turismo

Domingo, 12 de diciembre de 2010

COSTA ATLANTICA. LA CIUDAD BALNEARIO DE MIRAMAR

Entre las dunas y el bosque

 Por Julián Varsavsky

“Miramar tiene algo de ciudad china, ya vas a ver”, me dijo una señora que venía sentada al lado mío en el micro. Y al rato de haber llegado entendí la frase: a simple vista hay en la ciudad muchas más bicicletas y motos que automóviles. Mucha gente, al llegar a Miramar, lo primero que hace es dejar el auto y agarrar la bicicleta. Y a lo largo de las vacaciones es raro que vuelvan a encender el motor, porque a casi todos lados se puede llegar en bicicleta o a pie. De los 30.000 habitantes de la ciudad, prácticamente todos tienen una bicicleta.

Unos días después caí en la cuenta de que en Miramar no hay un solo semáforo, simplemente porque no hacen falta. Y vi que si dos autos se encuentran en una esquina, lo normal es que frenen al unísono ofreciéndose paso uno al otro.

La ciudad es pequeña, con agradables calles arboladas. Predominan las casas bajas estilo chalet con piedra Mar del Plata y una línea de edificios que se levanta sobre la costa. Si se la compara con Mar del Plata, Miramar es bastante más tranquila, menos masiva y sin tanta vida nocturna o espectáculos, que por supuesto los tiene en su correspondiente medida. Pero si se la compara con otras playas más exclusivas escondidas en el bosque y con calles de arena ––como Mar de las Pampas y Cariló–, Miramar es sin duda una ciudad balneario aunque más sosegada. Está lejos del hormiguero de veraneantes de La Feliz y al mismo tiempo es una ciudad con edificios, con un gran pulmón verde de 500 hectáreas como el Vivero Dunícola.

Si se la compara con Mar del Plata, Miramar es bastante más tranquila con menor vida nocturna.

LAS PLAYAS En total Miramar tiene 22 kilómetros de playas con 44 balnearios muy amplios, la mitad de ellos con servicios. Las playas están distribuidas en tres sectores. Por un lado, las del norte están algo apartadas de la zona más poblada y requieren de un vehículo para llegar. Por eso tienen menos gente y al mismo tiempo el alquiler de una carpa cuesta el doble. En estas playas se organizan campeonatos de surf, voley playero y rugby, y también actividades de entretenimiento para chicos, campeonatos de truco y buraco.

Las playas del centro son las más concurridas y se caracterizan por la sofisticación de sus servicios. El bien más preciado de las playas –y el más caro– es la sombra. Claro que como hay mucha competencia entre quienes alquilan carpas y sombrillas, la sombra se ofrece con valores agregados como masajes, piscina climatizada, Internet satelital, juegos inflables, quinchos para asados, jacuzzis y hasta bibliotecas.

Las playas del sur son las más naturales y agrestes. Hay un solo parador con piscina, restaurante y tobogán de agua. Pero a partir de allí comienzan 15 km de playas absolutamente vírgenes precedidas al principio por el pulmón verde del Vivero Dunícola y luego por un desierto de dunas. Las del sur son playas más interesantes por la tranquilidad. Y mientras más lejos uno se vaya, mayor será la soledad, que incluso puede ser total. Pero claro, hace falta un vehículo propio doble tracción para llegar.

Excursiones en cuatriciclos por un mar de dunas.

EN EL BOSQUE Bernardo Anastasio Holguín tiene 74 años, 54 de los cuales los lleva dedicados a llevar turistas a caballo por el bosque del Vivero Dunícola de Miramar. Vive en un rancho campestre en el límite de la ciudad donde tiene ocho perros, dos loritos parlanchines, gallinas, palomas mensajeras y, por supuesto, sus caballos. Ya su abuelo era un hombre de a caballo que se dedicaba a llevar hacienda de un campo a otro. “Yo me crié acá en el monte”, dice don Holguín señalando el denso bosque hacia el que nos dirigimos, que está plantado sobre las dunas frente a su casa.

En el Vivero Dunícola se plantaron hace varias décadas miles de pinos, eucaliptos y acacias, creando un ambiente boscoso frente al mar. El bosque es un laberinto de senderos que se entrecruzan. Y el lugar más curioso que hay en él es el Bosque Energético, llamado así por el “alto nivel de energía que se concentra en el lugar”. Al principio uno desconfía, pero hay una prueba que permite observar que algo poco común ocurre en un sector específico de 300 metros cuadrados. Allí se puede tomar del suelo una rama seca y clavarla en la arena, para colocarle encima otra rama de manera perpendicular, formando una T. Y con asombrosa facilidad la rama queda suspendida sobre la otra, oscilando en equilibrio.

Don Holguín conduce a sus viajeros por los vericuetos del bosque que conoce al dedillo y, sin previo aviso, los saca de esa oscura dimensión para colocarlos frente a un mar abierto con arenas blancas que se extienden hasta el infinito a los dos costados. Esta misma excursión por el bosque se puede hacer de una manera más vertiginosa en cuatriciclos con un guía al frente del grupo. Así se atraviesa el bosque visitando los mismos lugares hasta salir de la vegetación a un sector de dunas. Allí la diversión mayor es bajar a toda velocidad por una duna gigante de unos 30 metros de altura, para después seguir por las kilométricas playas desiertas y darse un chapuzón en medio de la nadaz

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Cabalgatas por el bosque del Vivero Dunícola de Miramar.
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