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Lunes, 20 de septiembre de 2010

OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD

Política del optimismo

En los últimos días coincidieron en Rosario el ex presidente del gobierno español Felipe González y la presidenta Cristina Fernández. Sin cruzarse, ambos hablaron de optimismo. Dos presencias destacadas que influyeron en la agenda local.

Sin dudas ha sido una semana movida la que pasó en Rosario. La llegada del ex presidente del gobierno español, el socialista Felipe González y de la presidenta Cristina Fernández para los 75 años de la Asociación Empresaria de Rosario dejaron ecos que aún resuenan y, a su manera, marcaron la agenda local. A tal punto que hubo en la previa de la visita del español una disputa en el Concejo Municipal que impidió que se lo destaque como Ciudadano Ilustre porque no llegó a haber unanimidad: En efecto, los concejales María Eugenia Bielsa (Movimiento Evita) y Alberto Cortés (Proyecto Sur) se negaron a votar a favor de la expresión de beneplácito por la visita de tan destacada figura. Con argumentos similares, los ediles le recordaron el armado de las ilegales fuerzas GAL para combatir a la ETA y hasta algunos recuerdos de corrupción gubernamental como el caso Filesa.

Por supuesto, Felipe ni se enteró de las oposiciones y en todo caso el hombre está ya un poco curtido en estas cuestiones, después de batir el récord de 14 años al frente del gobierno de España. El español desplegó un discurso en el hotel RosTower propio de un ex jefe de Estado: Con cifras, datos precisos, análisis político, pero con la tranquilidad que otorga salir de la "línea de fuego" y poder contemplar desde semejante experiencia acumulada, los hechos de Europa y de Latinoamérica. Bromeó, distendido y dejó una palmada amable en las espaldas del futuro de la materias primas, es decir, de América Latina. Antes se encargó de morigerar los titulares de prensa que a su paso por Buenos Aires le atribuían dichos sobre un presente muy poco optimista para la vieja Europa.

Pero hubo un punto en que el discurso del ex jefe del gobierno español coincidió con el que después pronunció Cristina a la noche en la cena del City Center. Dijo Felipe que en España "la verdad es que hay menos optimismo del que debiera. Es cierto, hay una crisis, pero si los españoles miramos un poco el pasado vamos a ver que estos últimos fueron los mejores 30 años de los últimos 300. No debería haber tanto pesimismo entonces. Cuando asumí el gobierno en 1982 el ingreso per cápita de cada español era de 4.300 dólares. Hoy es de 34.000 dólares".

Sin haberlo escuchado, Cristina dijo algo parecido en el estrado del casino. Habló también del optimismo y del pesimismo. "Hace muy poco, en enero de este año, los agoreros nos decían que íbamos a liquidar las reservas si pagábamos deuda externa con esos recursos. No sólo pagamos y las reservas crecieron, sino que además acabamos de batir un nuevo récord histórico para la Argentina: El Banco Central ha acumulado reservas por 51 mil millones de dólares", informó la presidenta.

Y si bien como dijo Felipe González en sus conferencias en Rosario, la economía no puede ser una ciencia exacta porque se basa sobre todo en la confianza; es claro que a pesar de la lucha política que ha desgastado al gobierno nacional en muchos frentes, los indicadores hacen que sea bastante difícil ser pesimista. Esa noche en Rosario se vio muy claro: No había un auditorio demasiado favorable a la presidenta, desde los últimos días se hablaba de las movilizaciones de los obreros de Paraná Metal frente al casino propiedad del mismo empresario con el que están en conflicto, Cristóbal López. También se mencionaban las marchas de la Corriente Clasista y Combativa, cuya dirigencia se enrieda cada vez más en relaciones políticas y sociales difíciles de explicar. Incluso no era seguro que Cristina se quedase a la cena después de su discurso. Pero cuando vieron los funcionarios más cercanos que la acompañaban que la presidenta podía deambular tranquilamente por las mesas tomándose fotografías a pedido de muchas de las 1.500 personas que había en el lugar, decidió no perderse el clima y quedarse hasta el final.

Un dirigente empresario preguntaba a los periodistas que estábamos en el lugar esa misma noche: "Al final, ¿la quieren o no la quieren?, la verdad es que ya no entiendo nada". Como sea, una cosa es querer y poder sacarse una foto con la presidenta y otra muy distinta es votarla a ella o a Néstor de cara a 2011. También puede ser que no haya pasiones en determinados sectores, pero todos los que estaban allí sabían que la industria viene creciendo por encima del crecimiento general del país que ya de por sí, es alto. Y nada hace prever que el año que viene no sea igual. Puede ser que, como dijo Felipe González, la economía se base en la confianza, pero cuando esa fe está espaldada por los números concretos es mucho más sencillo creer. La pasión en la política queda reservada a los sectores militantes que renuevan su comunión de otras maneras.

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