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Viernes, 28 de mayo de 2010

LGBTTI

Reacción en cadena

 Por Silvina Maddaleno

José es el jefe de Sofía en la librería de Corrientes. Fabián es el hijo de José, no trabaja allí pero va una vez por semana a quedarse en la caja mientras el padre almuerza. Después están Fernando y Sol que son los otros empleados de mostrador además de Sofía. Aunque también están Roberta, la señora de la limpieza y Juan Carlos el señor de seguridad. Una gran familia, que ha aprendido a soportarse en estos diez años que Sofi lleva trabajando ahí.

Ese miércoles Sofía, como siempre llegó a las nueve. Fabián y José no estaban a la vista. El resto iba y venía con cajas de libros nuevos que acababan de llegar. Todos concentrados en disimular los gritos que iban en aumento y venían de la cocina. La librería ya estaba abierta, y los clientes un tanto desorientados. En cuanto Sofi dejó sus cosas debajo del mostrador, oyó el grito, igual que todos. “Soy puto, papá, ¿lo podés entender?”. De pronto, silencio. La gran familia cruzó miradas, aunque no de asombro. Algunos clientes oyeron. Un hombre de unos treinta y pico que estaba en la góndola más cercana a la cocina, sonrió y dijo: “Yo también”.

–Yo también, qué? –preguntó un desorientado que recién llegaba.

–Yo también soy puto, contestó amablemente.

–Ah, mi hermano también, y no consigue un novio como la gente. ¿Querés el celular? – soltó entre atrevido y despreocupado.

Sofía que observaba todo desde las sombras, no pudo más y me mandó un sms. “fin del misterio, otro más del club”. La llamo y me pone en situación.

José, salió de la cocina mirando el piso. Fabián se quedó allí. Juan Carlos, el gigante bueno de seguridad, se acercó a José y le habló como si no hubiera oído nada. Roberta le preguntó si quería un tecito, se lo trajo ya con azúcar y no hizo pregunta alguna. Fernando y Sol siguieron apilando cajas y haciendo conjeturas mudas. Sofía cortó conmigo y como una tromba se metió en la cocina. Fabián estaba fumando.

–¿Todo bien?

–No sé si todo bien, abrazame que me siento un salame.

El abrazo llegó y duró. Después volvieron al salón de ventas. La caja había quedado vacía, los clientes estaban desorientados. José ni siquiera se dio cuenta. Sofía se puso en la caja y trató de organizar lo imposible.

Llegado el mediodía, todos –menos Fernando que se quedó en la caja– almorzaron juntos casi sin palabra. Hasta que José rompió el silencio con un chiste y quizo brindar sin motivo explícito. Todos chocaron los vasos de plástico. Aunque Sofi, no pudo con ella y largó:

–“Por Fabián, por mí y por mi novia”.

Esta vez sí que los grillos cantaron sobre el silencio que cayó como cortina sobre lxs comensales desorientadxs. Sol volvió a levantar su vaso, José la miró despistado, todo en un día fue demasiado. María juntó los platos de todos y le dio un beso en la mejilla a Sofi. Una hora después, Sofía me mandó otro mensaje, “me sumé al blanqueo, jua, si me cambiás el nombre, el asado lo pagás vos”.

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