turismo

Domingo, 4 de marzo de 2007

MISIONES > ECOTURISMO EN ANDRESITO

El país de la selva

El exuberante paisaje selvático de la provincia de Misiones guarda los tesoros del mundo vegetal. A noventa minutos de las Cataratas del Iguazú, la localidad de Comandante Andresito posee una original oferta de ecoturismo basado en la conservación de la valiosa selva misionera, reserva de biodiversidad y guardiana de las culturas mbyá-guaraníes, habitantes ancestrales de esta región.

 Por Marina Combis

Como contraste a tanta urbanidad que inexorablemente envuelve a los habitantes de la ciudad en una atmósfera siempre en movimiento, la selva de la provincia de Misiones contiene un mundo de colores, aromas y sonidos que sólo pueden percibirse en la quietud de su interior más profundo.

Paraíso de tucanes y mariposas que inundan el aire de color, Misiones porta la majestuosidad de la selva subtropical. Escenario de la vida de los mitos guaraníes, el paso de los jesuitas y los personajes de Horacio Quiroga, es la región más desbordante de vida de la Argentina. A una distancia de tan sólo sesenta kilómetros al este de las Cataratas del Iguazú, en el actual municipio de Comandante Andresito, la selva explota de verdes intensos que se hermanan con los inconfundibles caminos de tierra colorada.

A pesar de su crítica disminución, el bosque atlántico encuentra en Misiones su refugio más importante. Paradójicamente, el país que poseía menos selva de la región alberga hoy al mayor bloque continuo de remanente selvático, que se extiende cubriendo las sierras centrales de la provincia y derramándose desde las alturas hacia los caudalosos ríos y arroyos. Andresito forma parte del Corredor Verde Misionero, un territorio protegido que busca equilibrar el desarrollo socioeconómico local con la conservación de los corredores de selva misionera que unen las diferentes reservas naturales de la provincia.

La plenitud de la selva paranaense se entrelaza con la suntuosidad de las grandes aguas. A su alrededor se extienden el caudaloso río Iguazú y once reservas naturales, entre ellas el Parque Nacional que alberga las imponentes Cataratas del Iguazú, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984, y el Parque Provincial Urugua-í, el más grande de Misiones. Juntos suman cerca de 150 mil hectáreas de selva protegida a perpetuidad.

Desde el Ecolodge Cabure-í, excursiones a pie, en vehículos 4x4, en bicicletas o en canoas

La profundidad de este universo verde, con su ambiente cálido y húmedo, es el lugar ideal para el crecimiento de las plantas, de los frutos y de los animales. La selva sorprende por la riqueza de la flora y fauna que la habitan. Más de dos mil especies vegetales, quinientas de aves y ochenta de mamíferos la convierten en una de las reservas biológicas más importantes del planeta.

De su suelo, poblado de hojas y líquenes, nacen los arroyos que aportan su caudal a otros cursos de agua. Como queriendo alcanzar el cielo, se elevan los grandes troncos de diversas especies arbóreas, que son la trama fundamental de la selva, y por ello los guaraníes llaman a esta zona como ivyrá-retá, el país de los árboles. En Andresito predominan los altos árboles de palo rosa, que alcanzan los treinta a cuarenta metros de altura, además del laurel amarillo, el guatambú blanco, el laurel negro y el palmito, aprovechado racionalmente en esta región.

En la colonia rural de Andresito vive la mayoría de las familias de agricultores y colonos que originalmente poblaron esta parte de Misiones, provenientes de Brasil. Coincidiendo con la distribución de los suelos rojos profundos, se encuentran las superficies cultivadas con yerba mate, té, tabaco, maíz y mandioca.

La selva guarda secretos por develar. Dentro de ella todo se torna más cercano, más misterioso, más imprevisible. La selva misionera despierta una mezcla de inquietud y avidez por el descubrimiento.

Alternativas ecológicas

Más allá de la afluencia masiva de viajeros, la región selvática de Andresito ofrece un plan de íntimo contacto con el entorno. La naturaleza se toca, se siente, se vive. El mayor desafío de esta zona consiste en poder mantener los fragmentos de selva que se encuentran en propiedades privadas y expuestas al desarrollo agrícola, ganadero y la extracción de madera.

