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Viernes, 2 de noviembre de 2012

DE UN LEO A OTRA

En su niñez, Gilda fue seguidora de los carnavales y bailes populares. Tanto o igual que por la música estaba fascinada por las travestis de los corsos. A los ocho años e inspirada en ellas, empieza ella misma a aprender danzas y disfrazarse. De grande declaró: “Creo que Dios debería haber hecho a la gente sin sexo, para que cada cual pueda elegir el que más le gusta y con el que más se identifique. Lo mejor es que cada uno pueda ser como es, con libertad”. Tras su muerte pasó a ser ella misma objeto de performance: “En las Marchas del Orgullo a las trans les encanta disfrazarse de Gilda. Su figura transmite emociones que trascienden categorías y definiciones sexuales. Se sabe que los ángeles son ambiguos, ni hombres ni mujeres, y de ella se dice que es el ángel de la cumbia. Las personas que más se sensibilizan con ella son chicos y chicas de mentes abiertas. Hay algo en ella que incita al desprejuicio y que, por ejemplo, hace que alguien que nunca baila cumbia cuando ponen a Gilda salga a bailar”, cuenta Leo García, que también es padrino de club de fans “No me arrepiento de este amor”. El cantante que la homenajea siempre que puede con zapadas tropi-rockeras tiene un repertorio de Gilda y está por grabar una canción inédita de su autoría, “Viva la cumbia”. “Gilda tiene que ver con una propuesta muy especial de diversidad. Sus seguidores no son necesariamente fanáticos de la cumbia en general. No me choca que la gente crea que ella hace milagros. Yo diría que sana pero de una manera menos mística: produce una reparación psicológica en el que la escucha.”

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