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Viernes, 16 de abril de 2010

CIUDAD › UNA MULTITUD SIGUIó EL FALLO DEL TRIBUNAL FEDERAL

Abrazos, alegría y lágrimas

Cuando el juez Otmar Paulucci leyó la primera sentencia a prisión perpetua la reacción de la gente -reunida frente a Tribunales con el entusiasmo de formar parte de un día histórico- fue de gritos de felicidad.

 Por Sonia Tessa

Una marea de abrazos y lágrimas se apropió de bulevar Oroño cuando el juez Otmar Paulucci leyó la primera sentencia a prisión perpetua. Gritos de felicidad, brazos en alto. Una multitud escuchó con atención las palabras del presidente del Tribunal. Abrazos, gritos, alegría y lágrimas. Ramón Verón y Olga Moyano, dos sobrevivientes de la Fábrica de Armas, habían cedido su lugar en la sala y se rodearon del enorme abrazo colectivo -así como de sus afectos más cercanos- para escuchar la sentencia. El llanto fue liberador. Sobre el escenario, las fotos de los 16 desaparecidos por los que se hizo justicia en esta causa no sólo eran un homenaje, sino también una presencia. También estaba, aunque haya muerto el año pasado, Cecilia Nazábal. Su nombre fue el primero que el magistrado leyó en la lista de querellantes, y la multitud aplaudió con ganas a una de las principales impulsoras de este juicio. Tras las condenas, la fiesta fue completa. Se trataba, como expresó Olga Moyano más tarde, sobre el escenario, de "una construcción colectiva". "Esta condena no alcanza a curar las heridas pero las alivia", afirmó la sobreviviente del centro clandestino de detención Fábrica de Armas, quien dio "un gracias grande" a las 10 mil personas que celebraban. Lo mismo hizo, aún más tarde, en el mismo escenario, Ana Oberlin, una de las abogadas de HIJOS.

Había HIJOS de todo el país, así como miles de personas que habían llegado por las suyas hasta el cantero de Oroño con el entusiasmo de formar parte de un día histórico. Militantes cincuentones mezclados con los veinteañeros, todos unidos en la celebración, con los ojos transidos de felicidad. Había banderas de agrupaciones estudiantiles, de organismos de derechos humanos, de organizaciones sociales como Giros. Había niños y niñas en los brazos de sus padres. Una sola persona se fue decepcionada: Lua, hija de Nora, una integrante de HIJOS, suponía que esos hombres serían castigados por la desaparición de su abuelo, Alejandro Pastorini, cuyo asesinato no se investigó en esta causa.

El resto de los presentes festejaba con ganas. Y abucheó con ganas al ex presidente Eduardo Duhalde, cada vez que se repudió desde el escenario su pedido de amnistía. En el otro extremo, los aplausos acompañaron la salida de las Madres de la plaza 25 de Mayo y los querellantes del Tribunal. Apenas traspasó las vallas ubicadas sobre la vereda, una de las Madres, Norma Vermeulen, no podía hablar. "Nuestros hijos nos están mirando de arriba, triunfamos aunque sean pocos los que están presos, pero no importa, es un camino", dijo, antes de ir a sentarse sobre el escenario para escuchar la histórica consigna "Madres de la plaza, el pueblo las abraza". Al lado de ella iba Chiche Massa, que recordó a su hijo Ricardo. "He llorado cada vez que decían perpetua, pero no era de dolor, era de felicidad. Porque después de tantas luchas, de tantos años esperando, se hizo justicia. Y aunque no haya sido para mi hijo, estos compañeros lo representan".

Cuando Juan Rivero salió de los Tribunales, el abrazo con sus hijos fue interminable. Ariel, que dio su testimonio en la causa, estaba exultante. "Estamos muy emocionados porque realmente creemos que se hizo justicia, falta todavía mucha gente a condenar pero el primer paso ya se dio, con las personas que tanto mal nos hicieron durante muchos años", dijo mientras su hermana Viviana agregó: "No iba a permitir nunca, nunca jamás, que les hicieran a mis hijos lo mismo que a nosotros, que nos cagaron la infancia". Con innegable parecido a su padre, los dos hijos se dejaron abrazar por él. Juan había estado sentado en uno de los pocos lugares de la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal número 1, y le costaba superar la emoción. "Hoy es el momento de arranque para que un nuevo mundo sea posible. Y el rescate de la memoria, de la verdad y la justicia, tiene que ver con el futuro de todos", dijo Juan, con los ojos húmedos.

Nadie quería irse hasta mucho después de la lectura de las sentencias. Cerca de las 14, cuando las Madres de la Plaza 25 de mayo estaban sentadas sobre el escenario, Juane Basso, de HIJOS, las mencionó a todas, las que ya no están y las que sí estuvieron ayer. Sobre los costados, había globos amarillos, rojos y celestes, con inscripciones en fibrón, hechas a mano, entre ellas: "Los juzga un tribunal, los condenamos todos".

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Herminia Severini, Madre de Plaza de Mayo, al salir de los tribunales.
 
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