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Viernes, 1 de abril de 2011

No es contar, es sentir

 Por Valeria Flores

En la patria numérica, los custodios de cálculos y resultados marcan las fronteras de lo pensable. Una cifra es promesa y veredicto de lo que ingresará al mundo de lo creíble. Los números son un invento político difícil de eludir, más cuando en los pliegues de sus contornos se dibujan vidas de carne y hueso. Entonces, un número hoy ocupa nuestra economía del pensar y en sus curvas enredamos nuestras historias.

Tres años apenas de habitar este mundo y una mudanza familiar al sur en busca de otros horizontes. Tres tristes tigres y un difícil trabalenguas para una boca poco hábil que mastica laboriosamente las palabras. Tres chanchitos y un cuento que se incrusta en cualquier infancia a velar por el espíritu del esfuerzo. Tres hermanos varones y un exigente aprendizaje de los privilegios de la masculinidad organizada. Tres años de universidad y una deserción compulsiva del monopolio del saber legítimo. Tres en un amor y un coraje robusto para desarticular la exigencia de propiedad en las vicisitudes del sentir. Tres en una cama y una afrenta a la monogamia estatal. Tres A y un crimen paratestatal organizado. Tres tomos de la historia de la sexualidad y una ruptura epistemológica de envergadura. Tres metros cuadrados y una injusticia que ocupa poco espacio y muchos cuerpos. Tres tapas en un alfajor y una delicia para la gula desprejuiciada. Tres en un examen y un saber del fracaso que se aprende sin programa. Tres puntos en una oración y un suspenso que se adivina inconcluso. Tres seres para una única divinidad y una creencia que se erige en dogma. Tres vacunas en una y un alivio para nuestros brazos aguijoneados por la prevención. Tres meses en un contrato y una precariedad laboral enquistada. Tres estrellas en la noche y una inspiración para el vacilar poético. Tres reyes magos y una ilusión innegable en los ojos. Tres deseos por una vaquita de San Antonio y un fetichismo de entrenamiento pertinaz. Tres carabelas y un genocidio enmascarado de intercambio. 3d y una alucinación para la gimnasia perceptiva. Tres chiflados y un humor de golpe seco. Tres gobiernos del General y una burocracia sindical empotrada en el poder. Tres chicas superpoderosas y un guiño de heroísmo para las niñas. Tres poderes en un gobierno democrático y una división demasiadas veces sospechada. Tres dosis de misoprostol de 4 pastillas para un aborto seguro y una tenaz resistencia de las mujeres a la expropiación de la capacidad de decidir. Tres guineas y un feminismo precursor. Tres asesinatos en el Parque Indoamericano y un racismo descarnado. Tres crímenes en Cipolletti y una marca registrada de la impunidad. Tres X en la clasificación de una película y la doble moral satisfecha y fastuosa. Tres países hermanados en una alianza contra Paraguay y el exterminio de un pueblo indómito. Tres, muchos más que tres.

En el orden edificado por la doctrina del cómputo, los relatos son una anomalía en el corpus cuantificable. Tenemos un tiempo para celebrar, un auspicio para brindar, un desafío para continuar. Tres años del Soy y un suplemento para atestiguar las disidencias, las diferencias, las violencias, las conquistas, las alegrías de nuestros cuerpos, nuestros deseos, nuestras políticas, nuestras vidas. Repican los silencios a punto de quebrarse, se hacen añicos los estereotipos y el imperativo del desaprendizaje se prefigura en la tinta de cada viernes. La otra cara del número, donde se despliegan otros mundos, los mismos, los nuestros, donde se alberga la potencia siempre irrealizada de no callar..

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