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Lunes, 29 de junio de 2015

CIUDAD › HOSTIGADA POR SU EXPAREJA, UNA MUJER PIDE QUE LA JUSTICIA LA PROTEJA

Agresores sin límites ni escarmiento

S. tiene dos hijas, de 4 y dos años. La más pequeña es producto de una violación de su ex, después de haberse separado. Hay cinco denuncias y pedido de captura, pero el agresor no tiene "domicilio conocido". El último ataque fue el 3 de junio.

 Por Sonia Tessa

La mirada de S. impresiona. Sus ojos oscuros miran a la defensiva, como esperando el próximo golpe. Decidió separarse de su expareja a fines de 2010, tras una golpiza que incluyó torturas: el hombre la mojó y le pasó electricidad por el cuerpo. Estaba embarazada de cinco meses. La relación era reciente, pero apenas ella supo que esperaba un hijo, el hombre empezó a enloquecerla con sus celos. Decía que la criatura no era de él, la dejaba encerrada cuando él se iba a trabajar, le pegaba cada vez más. Un día, S. se descompuso y le pidió a una vecina que la ayudara a salir a buscar ayuda. Cuando él volvió, la golpeó y la torturó. Ella escapó a la casa de sus hijos más grandes, hoy adultos. Durante algún tiempo, ella estuvo tranquila, el agresor volvió a su país, Perú, y recién apareció cuando nació la niña, el 4 de marzo de 2011. Desde entonces, S. no tiene paz. "Sólo quiero que lo metan preso. No puede ser que yo viva encerrada en mi casa, por miedo a que él me encuentre por la calle, y él siga libre como si nada, yendo y viniendo de Perú", dice S. como un reclamo al Ministerio Público de la Acusación.

Entre tantas denuncias, la más grave fue la del 14 de noviembre de 2013, que quedó en el juzgado de instrucción 11. S. denunció que Jorge Galindo Curo -tal el nombre del agresor- rompió la puerta de su casa en Cabin 9, la ató y la violó. Ella quedó embarazada y, aunque dudó, decidió tener a la segunda hija, que nació con hidrocefalia y requiere cuidados especiales. Durante los últimos dos años de idas permanentes al hospital, su expareja llegó a entrar en la sala y pegarle. Hace pocos días se dictó una orden de captura al hombre, que desde agosto de 2014 no puede acercarse por orden judicial a S. Pero él no lo cumple, y ni siquiera tiene un domicilio legal donde recibir la notificación. En este momento, S. es acompañada por una custodia policial al jardín donde concurren sus nenas, en el horario de entrada y de salida, y su expareja desconoce el lugar donde ella vive. El miedo la acompaña permanentemente.

El horror de los asedios de su agresor se reiteró: S. estuvo dos veces en refugio municipales. En 2013 fue alojada en Casa Amiga y entre agosto y diciembre de 2014 en el llamado Alicia Moreau de Justo. Vivió unos meses de tranquilidad hasta el 20 de mayo, cuando se cruzó al agresor por la calle. Ella corrió, apretó el botón de pánico e intentó refugiarse en un bar de Paraguay y San Luis, pero no la dejaron porque le dijeron que "no querían problemas". Ella estaba muy asustada. Más tarde, la policía diría que la alarma no se activó. "Quiero que se haga justicia nada más, pido justicia y tranquilidad para mí", reitera S. su único cometido. Ese día, el 20 de mayo, S. salía del CEMAR, donde había ido a buscar pañales para su hija más chica, y lo cruzó a él, que iba con dos mujeres. Además de los golpes y las amenazas, el hombre le robó 4000 pesos que S. llevaba en la cartera para hacerse las rejas en la casa nueva. La amenaza que el hombre profiere una y otra vez es que se llevará a Perú a la nena más grande, la de cuatro años.

El 3 de junio, S. había salido del jardín al que van sus hijas (todos los datos se reservan para evitar revictimizaciones) y su ex la cruzó. Ella iba para la marcha "Ni una menos", y llevaba un cartel con la cara de su agresor. "¿Me vas a denunciar?", le espetó él, que le "partió el afiche en la cabeza" en plena calle. Mientras tanto, le decía a la niña -a la que nunca asistió con cuota alimentaria, por ejemplo-: "Vos te vas a ir conmigo". Ella volvió a apretar el botón de pánico pero, cuando la policía llegó, él ya no estaba. Hizo la denuncia en la seccional 2ª, de Paraguay al 1100.

S. está decidida a exigir justicia. Además de cuidar a sus dos hijas, hace comida para vender en su casa. "No puedo conseguir trabajo, tengo que estar encerrada, tengo que tomar medidas para cuidarme a mí y a mis hijas, y estar durmiendo con un ojo abierto por miedo a que vuelva a meterse en mi casa por la fuerza", relata sus penurias. Ni siquiera puede visitar a su hijo mayor, que hoy vive en el centro, por miedo. En Tribunales le propusieron que vuelva a un hogar, pero ella quiere reorganizar su vida. La relación con él fue breve, unos meses, pero lleva años escapándose de su violencia. Ella sabe que él viaja habitualmente a Perú. S. fue al Consulado a firmar papeles que impidan la salida del país de las niñas, para preservarlas, pero él le asegura que sacará a la niña más grande "por Bolivia". "Si él se lleva a mi hija a Perú, ¿cómo hago yo para encontrarla?", se pregunta ella.

Desde el Movimiento de Mujeres, la secretaria de Género de la CTA Rosario, Majo Gerez, señaló que "hay por lo menos cinco denuncias acumuladas" y reclamó al estado "medidas efectivas de protección para la vida de S.". Gerez criticó que en el Ministerio Público Fiscal "todo el tiempo les pidan a las mujeres que sufren violencia de género que aporten pruebas o testigos, cuando es la justicia la que debe hacerlo".

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S. iba a la marcha "Ni una menos" la última vez que su ex la interceptó en la calle y la agredió.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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