que los niños y jóvenes suelen soportar. De esta forma tenemos adultos que nunca dejan de ser niños, y niños que violencia incluida parecen adultos.

Atendamos una de las consecuencias de este rasgo que hoy distingue a nuestra actual subjetividad en un ámbito que, de manera privilegiada, actúa como caja de resonancia de los conflictos que atraviesan la polis en la que nos toca vivir: la escuela.

Propongo considerar que una de las manifestaciones de la subjetividad del niño generalizado en la escuela se da a través de la victimización que, en algunos casos, acontece para eludir la responsabilidad que a un joven le toca en la supuesta exclusión o agresión que padece. Al respecto, el psicoanalista Miquel Bassols establece una diferencia entre la victimización primaria, la del objeto víctima del acontecimiento traumático o delictivo, y la victimización secundaria, "en la que el sujeto debe responder ante su posición de objeto. La llamada 'doble victimización' es el peor y más notable efecto de este retorno sobre el propio sujeto de su posición de objeto víctima ante el Otro social y jurídico".

Desde esta perspectiva, el discurso del bullying puede estar al servicio de que nadie se haga cargo de su responsabilidad en los desaguisados que suelen acontecer en la institución escuela y luego repican en las redes sociales.

*Publicado en la Revista Digital de Psicoanálisis, Arte y Pensamiento en su nº 15 de mayo 2015.

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Con el publicar, los chicos se lanzan a la entrega pública.
 
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