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Miércoles, 15 de diciembre de 2010

CIUDAD › CONMOVEDOR RELATO DE ANA MORO EN EL JUICIO A LOS REPRESORES

En nombre propio y de su hermana

Su declaración tuvo dos puntos centrales: la desaparición de su gemela y su cuñado y sus días de cautiverio en el SI.

 Por Sonia Tessa

Casi al final de su declaración, a Ana María Moro le preguntaron por Mario Alfredo Marcote, alias El Cura. "Lo conozco perfectamente, es ese señor que está acá atrás", dijo y se dio vuelta para señalar a uno de los acusados de la causa Díaz Bessone, el que siempre asiste con un saco lila. "No le puedo decir señor a ese asesino", remató. En el Servicio de Informaciones, Ana escuchó a Ricardo Chomicky participar en la tortura hacia un joven. La testigo declaró ayer en nombre propio así como el de su hermana gemela, Miriam y su cuñado, Roberto de Vicenzo, desaparecidos el 27 de septiembre de 1976, cuyos homicidios forman parte del juicio. Ana fue secuestrada el 21 de mayo de 1977 y retenida ilegalmente durante 11 días. Su declaración tuvo dos puntos centrales: la desaparición de Miriam y Roberto; así como los días de su propio secuestro, donde pudo ver a los represores y se enteró de que su gemela y su cuñado habían sido asesinados. Contó de los hábeas corpus denegados en los fueros federal y provincial, tras la desaparición, y dijo que el juez federal Pedro Barta negó conocer el paradero de Miriam, al mismo tiempo que firmaba el expediente de su cadáver NN enterrado en el cementerio de Casilda pocos días después del secuestro. Otra intervención del magistrado le hubiera ahorrado a la familia años de incertidumbre. Hubo un momento en el que todos, la testigo y el público, lloraron: cuando Ana contó cómo debió explicarle a sus sobrinos (Darío tenía un año y Gustavo siete meses en el momento de la desaparición) que los padres estaban muertos.

Ana Moro fue secuestrada junto a su esposo, Juan Carlos Cheroni. El sábado 21 de mayo de 1977, entre las 13 y las 14, Juan Carlos estaba en la vereda de su casa, en Vera Mujica 1281, arreglando una moto. Ella estaba embarazada de cinco meses. Llegaron dos autos con hombres de civil, le pegaron a él y le preguntaban por su hermano Hugo. Juan no les dijo donde vivía. La familia tenía suficiente sufrimiento con dos desaparecidos.

La patota buscaba a Hugo Cheroni, por su actividad gremial (ver aparte), y estaban dispuestos a dejarla a Ana en su casa, pero alguno de los efectivos reconoció el rostro. "Ella es hermana de una montonera que está presa, la llevamos", dijo el represor. Ana y Miriam eran gemelas idénticas. Ana fue llevada a la Jefatura junto a su esposo. Allí se encontró con Hugo y su mujer, Stella Poroto. Los cuatro declararon ayer. Hugo estuvo detenido dos años, primero en el Servicio de Informaciones y luego en Coronda. Ana, Stella y Juan Carlos fueron liberados 11 días después. Todos escucharon las torturas en la sala contigua al sector circular donde estuvieron alojados las primeras 24 horas.

En la sala circular, pudieron escuchar con nitidez cuando uno de los torturadores le gritaba a un chico con tonada cordobesa: "Si no hablás, te reviento el ojo con esta birome". Después supieron que era Chomicky. Más tarde, sintieron que los represores cargaban un peso muerto. "Sale un féretro", dijo la misma voz. Una mujer que después identificaron como Nidia Folch (entonces novia de Chomicky, y hoy prófuga en esta causa) limpiaba la sangre del piso. Cuando estaban en el entrepiso, Chomicky subió a verlas. Ana contó ayer que el civil colaborador les dijo: "Nosotros estamos empeñados en la lucha contra la subversión". Para Ana, esa frase fue crucial. "Dijo nosotros, no dijo ellos", subrayó ayer frente al Tribunal.

En el Servicio de Informaciones, Ana pudo hablar con José El Pollo Baravalle (colaborador, se suicidó en 2008). El Pollo era muy amigo de De Vicenzo. Le dijo a Ana que tanto su cuñado como Miriam habían sido asesinados. A De Vicenzo lo llevaron al SI, lo torturaron y luego lo mataron. Miriam no estuvo en ese centro clandestino de detención.

Cuando los liberaron, vieron a Marcote en un Citroen celeste. Cuando llegaron a su casa, encontraron todo desmantelado. Después, los vecinos les contaron que el saqueo lo habían hecho a bordo de un Citroen celeste. "Marcote, además de torturador, asesino y violador era un ratero de poca monta, porque las cosas que teníamos no eran de gran valor", dijo la testigo.

Al salir en libertad, Ana y Juan Carlos debieron informar la noticia fatal. Un día, el más grande de los hijos, Darío, iba caminando por la calle con su tía Ana, y vio pasar un camión. Empezó a decir "papá, papá", ya que el último día que lo vio se habían mudado, en un camión. Ana tuvo que explicarle que papá ya no volvería. El nene lloraba. Cuando contó eso, ayer, Ana volvió a llorar. En la sala, el público también.

Ana y su madre se contactaron con María Rosa White, una de las primeras Madres de Plaza de Mayo de Rosario. Empezaron a militar en Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, en plena dictadura. Ayer, Ana tuvo un reconocimiento hacia el equipo jurídico que armó las denuncias de la causa Feced, especialmente a su responsable, Delia Rodríguez Araya, a quien nombró más de una vez.

En los primeros años de la democracia, Ana fue a Casilda, donde reconoció a su hermana en el expediente de un NN, con 11 balazos. Miriam tenía 24 años y estaba embarazada de cuatro meses. El cuerpo había sido trasladado a un osario, así que no podrá ser recuperado. "Ni siquiera nos dejaron enterrar a nuestros muertos", dijo ayer.

Sobre de Vicenzo contó que este año sus restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, y los despidieron en el Movimiento Evita. Lo recordó como una persona extraordinaria. Pidió justicia por su hermana, por su cuñado y por los 30 mil desaparecidos. Las dos salas estaban repletas de personas que la ovacionaron.

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Ana Moro junto a su esposo, Juan Carlos Cheroni, tras declarar en Tribunales.
 
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