turismo

Domingo, 5 de septiembre de 2010

CORDOBA. UN CIRCUITO DE EDIFICIOS RAROS

Los barcos de la Cañada

Ironías de la arquitectura en una ciudad mediterránea. Un “city tour” guiado para descubrir curiosos edificios cuyo diseño remite a barcos de ladrillos encallados frente a la Cañada, el arroyo que desde mediados del siglo XX corre en la capital cordobesa por un canal de piedras y cemento.

 Por Cristian Walter Celis

Córdoba, la de las campanas, también es la ciudad donde surgieron la Reforma Universitaria de 1918 y el Cordobazo, entre otras revueltas que marcaron el siglo XX. La capital mediterránea se muestra al mundo como conservadora y rebelde a la vez. Hoy, parte de esa rebeldía puede descubrirse en el centro cordobés y barrios aledaños, donde algunos edificios y casonas particulares desafían las estructuras tradicionales de la arquitectura.

Más allá de los templos y construcciones de la época jesuítica –muchos de ellos declarados Patrimonio de la Humanidad en 2000 por la Unesco– existen viviendas de diferentes épocas donde la tecnología y el ingenio de sus creadores se mezclaron para levantar, por ejemplo, construcciones con forma de barco que se encuentran junto a la mítica Cañada, un canal de piedra y cemento que guía y controla las aguas del arroyo del mismo nombre.

La primavera es una época ideal para caminar junto a este curso de agua –la mayoría de las veces seco– y disfrutar de la sombra de las tipas, los frondosos árboles que acompañan las veredas del canal. El cauce del arroyo fue guiado con piedras y cemento varias veces, pero la obra que aún perdura e identifica a Córdoba se inauguró finalmente en 1948. Esta “inmensa acequia” canalizada a lo largo de 70 cuadras es atravesada por 26 puentes que conectan a la ciudad de un lado a otro.

El recorrido por la Cañada puede empezar en cualquier sector. Sin embargo, en la zona del Paseo de las Artes aparecen dos curiosas construcciones que incrementan el atractivo del lugar por sus formas. Son los “barcos de la Cañada”, por llamarlos de alguna manera, que con sus diferentes estilos transportan a distintas épocas.

La Casa de Pepino, un antiguo almacén, es hoy un centro cultural.

ANCLADOS EN BARRIO GÜEMES De las dos edificaciones con forma de barco que se ubican junto a la Cañada, la más antigua es la Casa de Pepino, construida en 1914. Desde 2008 funciona como centro cultural, tras abrir sus puertas varios años sólo como museo. El lugar conserva sus pisos, paredes y el techo entablonado de pinotea. Todo original. Los antiguos vecinos de esta zona del Barrio Güemes, llamado Pueblo Nuevo en los albores del siglo XX, recuerdan que allí funcionó el almacén de ramos generales de José Tucci, un inmigrante italiano.

El ingeniero José Bettoli fue el encargado de darle forma a la morada de don Pepe en la intersección de las calles Fructuoso Rivera y Belgrano. Por entonces, el arroyo pasaba pegadito al terreno, de allí que Bettoli, aprovechando la ubicación, imaginó una casa con forma de barco, recordando así al buque que trajo a Tucci desde Italia. Durante 30 años la pared sudeste, el muro curvo que estaba pegado al curso de agua, soportó los embates de las crecidas y la humedad. Con el tiempo, y tras la canalización del arroyo, la vivienda quedó separada varios metros de la Cañada. Sin embargo, su balcón con forma de proa aún hoy sigue mirando hacia ella. Esa era la habitación de Tucci.

El centro cultural cuenta con seis salas divididas entre planta alta y planta baja. Cada año, el lugar alberga cerca de 22 muestras, entre pinturas, obras para niños, presentaciones de libros, shows de músicos y charlas de escritores, explica Cristian Carnaghi, uno de los integrantes de la institución.

El antiguo almacén de ramos generales hoy abastece a la ciudad de una interesante movida cultural. Y para los nostálgicos, la Casa de Pepino aún conserva tres muebles originales del ex almacén de don Tucci, de cuyo apodo (Pepe, por José) dicen que derivó el nombre de Pepino. Otros, sin embargo, lo relacionan con Pepino el 88, un personaje de José Podestá, impulsor del circo criollo y amigo de Tucci. Sin embargo, no hay pruebas concretas. Tan sólo rastros de la memoria oral. Otros objetos donados evocan las costumbres de fines del siglo XIX y principios del XX.

Vista lateral de La Yilé, el edificio más angosto de Sudamérica.

TURISTAS A LA VISTA A cuatro cuadras de allí, otro barco de ladrillos aparece encallado cerca de la Cañada. En este caso se trata del Nazaret III, un edificio de ladrillos vistos que se terminó de construir en 1993. Ubicado en Laprida y Marcelo T. de Alvear, cuenta con cuatro locales comerciales en planta baja y 74 viviendas. Los arquitectos lo pensaron así debido a la forma triangular del terreno, de allí que los departamentos de un dormitorio fueron dispuestos en la “proa del barco”, justo en la parte donde el edificio se hace más angosto. En ese vértice están ubicados los vestidores. Desde la vereda de la Cañada es posible contemplar cómo esta mole con forma de buque aparece, inerte, mirando hacia el arroyo.