Paisaje del Corredor Verde Misionero, al que pertenece la localidad de Andresito.

Con ese fin, el Ministerio de Ecología, Recursos Naturales Renovables y Turismo de Misiones, la Administración de Parques Nacionales, la Municipalidad de Andresito, con la cooperación del gobierno de Japón –a través de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA)–, llevan adelante el Proyecto “Caburé-i” para la conservación ambiental, para mejorar la calidad de vida de la gente y su relación con el entorno y conservar la selva misionera.

Hace poco tiempo se construyó allí un Ecolodge con capacidad para albergar a unas veinte personas, punto de partida para adentrarse en la selva y en la cultura de Andresito. Desde el Ecolodge Caburé-i, ubicado en una reserva de sesenta hectáreas de selva, es posible apreciar la diversidad natural de la zona a través de excursiones a pie, en vehículos 4x4, en bicicletas o en canoas. Se recorren reservas naturales, chacras, centros de producción artesanal y una de las comunidades mbyá-guaraníes de Misiones, que abre sus puertas al hombre blanco regalando su música tradicional y desplegando el mundo de color de sus artesanías.

También se pueden realizar actividades “ecosolidarias”, participando de acciones de investigación o educación ambiental, colaborando de esa manera con la preservación de la selva, sin olvidar las pautas básicas del ecoturismo y la conservación del patrimonio natural y cultural.

La civilización vegetal

Rodeados de naturaleza pródiga, los guaraníes aprendieron a convivir en íntima comunión con la selva que los alimenta y los justifica, y la lengua, las costumbres y la religiosidad continúan vigentes para buena parte de la población indígena. Alrededor de cinco mil mbyá habitan hoy en la provincia de Misiones, en más de cincuenta comunidades que conservan sus tradiciones ancestrales.

Para los mbyá-guaraníes, los árboles mitológicos fueron en su momento el sostén de la “primera tierra”, constituyéndose en ejes metafóricos de la creación. De sus hojas, raíces y semillas nacieron héroes míticos, los animales y las plantas. De esta manera los guaraníes resumen en el mundo vegetal la justificación mítica de su propia existencia. La comunidad guaraní de la Municipalidad de Andresito posee un espacio ceremonial propio. En el interior de esa casa de rezos u Opy se realizan las celebraciones y las actividades religiosas, practicadas al amanecer y a la puesta del sol.

Los objetos guaraníes revelan una visión propia del mundo y un pensamiento basado en una profunda relación con la naturaleza. En las expresiones estéticas del guaraní se refleja la poética de su vida, la vigencia de sus símbolos y el sentido de su existencia. La palabra, el canto, el ritual y los grafismos representan la vida misma del mbyá y su universo de creencias.

Cestería guaraní con motivos geométricos y florales, realizada con caña tacuapí.

Los guaraníes son herederos de elaboradas técnicas y tradiciones, que permiten que su arte se sostenga como una forma más de resistencia cultural y supervivencia étnica. Los mbyá-guaraníes dedican gran parte de su tiempo a la producción de gran diversidad de cestos con motivos geométricos y florales, realizados con caña tacuapí. Al igual que otras sociedades de la selva tropical, desarrollaron en un principio el arte de la cestería para cumplir una función relacionada con su economía agrícola y de recolección. En el intrincado diseño de los canastos se esconden metáforas del mundo animal, que asoman en las formas geométricas que permiten imaginar los trazos de un mundo en movimiento.

El monte los provee también de la materia prima para confeccionar los ornamentos de los rituales y para la vida cotidiana: collares, tambores y flautas, recipientes de calabaza, madera y hojas de palma para las paredes y el techo de las viviendas, todo surge de esa espesura que se renueva constantemente. Las bellas tallas en madera hacen de mediadoras entre la selva y la ciudad, en general con la forma de los animales que habitan en el monte. Coatíes, jaguares o monos reviven en las pequeñas figuras esculpidas minuciosamente en guayuvira, alecrín o loro negro.

Pareciera que el corazón de la selva misionera surgiera de las manos de la comunidad guaraní que habita este oasis verde, silencioso testigo de la historia y pródigo en riqueza natural.

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Los verdes intensos se hermanan con los caminos de tierra colorada.
Imagen: Marina Combis
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