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Lunes, 30 de octubre de 2006

OPINIóN › 7 DÍAS EN AL CIUDAD

Lo que hay detrás del enroque

Los cambios que dispuso en su gabinete el intendente Lifschitz esta
semana, van mucho más allá de cuestiones técnicas. Detrás hay reales
prioridades de gestión, pero también intensas consideraciones políticas
a la hora de disponer los cambios. La crisis de participación de los vecinos en las instancias institucionales que dispone el estado local.

 Por Leo Ricciardino

Enroque. Siempre la teoría conspirativa es la más seductora. Pasa en la películas, pasa en la vida, como dice el spot de un canal de films. Y esta semana, en los aparentes cambios "técnicos" del gabinete municipal de Miguel Lifschitz, también hay un telón de fondo mucho más atractivo que el mero enroque de hombres de segunda y tercera líneas en la administración municipal. Fuentes del Palacio Vasallo son las que sembraron las suspicacias en torno al ascenso de Gustavo Asegurado a la cabeza de la secretaría de Hacienda en reemplazo de Carlos Fernández. "En rigor, él era desde un muy bajo perfil, el que manejaba toda la secretaría. Es un hombre de entera confianza del intendente", susurraban el viernes a los periodistas, ediles de la oposición caracterizando al funcionario que era tan desconocido que muchos confundieron con su hermano Fernando, ex concejal y actual subsecretario de Gobierno.

Más conocidas eran las circunstancias que rodearon a la salida de Gustavo Perrone del Banco Municipal, a donde irá Fernández ahora. Perrone era uno de los integrantes de esa "trilogía" que más de una década atrás quedó en medio del fuego cruzado del socialismo. La Batalla de la Rosa, cuando Héctor Cavallero quebró en dos el partido, tuvo a un conjunto de funcionarios que creyeron hasta último momento, que era posible la reconciliación. Por ese pensamiento pagaron un precio y, con los años fueron siendo rehabilitados dentro del sector oficial del partido. Además de Perrone, ahora uno es diputado provincial y el otro se encarga de estratégicas tareas de comunicación para el municipio.

Perrone es un técnico con despliegue político, conocedor profundo de la administración local, y que fue al Banco Municipal a realizar una tarea concreta que se le encargó: La tercera capitalización de la entidad que sembró de acusaciones y suspicacias los argumentos de la oposición local. Esa tarea le habría generado un intenso desgaste interno con los otros directores del banco y por eso su salida era un tema casi impostergable. Pero casi como un "exiliado" dentro de su propia fuerza, sin filiación interna fuerte; Perrone era demasiado valioso como para seguir dejándolo nuevamente a la deriva. Eso es lo que analizó Lifschitz que ahora lo traslada a un puesto estratégico al frente de la empresa estatal del transporte (Semtur) y, de paso, lo enrola en su círculo de confianza.

Participación. Esta semana en la sesión del Concejo en el Distrito Oeste, quedó claro algo que se mencionó en esta misma columna hace unas semanas: Las instancias de participación de ciudadanos en los espacios que dispone el Estado Municipal (Presupuesto participativo, Concejo en los barrios); marcha hacia una abulia cada vez más marcada ante la falta de herramientas que encaucen esa participación.

En un principio, entusiasmaba a los ediles la profusa presentación de proyectos de parte de los vecinos en cada una de las sesiones distritales. Pero, era sabido, que el tratamiento de 300 o 400 expedientes en un solo día haría imposible el cumplimiento de los mismos de parte del Ejecutivo, lo cual deriva en una frustración que atenta luego contra esa participación.

Las formas de la democracia moderna -democracia directa- siguen conviviendo con aquel viejo lema constitucional "el pueblo no delibera ni gobierna, sino a través de sus representantes". Es decir, es un camino correcto el que se abre hacia la participación popular, pero éste debe encontrar formas adecuadas para ser canalizado, de lo contrario se cae en una especie de asambleísmo permanente sin resultados concretos.

Los vecinos deben capacitarse para participar, no pueden llegar al recinto de votaciones todas las ideas, deseos y necesidades del distrito de manera individual. Si en cada sesión hay 300 proyectos, esto indica que no se trabajó bien. Se deberían constituir comisiones vecinales que impliquen rodear a cada propuesta del consenso suficiente como para merecer estar en la agenda parlamentaria local de cada sesión. Lo cual implicaría un trabajo intenso para pulir cada proyecto, de eso se trata esta palabra clave en política: Consensuar, implica rodear de argumentos sólidos a cada idea y eso deriva inexorablemente en mejores iniciativas.

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