Otra particularidad de este edificio de 13 pisos es que casi no cuenta con balcones, lo que impide ver los tendederos con ropa colgada. Se trata de “un recurso estético para evitar la contaminación visual llamada ‘napolización’ de los balcones, en alusión a la ciudad de Nápoles, donde la ropa tendida en los edificios es parte del paisaje urbano”, comenta Rodolfo Alvarez, uno de los responsables del proyecto.

Actualmente, en la planta baja del Nazaret III funcionan algunos bares donde es posible tomar algo al frente de la Cañada. A pocos metros de allí, este circuito tiene su broche de oro en la feria de artesanías y antigüedades que funciona durante los fines de semana. En las callecitas de alrededores también existen bares, pubs y restaurantes con interesantes propuestas de la gastronomía criolla para distenderse y disfrutar de las últimas horas del día. Después de tanto caminar, seguramente el turista querrá embarcarse en un nuevo viaje guiado, esta vez, por los sabores de la capital cordobesa.

OTROS CASOS, OTRAS CASAS Más allá de la zona del Paseo de las Artes hay otras viviendas que también llevan a buen puerto a quienes andan por Córdoba en busca de curiosas construcciones.

- La Yilé: así bautizaron los cordobeses al edificio La Mundial, ubicado en Olmos y Rivadavia, por su delgada figura. Construido entre 1919 y 1920, surgió en un terreno de 32 metros de largo como un desafío entre dos vecinos. El ingenio de uno de ellos le ganó al asombro del otro a través de esta construcción de sólo 3,7 metros de profundidad. “De acuerdo con una tesis realizada por estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la ciudad de La Plata, el edificio, dentro de su estilo, es el más angosto del mundo. En Nueva York hay una construcción habitable más finita pero en forma de torre, lisa, como si fuera un obelisco. En tanto, en el Distrito Federal de México existía algo similar pero al ensancharse la avenida Chapultepec fue tirado abajo. A su vez, Robert Ripley lo catalogó como el edificio más angosto de Sudamérica en su Believe it or not (Creáse o no)”, comenta Ariel Bustos, guía de la Dirección de Turismo cordobesa.

Al andar por la Olmos, su fachada de estilo liberal se confunde con las de otras construcciones de principios de siglo XX de esa tradicional avenida. Sin embargo, lo interesante surge al pararse en la intersección de Rivadavia y Olmos, justo en la esquina de la misma mano. Desde allí, la Yilé corta el cielo cordobés con su estrechez, mientras la gente toma un café en la confitería de planta baja y el tránsito va y viene de forma incesante. En los seis pisos superiores, los propietarios de los 12 departamentos –dos unidades por piso– siguen su vida normal. Atrás quedaron los años en que el paso del tranvía hacía vibrar todo el inmueble ya que sus cimientos, diseñados en forma de “L”, desembocan a la altura de la mitad de la avenida Olmos.

- La casa giratoria: las corrientes inmigratorias que arribaron a Córdoba también dejaron sus huellas en la arquitectura de los barrios. Un claro ejemplo es la primera casa giratoria del mundo, inaugurada en 1951 por Abdón Sahade, un inmigrante sirio dedicado al negocio de los tejidos. El comerciante se propuso dejar como legado una obra monumental, que hiciera trascender a la ciudad que lo recibió en 1904.

Hasta abril de 2004, esta construcción estuvo en Paraná y San Lorenzo, en el barrio de Nueva Córdoba. Tras dejar de lado la idea de su demolición, el terreno fue vendido para la construcción de una torre de departamentos y la vivienda se trasladó completamente armada en una “megamudanza”, transmitida en vivo por los canales de televisión locales. Durante 12 horas, y arriba de un carretón con 128 ruedas, la residencia de 140 toneladas recorrió las 26 cuadras hasta su emplazamiento actual.

Por estos días, el chalet abre sus puertas a los visitantes junto al Museo de la Industria, en Libertad y Pringles del Barrio General Paz. Desde septiembre de 2008, cuatro años después de su traslado, es posible volver a subirse a esta “calesita doméstica” de tres dormitorios, dos baños, cocina, lavadero, sala de estar y pisos de parquet para comprobar cómo vivían sus primeros propietarios.

En ella se destacan el sistema de cloacas, la instalación de agua y el circuito eléctrico, todo ideado para que la casa gire sin inconvenientes. La vivienda de forma circular está levantada sobre un plato de cemento de 180 metros cuadrados y 16 de diámetro. En su construcción, Sahade empleó materiales comunes y ladrillos huecos artesanales hasta llegar a los seis metros de altura. Su objetivo era aprovechar el sol durante todo el año, haciendo girar la vivienda mediante un mecanismo ideado por él que tenía una palanca. Por eso, la casa también posee muchas ventanas y tres frentes distintos, comenta el arquitecto Jorge Amidei, encargado del Museo de la Industria.

A través de dos motores eléctricos de tres caballos de fuerza cada uno, la vivienda gira 360 grados en poco menos de una hora. Hoy, al visitarla, se pueden ver las diferentes habitaciones y cambiar el paisaje de las ventanas en cuestión de minutos, tal como si se tratara de cuadrosz

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Las sombreadas veredas de la Cañada, una inmensa acequia de 7 km de largo que atraviesa la ciudad.
Imagen: Cristian Walter Celis
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